{Semana 3}

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                           AXAEL

Por sexta vez salió volando por los aires hasta chocar contra la madera fría del tronco de un árbol. Podía ver lo enfurecida que estaba, lo entendía.

Su cuerpo no le respondía como ella quería. Encontraba que sus pies eran torpes y que sus manos se habían vuelto temblorosas.

Se levantó como siempre, al mover su cabeza un hueso de su cuello sonó. Hizo una gran mueca de dolor.

Podía ver lágrimas acumuladas en sus ojos.
—Sigue.

Eisah apartó la vista y se alejó un poco. Se sentó en la escalera de la casa. Ella estaba poniéndose nerviosa.

Tres semanas habían pasado y Astaryam no daba señales de despertar. Su cuerpo sanaba pero él no parecía tener ganas de moverse, se veía como álexi al dormir su siesta de 50 años.

Ella iba a verlo, lo miraba por horas enteras. Hasta que tuvo que salir de la habitación. Olía a peste, solo ella podía ver la verdadera cara de Astaryam.

Nos veía quemados, con la piel colgando en los huesos.

Y ése hedor, no era agradable para un ángel. Era una vista traumática.

Álexi dormía en su habitación junto a Eisah y yo dormía con mi hermano mayor.

Mentiría si dijese que no traté de meterme a su cabeza unas cuantas veces pero no tuve buenas noticias.

Me mostraba una imágen de su mano sacando el dedo de enmedio.

No me dejaba entrar.

Hasta dormido era un hijo de perra.

—Ya me estoy cansando de hacerte moretones nuevos todos los días, deberías golpearte contra la muralla y así no me harías perder tiempo.

Gruñó.
—Quizás hélix seria buena opción de reemplazo.

Carajo, ella era irritable. Pero tenía la idea perfecta para que estallara.

Si yo era el ser más ácido y deplorable después de mi hermano mayor, tendría que ocupar mis dotes.

—Y Jude buena cuñada ¿no te parece?

Achinó sus ojos.

—Y sus hijos no saldrían mestizos, mantendríamos la raza.

Se quedó quieta mirándome. Sus ojos brillaron al reconocer un flashback. Siempre se ponía así cuando veía algo nuevo.

—¿Qué raza? Son una peste.

Ella tenia una desventaja ante nosotros. Sus sentimientos se notaban mucho a través de su voz.

Cuando hablaba rápido estaba emputada.

Si lo hacia despacio estaba en confianza.

Pero cuando se oía tan ronca y ponía una sonrisita en la boca era porque estábamos jodidos. Lo aprendí hace algunos años cuando mató a siete granjeros degenerados de Texas.

—Una peste que te ha pateado el trasero por dos semanas.

—Es fácil para ti, tú no te duermes cincuenta años y esperas ser rescatada por un príncipe azul.

Vino hacia a mí, se ató el cabello miel en un moño desordenado y volvió a estirarse.

—Pega fuerte.–me dijo.

—¿Más aún?

Asintió.

Le hice caso, su cara estaba extraña. Mantenía un ceño duro, las cejas casi se le juntaban y la mandíbula se le veía tensa.

Lancé un golpe a su estomago, ella lo cubrió dándome una patada en las rodillas. Me erguí.

Era fuerte.

Le tiré otro golpe más antes de que tomara confianza. Soltó un gemido de dolor al recibir un puñetazo en su mandíbula...esta vez no decayó.

Y eso me hizo mantener la guardia.

Ella se quedó con la mirada baja unos momentos. Algo de lo que estábamos seguros era que a Hayden no le gustaba perder. No podía aguantar ser derrotada, era demasiado para ella.

¿Y para quién no? Tener a alguien que se burla en tu cara por ser mejor que tú en algo, es una mierda.

—¿Hayden?–pregunté.—¿Estás bien?

Levantó su cara al oír su nombre salir de mi boca. Había un pequeño hilo de sangre en su mentón.

Gruñó.

Yo le sonreí, porque sabía lo que venía.

Me dió un puñetazo fuerte en la nariz y luego una patada en las costillas. El ardor en mi cuerpo se hizo presente, le di un golpe en la cara pero logró taparlo con ambas manos.

Su pié chocó contra mi entrepierna.

Me agaché al instante de sentir el dolor agudo en mis pelotas.

Dos puñetazos en cada lado de mi rostro, pero no caí.

Me tiré encima de ella, aterrizamos en el suelo. Apreté su cuello con fuerza, ella abrió su boca para tratar de respirar. No la dejé.

—Ya, es suficiente por hoy ¡Axael!

Eisah caminó hacia nosotros.

Hayden me tomó el cuello con la mano derecha y apretó, no tan fuerte como lo hice yo pero me quemó.

De mi cuello estaba saliendo humo ardiente. La miré a los ojos, brillaron.

Eran como dos par de luceros blancos brillantes.

Me quemé tanto la vista que me tiré al suelo para ocultar mi cara.

Ella me pateó tan extremadamente fuerte las costillas que oí un pequeño crujido dentro de mi estomago.

Se subió encima de mí, supe que había vuelto a perder el norte cuando se sentó sobre mi entrepierna y sonrió.
—No me gusta que machaques mi cara. No nací hermosa, no eches a perder lo único que me queda.

Un puñetazo directo a mi nariz y boca, le di un empujón pero no se movió.

—¿Te trae recuerdos del trio?

Abrí mi boca y luego la cerré, no me salía nada.

Otro golpe en la mandíbula.

—Ya estoy aprendiendo Ax, no tienes que manipular mi buen humor.

Me dió un casto beso en la mejilla y se paró.

Quedé acostado en la tierra, sucio, con sangre en mis dientes y rostro.

Y con una maldita erección en mis pantalones.

No quería llamar a ésa Hayden.

No sin mi hermano aquí.

Se me hacia difícil mantenerme a raya, quería a Astaryam pero no podía controlarme si me provocaban demasiado.

Eso era Hayden, una constante incitación a pecar. Y yo era un demonio, las cosas no saldrían bien.

ASTARYAM. [EDITANDO]Where stories live. Discover now