6. Huyendo de mí

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La lluvia me golpea en la cara mientras yo corro sin saber muy bien dónde ir. Soy un monstruo. Mis ojos se nublan por las lágrimas que recorren mis mejillas. Me paro para recuperar el aire cuando un trueno desgarrador suena.

Lo he jodido todo. Mi vida. Mi familia. Mis amigos. Todo se ha ido a la mierda por mi culpa. Me duele el pecho como nunca. Es un dolor desgarrador de esos que se incrustan y arrasan con todo a su paso. Como yo.

- ¡Joder! – El eco de mi grito se junta con otro trueno que suena de fondo.

De repente todas las farolas de la calle se funden y la de mi lado se derrumba y cae a mis pies formando un gran estruendo. Estupefacta y asustada por lo que soy capaz de hacer vuelvo a correr.

Tengo que huir antes de que vuelva a hacer daño a alguien. Pero lo peor de todo es que tengo que huir de algo que me va a perseguir siempre. Yo.

Tengo que huir de mí.




- ¿Cómo que es María? ¿Está bien?

La angustia de que la haya pasado algo y que yo me haya ido sin ella empieza a abrirse paso por mi cuerpo.

- Tranquila, Alba. Está perfectamente. Lo único que va muy borracha y no para de preguntar por ti. Dice que no se irá a dormir hasta que vayamos a verte al hospital – Se ríe – Se piensa que te estás desangrando en un hospital o algo de eso. – La imito y apoyo el codo en la puerta mirando por la ventanilla.

Después de saber eso me tranquilizo. María borracha normalmente es muy graciosa, pero cuando se pasa de la raya puede llegar a ser muy pesada. Y seguramente no parará de dar la tabarra hasta que me vea. Pobre Marta, lo que tiene que estar aguantando...

La casa de Marta y Natalia está bastante más cerca de lo que me imaginaba ya que solo está a unas cuatro calles de la nuestra. Cuando entramos en el ascensor siento como si mis piernas pesasen toneladas. No me he dado cuenta de lo cansada que estaba hasta que no me he puesto de pie. Me apoyo en una de las paredes del ascensor y cierro los ojos mientras subimos.

- ¿Estas muy cansada? – Asiento.

Las puertas se abren y yo sigo a Natalia porque desconozco cuál es la puerta de su piso. Desde el rellano escucho a Marta y María gritar. Son casi las 6 de la mañana, los vecinos tienen que estar hasta los huevos. Natalia no para de reírse y de negar con la cabeza mientras abre la puerta.

María está tirada en el sofá de su piso mientras Marta intenta tirar de ella para llevarla a la cama.

- Gracias a Dios, por favor, haced que se meta en la cama. – Marta está exhausta y se lleva las manos a la cabeza. Pobrecilla. – Yo me voy a dormir ya, que vaya horitas me ha dado... - Me despido de Marta con la mano y le agradezco que haya cuidado de ella.

- ¡Alba, estás viva! - María se levanta del sofá y a trompicones llega hasta mí para abrazarme. - ¿Te han dado el alta ya?

A penas se la entiende y apesta a vodka. Yo rápidamente la mando callar.

- Mari, son las 6 de la mañana. Deja de gritar. – La enseño mi mano con la tirita en ella – Estoy bien. No he ido al hospital ni nada.

- Tía, yo creía que te morías... La Rafi me mataría y yo tendría que vivir sola. Bueno, sola no, porque estaría muerta... – María no deja de decir tonterías y de divagar sin parar.

Natalia aparece en el salón con dos vasos de agua y me ofrece uno. Yo se lo agradezco con la mirada.

- Escúchame, ¿por qué no vamos a la cama y descansamos? – María se abraza a mí e intento sujetarla como puedo.

- Al fondo a la derecha está la habitación de invitados – Natalia nos dice mientras come macarrones de un plato que no sabía que había sacado. Noto mis tripas rugir. – Hay espacio para las dos. Os podéis quedar sin problemas.

- No, da igual. Yo me voy a nuestr...

- No pienso dejar que te vayas sola a estas horas, Alba – Natalia me corta. María se deja caer el sofá y casi me tira a mí con ella.

- Me estoy mareando... - Se lleva la mano a la cabeza

- Normal, tía, te has bebido hasta el agua de los floreros. Venga, levántate – Tiro de ella y Natalia al verme con dificultades me echa una mano. – Gracias.

Como podemos entre las dos la llevamos a la habitación, la dejamos en ropa interior y la metemos en la cama. Antes de que salgamos de la habitación ya está dormida como un bebé.

Suspiro cansada y me siento en el sofá. El salón es bastante amplio. Tiene un sofá en forma de L con una mesa de cristal en el centro. La televisión está justo colocada enfrente y varias fotos descansan en las dos estanterías que están a los lados. Natalia aparece con otro plato de macarrones y lo deja en la mesa.

- Pensé que tendrías hambre – La sonrío en forma de agradecimiento.

- ¿Lleva carne? – Soy vegetariana y lo último que me apetece es comer carne para acabar la noche.

- Son solo macarrones con tomate – La doy las gracias y empiezo a comer - Tenías toda la pinta de ser vegana. – Mastico rápido y trago para contestar tapándome la boca con la mano.

- Vegetariana – Corrijo

- Pues eso – Se mete otro par de macarrones en la boca.

- Oye, creo que debería irme a mi piso. De verdad que no quiero ser una molestia después de la que ha liado María... - Me siento fatal por la situación que habrá tenido que pasa Marta y lo último que quiero es traer más problemas

- No eres una molestia, de verdad. Tenemos una habitación vacía de sobra.

- Vale – Accedo.

- Podríais sobornarme otra vez – Natalia se ríe y yo me llevo las manos a la cara.

- Calla... Que vergüenza, ni me lo recuerdes. – No sé en que momento a María se le ocurrió sobornarla.

- No pasa nada, me hizo mucha gracia. Aunque no me lo esperaba, la verdad. Te hubiera dado el coche el primer día si hubieras sido un poquito más amable. – Levanto la vista de mi plato ya casi vacío. – Y si no me hubieras pisado también.

- ¿En serio? Tampoco fui tan borde... Y te prometo que no te vi. Además, si no hubieras estado con los cascos me hubieras escuchado perfectamente – La recrimino.

- Y también me hubiera aburrido como una ostra – Ambas nos reímos. Natalia recoge los platos y los lleva a la cocina para luego irse por el pasillo que antes hemos recorrido para dejar a María en la habitación. Yo me levanto sin saber muy bien qué hacer. Me siento como un pulpo en un garaje ahora mismo. Natalia aparece con un pijama que supongo que es suyo. Su ligero olor a vainilla inunda mis fosas nasales y yo cojo aire. Huele realmente bien. Me saca más de una cabeza así que asumo que me va a quedar enorme. – El baño está justo al lado de vuestra habitación, por si quieres darte una ducha o algo.

- Vale, muchas gracias... – Me acerco a ella y la abrazo. Sé que ese gesto la sorprende ya que primero se tensa y después pasan unos segundos hasta que ella me rodea con sus brazos. - ... por todo.

- Descansa, Alba – Se separa de mi y me sonríe antes de darse la vuelta y meterse en la primera habitación a la izquierda del pasillo.

Secretos InconfesablesWhere stories live. Discover now