25. Si eso no es amor, yo no sé qué es

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Miro el móvil y son las 10 de la mañana. No he pegado ojo en toda noche. Me levanto de la cama y me miro en el reflejo del espejo de mi habitación. Tengo unas ojeras enormes por la falta de sueño que serían peores si hubiera llorado. Menos mal que no lo hice, aunque ganas no me faltaron. Me hago un moño rápido antes de bajar a desayunar. El mensaje que le mandé a Natalia a las 7 de la mañana preguntándola por la fiesta, aún está sin responder.

- Cariño, ¿te encuentras mal? - La preocupación de mi madre me confirma la mala cara que tengo.

- Creo que me sentó mal la cena de ayer... - Me llevo la mano a la tripa fingiendo malestar. Lo último que necesito es tener a mi madre y a mi hermana encima.

- Ay, mi niña... - Mi madre se acerca y pega sus labios contra mi frente midiéndome la temperatura como hacía cuando era pequeña. - No parece que tengas fiebre. Desayuna algo, a ver si se te pasa.

- No tengo hambre, pero no te preocupes. Estoy bien. - Me siento justo enfrente de mi hermana que está desayunando un bol de leche con cereales. Sus ojos entrecerrados cuando me mira me hacen pensar que sabe que miento, así que aparto la mirada.

Me levanto de nuevo para beber un poco de zumo. Me lo echo en un vaso y sin querer derramo un poco en la encima. Todo me sale mal. Lo limpio con un trapo antes de coger el vaso y salir de la cocina.

- Me voy al porche a que me dé un poco el aire.

Me siento en el porche y bebo un trago.

La gente pasea despreocupada. Algunos pasean a sus perros, otros hablan entre sí. Una pareja a lo lejos llama mi atención. La chica está en la puerta de lo que supongo que es su casa mientras el chico coge su mano. Sus sonrisas dejan ver lo enamorados que están y lo confirman con el beso que se Dan a continuación. El chico coge a la chica y la levanta del suelo mientras se siguen besando. Aparto la mirada cuando una punzada de dolor me da directamente al estómago. Miro el vaso de zumo sabiendo que después de esto no podré terminármelo. Para seguir torturándome, cojo el móvil y me meto en Whatsapp. Natalia sigue sin leer mi mensaje, pero su última conexión es de hace 5 minutos. Está claro que no quiere hablar conmigo. Otra punzada de dolor. Una lágrima rebelde baja por mi mejilla y la quito con rabia. Llevo toda la noche sin llorar y no pienso hacerlo ahora.

Tengo que asumir lo que pasó. La dije te quiero y por una parte me arrepiento porque ha derivado en todo esto, pero por otra no me arrepiento de nada. Dije lo que sentía y no lo sabía hasta que lo dije en alto. Hasta ayer, había pensado que cuando estaba con Natalia, todo lo que me hacía sentir era producto de la novedad, pero no. La conexión que tenemos, las sonrisas tontas que se me ponen cuando la pillo mirándome, el hormigueo de mi cuerpo cuando me toca y me besa... Eso es amor. Lo sé. No sabría explicarlo, pero sé que lo es. Me duele pensar que ella no siente lo mismo, porque yo de verdad pensé que cada vez que me miraba la brillaban los ojos. Y ahora que me he dado cuenta de que no es así, el dolor continuo que tengo en el corazón es invasivo. Noto como poco a poco se va extendiendo por todo mi cuerpo hasta llegar a lo más profundo de mi alma.

De reojo, veo la puerta de casa abrirse y a mi hermana salir por ella. Se sienta a mi lado y pasa un brazo por mi hombro a la vez que yo me recuesto en ella.

- No estás así por la cena de anoche, ¿verdad? - La miro y niego con la cabeza. - ¿Quieres hablarlo? - Suspiro cansada.

- Creo que la he cagado, Mini... - Mi voz se quiebra en mitad de la frase y mi hermana me estrecha contra ella un poco más fuerte.

- ¿Es por Natalia? - Me separo de ella y asiento con la cabeza mirándome las manos mientras juego con ellas. Mi hermana me limpia otra lágrima que no sabía que había dejado escapar y coge mis manos.

Secretos InconfesablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora