N°10

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HAYDEN

—No dejes que me arrastren. No puedo irme, no puedo romper mí promesa de vida.

—¿Está invocándote?

—No es sólo él. Me duelen las entrañas. Sujetame padre, no puedo aguantar.

Miguel sostuvo la muñeca de su hija, ella sentía como sus pies eran jalados con gran fuerza hacia abajo. Como si un imán la llamara.

El reflejo en el cristal del piso los delató.

Ante los ojos brillantes de sus superiores, el alma de hayden luchaba por desprenderse de la mano de su padre.

El rostro apacible de ella, se veía amenazador para los soldados nuevos. Y curiosamente triste para los más viejos.

Tenía el espíritu hecho pedazos, unido por una capa fina de pegamento el cual era su fé.

—Ha vuelto Uriel.

Hayden asintió.

—Llegó tu última misión, también fue confirmada con los seres del infierno. Tu padre y el suyo se reunirán en terreno de humanos.

—¿Cuál es mí objetivo?

—Nada que no has hecho antes, Hayden. Impide que tú padre y el suyo, no aceleren el apocalipsis. Enviaremos un testigo y ellos también tendrán su representante.

—¿Qué es lo que se va a discutir?

—Se hablará del pedazo de alma maldita, que tienes escondida dentro...¿No estás sorprendida o sí? Tu situación con ése demonio no puede seguir.

Mí padre soltó mí muñeca, su impresión lo llevó a caminar dos pasos lejos de mí.

Me mantuve firme en mí lugar para no caer a la tierra, los murmuros de Eisah se hacían cada vez más fuertes. Podía oír la voz de Ax uniéndose con la de Astaryam, pidiendo porfavor, solicitando un pacto.

—Pueden sacármela ahora mismo.

—No podemos eliminarla de tu cuerpo, sin la ayuda de alguien del infierno. Y por supuesto, ellos no pueden sin alguno de nosotros. En ése trozo de pudrición se encuentra la clave del apocalipsis.

Respiré hondo.
—¿Dónde quedó lo que reemplazó el mal?

Miguel se giró a mirarla, así que no podía distinguir su propio aroma llamándola. No eran las voces de Astaryam, Eisah y Ax que la estaban forzando a bajar. Era su propia alma que suplicaba volver.

—Está dentro de Astaryam, hija mía. Siempre ha estado allí.

Si quisieran destruir el cielo, bastaría una palabra de aliento para el príncipe.

Y si el señor daba la órden para el golpe final, entonces bastaba con el dragón blanco.

—¿Qué pasa si no pueden quitarnos esto a los dos?

—Entonces sus almas quedarán en la prisión del núcleo, por toda la eternidad. Acompañada de los ángeles caídos atrapados el día de la rebelión.

Eternidad.

Era demasiado incluso para un ser que no vive como tal.

Hayden les dió la espalda, el fin había llegado. Su destino estaba en la tierra en donde dió el primer respiro.

Bajó con elegancia.

Los soldados se formaron alrededor del portal, observando atentos a quien pudo ser la siguiente al mando.

El arma de doble filo que los llevaría a la derrota o a la victoria.

Los ojos del general se mantuvieron en alto, firme, imponente, una roca. Aquél semblante no delataba a su espíritu el cual ya había sido vencido, pues victoria o no para el cielo, él perdería a su niña más amada.

ASTARYAM. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora