36. Voy a matar a María

2.9K 188 4
                                    

La boca de Natalia se abre ligeramente cuando posa sus ojos sobre los míos y yo la regalo una sonrisa sincera. Tiene las manos y el mono lleno de grasa, pero aun así me parece la persona más guapa del mundo. Seguimos en silencio durante unos segundos que se me antojan eternos, mirándonos como si no nos hubiésemos visto hace apenas cuatro días.

- Perdone, señorita, es que mi coche no arranca... - Bromeo provocando una sonrisa en su rostro que ilumina sus ojos color chocolate. Da un par de pasos hacia mí, quedando tan cerca que tengo que elevar la cabeza para seguir manteniéndola la mirada.

- ¿Lleva usted el DNI? – Dice siguiéndome el juego. Niego con la cabeza a la vez que poso mis manos en su nuca acariciándola lentamente.

- ¿Podría hacer una excepción? – La morena pone cara de pensativa y ambas nos reímos.

Su mirada se desvía hacia mis labios y la imito inconscientemente antes de lanzarme a su boca. Nuestros labios, como de costumbre, encajan a la perfección. Cada vez que nos besamos, no puedo evitar pensar que ambos están hechos a medida. Como si fuesen engranajes de un reloj que no pararán nunca de girar.

De repente, se separa de mí con cierta brusquedad. Abro los ojos confundida cuando escucho la chapa del taller golpear el suelo con fuerza. Antes de que pueda si quiera coger un poco de aire, ya estoy con las piernas enredadas en la cintura de Natalia y ella sujeta mi culo con desesperación. Vuelvo a abrir mi boca y su lengua la recorre para después apresar mi labio inferior entre sus dientes. Natalia da unos cuantos pasos con torpeza hasta dejarme sobre el capó de un coche que está a medio arreglar y se recuesta encima de mí. Su mirada pasea por mi cuerpo de manera ascendente y mi respiración comienza a volverse pesada. Su boca deja de acariciar la mía para comenzar a embestirla y yo gimo como respuesta. La necesitaba tanto...

Su mirada lasciva vuelve recorrer mi cuerpo mientras yo sigo intentando recuperarme de la intensidad que es besar a Natalia de esa manera.

Nuestras bocas vuelven a unirse y sus manos vuelan hacia mi top. Sus dedos rozan mis pezones por encima de la tela e inconscientemente mis caderas se elevan en busca de contacto. La morena sonríe contra mi boca cuando se deshace de él y yo jadeo.

- No eres de este mundo - Su voz, temblorosa por la excitación, se clava en lo más profundo de mi entrepierna y más cuando se mete mi pezón en la boca succionándolo con fuerza.

Se recrea con él antes de pasar al otro y hacer lo mismo. Acaricio su cabeza mientras mis gemidos hacen eco por todo el taller. Si alguien me hubiera dicho alguna vez que iba a follar encima del capó de un coche en medio de un taller, no me lo hubiera creído. Pero con Natalia nunca sabes lo que puede ocurrir.

Sus besos bajan lentamente por mi vientre. Me obligo a abrir los ojos cuando me quita los pantalones y el tanga de un tirón.

Cojo aire preparándome para lo que sé que va a ocurrir a continuación. Sus uñas arañan el interior de mis muslos, desesperándome, mientras no deja de mirar mi entrepierna húmeda.

- Sé lo nerviosa que te pone tenerme así, pero tengo tantas ganas de probarte que no puedo esperar. - Se relame una última vez antes de que, sin previo aviso, su boca se abalance sobre mi centro.

- ¡Nat! - El ritmo de su lengua es vertiginoso y yo no puedo hacer otra cosa que gemir sin descanso. Después de esto, si no me quedo afónica será un milagro.

Me muevo, inquieta, debajo de ella y Natalia se aferra a mis muslos con más fuerza. Comienza a trazar un patrón ya conocido para mí y noto el nudo formarse en mi bajo vientre. Su lengua recorre mis pliegues cuando me digno a mirarla. Y es esa mirada que me dice tanto, la que hace que me deshaga en su boca gritando su nombre por el camino.

Después de unos segundos de recuperación donde la morena no deja de besarme todo el cuerpo, cojo su cara entre mis manos para besarla. Cuando me separo acaricio su rostro antes de volver a besarla despacio.

- Pues sí que me has echado de menos. – Vuelve a besarme, pero su risa interrumpe la conexión de nuestros labios. ¿Qué pasa?

- Te he llenado el top de grasa, lo siento. – Me fijo en el trozo de tela que está en el suelo. Mi top, ahora es más gris que blanco. No puedo evitar reírme con ella, pero me da exactamente igual.

Natalia se separa para empezar a recoger toda mi ropa. Yo, desnuda, sigo sentada en el capó de ese coche que ha sido testigo de nuestra pasión observando sus movimientos. Cuando ya ha terminado la tarea, me entrega mi ropa con una sonrisa tierna.

- ¿Qué haces? – Muerdo mi labio inferior.

- Tenemos que ir a la fiesta, ¿no?

Niego con la cabeza a la vez que cojo mi ropa con ambas manos y vuelvo a tirarla al suelo. Alargo mi mano hasta su vientre y agarro su mono desgastado arañando sus abdominales.

- Estás loca si piensas que esto se va a acabar aquí... - Suelto antes de lanzarme a su boca de nuevo.



Unos cuantos orgasmos perdidos. Una ducha reparadora. Un par de manos entrelazadas en el silencio de la noche. Y muchas llamadas perdidas de nuestros amigos.



- ¡Las novias de España! – Marta levanta su cubata y todos vitorean su comentario.

El guardia de seguridad, que está en la puerta de la discoteca, mira enfadado a la malagueña cuando Natalia y yo nos acercamos cogidas de la mano. Saludamos a todos como podemos mientras aguantamos las bromas de todos nuestros amigos que van ya bastante borrachos. Joan me guiña un ojo y yo le devuelvo el gesto antes de rodearle con mis brazos en un cálido abrazo.

- Tienes una cara de haber echado un polvazo, hija de puta... - María, se engancha a mi cuello y yo suelto una carcajada.

- ¿Y Pablo?

- Ni lo sé, ni me importa. – Se traba notablemente mientras se acerca a los demás haciendo un bailecito con los que todos se ríen. Algo ha pasado... Mañana hablaré con ella sin falta.

Marta, María y África comienzan a chillar cuando Natalia deja un corto beso sobre mis labios. Me sonrojo ligeramente, avergonzada, por el numerito que están montando. Coño, si ya lo sabían. Decidimos entrar a la discoteca antes de que el guardia de seguridad llame a la policía o algo peor.

- ¿Te quedas? – Natalia asiente señalando el paquete de tabaco que está en su mano. Veo como le ofrece un cigarro a María, la cual acepta encantada, antes de meterme en la discoteca agarrando por la cintura a Marta. Se tambalea un poco y la sujeto con fuerza. Madre mía, la resaca que va a tener mañana... Marta se escapa de mi agarre cuando comienza a sonar un tema muy conocido. Todos corren hasta el centro de la pista y les sigo apartando a la gente con dificultad.

Cuando comenzamos a bailar, recorro el círculo que forman mis amigos más borrachos que sobrios con la mirada. Les he echado tanto de menos...

África y Marta comienzan a perrear y yo me uno seguida de Sabela y Julia. Nos estamos riendo como nunca cuando unas manos que ya conozco a la perfección se aferran a mi cintura.

- ¿Quieres que te invite a una copa, rubia? – Natalia deja un par de besos en la base de mi cuello. Un escalofrío recorre mi espalda.

- Pensaba que ligabas mejor... Qué decepción. – Acaricio su nuca cuando me doy la vuelta. – Además, tengo novia.

- Joder... es una pena. Habríamos pasado un buen rato tú y yo. – Nuestros cuerpos han dejado de moverse al ritmo de la música quedando estáticos. Su lengua repasa mis labios chupando el superior para después al inferior.

- ¿Y cómo estás tan segura de eso? – Enarca una ceja.

- ¿Sabes cómo me llamaba mi última conquista? – Su boca se acerca a mi oído y yo cierro los ojos esperando su contestación. – Bestia sexual. – Susurra antes de separarse.

Voy a matar a María.

Natalia me guiña un ojos antes de alejarse de mí para dirigirse a la barra mientras yo me quedo allí, estática, siguiendo su camino con mi mirada.

Voy a matar a María, definitivamente.

Secretos InconfesablesWhere stories live. Discover now