22. ¿Nos conocemos?

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Me tiro en la cama y cierro los ojos. A penas tengo sueño por todo lo que he dormido hoy y es eso lo que me inquieta.

Cojo una hoja de papel y la arrugo. Miro la pequeña pelota de papel y comienza a flotar en círculos justo encima de mí. La encesto en la papelera y repito el proceso una y otra vez.

El hecho de dormir con una persona me ponía nerviosa, pero ahora que Alba y yo lo hemos hecho no puedo negar que me ha sorprendido el resultado. No solo no tiré nada en toda la noche, sino que dormí el triple de lo que llevo haciendo en años. Si es cierto que tiré el cuadro, pero creo que solo fue porque me desperté y no conocí la habitación.

Alba me tranquiliza. Cuando estoy con ella es como que todo lo demás se para y da igual. Con ella me siento normal por una vez. Me siento yo. Me siento en casa.

Es una mujer decidida, divertida, risueña y con mucho mucho carácter lo que la hace impredecible a la par que interesante. La noche que pasamos ayer se cuela por mi mente y vuelvo a sonreír. Niego con la cabeza al pensar en ella. Me tiene loca.

Encesto la pelotita sin tocarla por última vez antes de meterme en la cama e intentar dormir. Una pequeña mujer de cabellos rubios se cuela por mis sueños y, sin querer, me quedo dormida.







- Marina, te dije a las 9 en la puerta. - Estoy sentada en el sofá mientras hago zapping intentando encontrar algo interesante. Claro que a las 9 de la mañana, poco hay.

- Que no me ha sonado la alarma, te lo juro. - Se oye revuelo al otro lado de la línea. Niego con la cabeza. Sabía que se iba a dormir. - Te prometo que en 10 minutos estoy, de verdad. - Resoplo. Menudo tráfico nos vamos a encontrar.

- No pasa nada, tú ven cuanto antes, porfi.

Nos despedimos antes de colgar y me paseo por la casa por si me he dejado algo. Con la llegada del verano, siempre busco alguna semanita para escaparme a Elche. Mi familia es muy importante para mí y estar alejada de ella es duro a veces. Cuando Marina me dijo que se iba a mudar a Madrid me puse eufórica, aunque dejar sola a mi madre no me gustaba nada. Por eso, decidí dejarle a Queen para que la hiciera compañía. Las echo tanto de menos que siempre que puedo intento ir a verlas y, por suerte, en verano es una de las épocas perfectas para hacerlo.

Habíamos dicho de salir de aquí sobre las 9 de la mañana, pero Marina, como siempre, se ha dormido. Como pillemos tráfico, la mato.

Voy a mi habitación y la repaso con la mirada. Voy a la silla del escritorio donde hay una camiseta colgada y la cojo. El olor a vainilla se cuela por mi interior y yo inspiro.

Hace ya unas semanas de la primera vez que dormimos juntas y, aunque no hemos vuelto a hacerlo porque Natalia ha estado cubriendo el turno de un compañero, no puedo estar más feliz. Las cosas entre nosotras van cada vez mejor. No hemos vuelto a discutir y aprovechamos cada ratito para vernos. Lo que conlleva comernos a besos cada dos por tres.

Sonrío y llevo la camiseta hacia mi pecho. La doblo delicadamente y la meto en la maleta. Mi hermana me envía un mensaje indicándome que acaba de salir. No vive lejos de mi apartamento así que decido ir bajando.

Cojo mi maleta, que pesa un quintal, y la llevo hacia la salida. Mando un mensaje a María para avisar de que ya me voy. Probablemente me conteste cuando ya haya llegado porque esta chica duerme como una marmota y más cuando pasa la noche con Pablo, que últimamente es a menudo.

Salgo del portal y me dirijo hacia mi coche que anteriormente esta mañana he dejado en doble fila para no tener que andar mucho cargada con la maleta. Cuando le veo, me fijo en que un policía parece estar delante de él.

Secretos InconfesablesWhere stories live. Discover now