42. ¿Lo has... lo has hecho tú?

1.4K 119 6
                                    

Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma, pero en este caso fue todo lo contrario. La tormenta no solo no terminó, sino que acabó derivando en una tempestad incontrolable. Una tempestad agobiante, ruidosa e insoportablemente dolorosa. De esas que taladran la cabeza constantemente hasta que al final solo queda la soledad y el silencio.


Observo minuciosamente la puerta que tengo delante preguntándome si cruzarla será la mejor opción. Natalia sigue hablando por teléfono. Sé que espiar está mal, pero no puedo reprimir pegar la oreja contra la puerta para intentar enterarme de algo.

- Tienes que venir a por mí. - ¿Se va a ir? – Te lo suplico, Ici. No podré controlarlo. - Cierro los ojos y respiro profundamente antes de golpear levemente dos veces. Entro sin perder más tiempo. – No puedes dejarme tirada.

La habitación está completamente a oscuras. Tanto, que a mis ojos les cuesta ver la figura que está apenas a unos metros delante mí. Sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared se encuentra Natalia. En cuanto me ve se pone de pie con una rapidez asombrosa. La maleta que hemos deshecho juntas hace unas horas está a medio hacer y varias prendas están desperdigadas por toda la habitación.

- ¿Te vas? – Natalia arroja prendas a la maleta sin ni siquiera doblarlas, lo cual es realmente extraño teniendo en cuenta cómo de ordenada tiene su habitación. Pasa de largo sin mirarme e ignora mi pregunta para meterse en el baño. – Natalia, te estoy hablando. - Comienzo a enfadarme.

Con su neceser ya listo, vuelve a pasar de largo sin contestarme. Me acerco a ella y la agarro del brazo consiguiendo que me mire. Un bote de pastillas cae y algunas de ellas se desperdigan por el suelo de la habitación. Cuando me agacho a cogerlo, vuelvo a ver en sus ojos ese miedo que ya he visto, pero que no me gustaría volver a ver jamás.

- ¿"Control de la agresividad"? – Leo en la etiqueta justo antes de que Natalia me arrebate el bote de las manos casi al instante y lo guarde en el bolsillo del pantalón. - ¿Desde cuándo...?

- No es asunto tuyo. – Me corta. - Alba, vete de la habitación, por favor.

- No tienes migrañas, ¿verdad? – La morena sigue recogiendo sus cosas a toda velocidad sin mirarme. – Me has mentido. Tú no tienes migrañas... Por eso no podías beber alcohol.

Me siento engañada, decepcionada y enfadada. Y lo peor de tener todas estas sensaciones recorriendo mi cuerpo es que no es la primera vez que ocurre.

Me siento engañada porque Natalia me ha vuelvo a mentir a pesar de que prometimos que no habría más secretos entre nosotras. Decepcionada porque me he creído todas y cada una de sus mentiras una y otra vez. Y enfadada porque la persona a la que amo con locura ni siquiera puede mirarme a la cara mientras recoge sus cosas para alejarse de mí de nuevo.

Mi pecho sube y baja frenético. Con una fuerza que no sabía que tenía agarro su maleta y la tiro al suelo tirando toda su ropa por el suelo. La morena me mira con rabia y con un par de pasos se pone justo enfrente de mí.

- Fuera de la habitación. – Amenaza. Una sonrisa sarcástica se escapa de mis labios.

- No pienso moverme de aquí hasta que hablemos.

- No hay nada que hablar. – Le aguanto la mirada. No me queda nada que perder. Me conoce y sabe que no me voy a dar por vencida. - Alba, por favor... Necesito que te vayas. - Después de un gran resoplido, Natalia entierra las manos en su pelo.

- ¿Por qué?

- Porque no quiero hacerte daño. – ¿Hacerme daño? Sus palabras se clavan en piel como dagas recién afiladas. Pero me recompongo y me acerco a ella. Ella nunca me haría daño.

Secretos InconfesablesOnde as histórias ganham vida. Descobre agora