Capítulo 1: Mis sueños nunca han sido tan realistas

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Lan XiChen despertó a las cinco de la mañana exactas. Como un reloj, como siempre había hecho. Incluso durante ese par de años oscuros que pasó practicando el cultivo aislado tras el incidente del templo GuanYin y la caída de Jin GuangYao había mantenido las férreas costumbres. El horario y la meditación fueron después de todo aquello lo único que tenía para no perder la cabeza. Así le habían educado, para levantarse a la salida misma del sol y acostarse a las nueve de la noche exactas, y estaba seguro de que llevaría esa disciplina como eterna y única compañera durante toda su vida. Ni siquiera se planteaba que pudiera romperse por los designios o los hábitos de otra persona, porque estaba seguro de que jamás habría "otra persona". Bueno, quizá sí, porque su tío llevaba un par de conversaciones dejándole caer que iba siendo hora de darle un heredero a la secta, aunque él seguía pensando que Lan SiZhui sabría sustituirle perfectamente cuando llegase el momento. Además, ya dejando a un lado a terceros, ese horario de sueño suyo, perfecto e inmaculado, parecía ir grabado en sus más puros genes Lan, como la calma absoluta, la cabeza fría o la piel de jade que no admite espinillas. Sin embargo, aquella era la primera vez que se sentía tan fuera de lugar al despertar.

Algo estaba mal. Muy mal. Terriblemente mal.

Justo antes de abrir los ojos, al tomar contacto desde el mundo onírico a la realidad, ya se dio cuenta de que había ciertas cosas que no eran correctas. ¿Fue quizá por el olor? Le llamó la atención, sin duda. En su cuarto había un fuerte olor a almizcle y lotos que no reconocía, que en nada se parecía al suave sándalo con el que se había acostado en el Hanshi y que, de alguna manera, le resultaba sensual. Le evocaba imágenes excesivamente vívidas de una persona a la que no se atrevía desear. O, al menos, no en voz alta. Si se sincerase consigo mismo, tendría que admitir que en el fondo de su alma lo hacía con toda la fuerza del mundo y solo las restricciones de la cinta de su frente le mantenían cuerdo cuando se encontraban. Esas tradiciones eran lo único que le ayudaba a mantener la careta que siempre llevaba puesta, la indeleble fachada, y así ambos podrían seguir actuando como los dos perfectos líderes de secta que se suponía que eran.

Instantes más tarde vino la realización, lenta y aletargada a la par que repentina. Había una fuente de calor tumbada a su derecha que empleaba uno de sus brazos y parte de su hombro como almohada, y estaba muy seguro de que eso no existía cuando fue a acostarse. Ya había salido de reclusión, sí, pero no tenía pareja alguna y no pensaba tenerla en un futuro próximo. Todo eso podría cambiar de golpe y porrazo si Lan QiRen llegase para atizarle con una propuesta de matrimonio con la heredera de alguna secta decente, pero no quería ni pensar en esa posibilidad aterradora, muchas gracias. Al fin y al cabo, su cinta de la frente ya tenía dueño, aunque este no lo supiera. Todo eso al final daba igual. Por mucho que hubiese alguien en su corazón, era imposible que esa persona se acostase con él, porque el perfume de la habitación incitaba al sexo, breve recordatorio de lo que había sucedido la noche anterior. Alterado y sin entender la situación, abrió los ojos. Sus temores en cuanto a una compañía de dudosa índole se confirmaron. Pero eso no fue lo peor.

¿Dónde demonios estaba?

Amanecía en una habitación de paredes blancas y muebles negros. Eso no era el Hanshi, no le cabía la más mínima duda. Ni siquiera se le asemejaba. Vamos, pero ni por un instante. Las sábanas de la cama en la que descansaba eran violetas, sobre él caía una manta grisácea de un tejido que nunca antes había visto y al final de esta misma dormitaba un gato negro. Frente a la cama —extraña, cuadrada y muy mullida— había un armario que parecía hecho de alguna especie de cristal también oscuro. A un lado podría vislumbrar un escritorio lleno de papeles pintados de colores imposibles que no creía haber contemplado jamás. ¿Eso era amarillo? Pues sin duda era el amarillo más raro y feo que había tenido la desgracia de contemplar. Y se quejaban de las túnicas de los Jin... Unas extrañas telas de formas que se querían parecer a un cuerpo humano se encontraban desperdigadas por el suelo. A su derecha la habitación finalizaba en una ventana no muy grande que daba paso a un pequeño balcón y que le regalaba la vista de unas extrañísimas construcciones rectangulares que se elevaban hacia un cielo que no alcanzaba a vislumbrar. En ese mismo balcón había un par de macetas con plantas verdes, una exuberante y la otra un poco mustia. A lo lejos escuchó un rugido, como el de un monstruo nunca antes derrotado, y se sobresaltó. Fue el único. Ni al gato ni a su repentino compañero de cama pareció afectarles aquel sonido distorsionado.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Where stories live. Discover now