ASTARYAM. [EDITANDO]

Capítulo 57

                            HAYDEN

—¡Axael ya es tiempo!–le grité.—No entiendo cómo se puede tardar tanto en el baño.

Eisah golpeó la puerta una y otra vez para apurarlo.

Caminé fuera de la habitación antigua que usaba y busqué a Fewke. Lo pillé durmiendo en el sillón, de espaldas con la lengua afuera. Él estaba viviendo la mejor vida ahora.

Isis estaba a sus pies, acurrucada como una pelotita.

—Mamá irá a trabajar.–acaricié la cabeza de la gatita gris.—Cuida a tu hermano, ve que no se coma las plantas de Eisah.

Besé su cabeza luego con suavidad toqué la panza de Fewke, lo debía hacer de forma delicada para que no despertase. Cuando me veía salir de la casa lloraba, me iba con sensación de tristeza cada vez que sucedía eso.

—Ven a darme un beso a mí mejor.

Sonreí un poco al escucharlo. Que me pidiera besos era una bendición para mí, lo comparaba a la sensación que tienen las personas con su crush.

¿Era posible que mi esposo fuese mi crush a pesar de haber estado con él más de trecientos años? Nunca lo sabremos.

Fui obedientemente a besar su boca. Las manos se fueron directamente a su cuello, sentí su lengua jugar con la mía y sólo eso se necesitó para que yo quisiera tirarme sobre él.

Vi como una especie de apagón. Todo a mi alrededor se volvió negro como si estuviese en un túnel, escuché ruidos, sentí viento. Sentí todas las emociones del momento.

Era un recuerdo...pero no mío, de Astaryam.

—No te atrevas a tocarme, Heist.–le había dicho por sexta vez. —Tu olor se adhiere a mi piel muy fácil, es horrendo. Sólo acepto tus toques durante el sexo.

Él se movió un poco. Colocó las manos frente a la fogata para calentarse.
—¿Sabes qué más se podría adherir a ti? Una gran inyección de adrenalina que cargo justo dentro de mis pantalones.

Eso debería haberme provocado vergüenza. Eso sentiría una señorita, pero lástimamente yo no lo era.

Lo miré a través del fuego. Esos ojos brillando por el calor, su piel blanca, el labio partido por la reciente pelea.

Estábamos perdidos en el bosque, ninguno podía volar y observar el camino porque había un pueblo cerca. Nos podrían ver y todo se iría al carajo.