34. ¿Un día cualquiera?

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Blanca recorre el hall de las galerías con cierta pausa, dejándose envolver por lo que la rodea, por las decoraciones de las paredes, maniquís, estantes y demás objetos o superficies susceptibles de ser decorados. Decorados, eso sí, de un solo color, un riguroso rojo intenso que está por todas partes. Suspira. Para ella todo eso es demasiado pero no podía negarle la idea a Macarena. Sonríe al verla a lo lejos, hablando con una de las clientas como si fuese una dependienta. Se acerca a ella y espera a una distancia prudencial, con los brazos cruzados. Macarena se percata de su presencia y también sonríe, dejando a la clienta seguir su libre albedrío por la tienda.

-¿Qué te parece? Está bonito, ¿verdad?

-Mujer...¿no crees que nos hemos pasado un poco?

-A la gente le encanta esto, con muchos corazones y rojo. Cuanto más mejor. Ya ves que está esto lleno.

-Tienes razón...bueno, ya sabes que yo romanticismo poco...

-Tú desde que Max se ha vuelto a Madrid estás muy apagada. Y sabes que llevo razón.

-Pues, aunque me duela, sí. Llevas razón. Pero es que no puede hacerme esto. Venir y cuando ya me he acostumbrado a él, marcharse.

Macarena tuerce los labios. No sabe cuantas veces le ha dicho que no se preocupe, que va a volver en cuestión de semanas, que solo es trabajo. Pero aún así, Blanca parece no quitarse a Max de la cabeza.

-La que no tenía claro volver con él...y ahora estás enchochada...-ríe Macarena mientras avanza por el hall de las galerías.

Blanca la sigue, pegándose a su lado y la coge del brazo, deteniéndola a la puerta del ascensor.

-Yo no estoy enchochada. Solo quiero una cierta estabilidad. Y todo esto no me lo da. Y ya.

-Lo que tú digas, amiga. A ti lo que te molesta es que hoy es San Valentín y él no está aquí. ¿Me equivoco?

-Te equivocas. ¿Sabes cuantos San Valentines me he pasado sola? Pues prácticamente todos y aquí sigo.

-¿Por qué te acuesta tanto asumir que le echas de menos? ¿Eh? Yo no te voy a decir nada, lo sabes de sobra.

Blanca tuerce los labios y rueda los ojos. No dice nada. Macarena sonríe ante el orgullo permanente de su amiga, que a veces sigue manteniendo la postura de la jefa de taller aunque no se percate de ello. Presiona el botón del ascensor y la observa. Blanca toma aire mientras esperan. Macarena lleva razón, le echa de menos pero es incapaz de asumirlo. Después de la subasta de Madrid, Max la acompañó a Sevilla y para su sorpresa todo salió bien entre ellos. Hasta que le dijo que debía volver a Madrid para unos asuntos del trabajo. Las puertas del ascensor se abren frente a ellas y entran en silencio. Macarena pulsa el tercer piso, debe volver al despacho. Blanca se cruza de brazos y se apoya en la pared del ascensor.

-No sé que hacer...

-¿Con qué?

-Con la nueva colección...

-Date tiempo, la sacarás. Estoy segura de ello. Solo necesitas algo que te inspire.

-Pues como no caiga del cielo...

Macarena dibuja una leve sonrisa en su rostro y se acerca a las puertas del ascensor, que se abren en cuestión de segundos. Blanca tarda un poco más en reaccionar pero sale tras ella. Se separan en su camino, cada una se dirige a su despacho. Les toca hacer cálculos y pensar en nuevos productos. Blanca enciende la luz de su despacho y cierra la puerta. Suspira. No le gusta especialmente encerrarse entre cuatro paredes pero es lo que debe hacer. Avanza hasta la mesa y se apoya en ella, observando todos los papeles que la decoran de un modo más o menos ordenado. Mira la silla que queda ahora frente a ella. Decide dejarla vacía por el momento. Quizás pasearse, más que pasearse dar vueltas sobre sí misma, la ayude a concentrarse. Vuelve a los papeles. Se centra en ellos. Algunos albaranes, encargos, algún que otro boceto. Coge uno entre sus manos y lo observa con detenimiento. Quizás dándole una vuelta consiga algo nuevo. Se ofusca en él, se queda absorta en él. Tanto que ni siquiera se percata de los leves pasos que avanzan justo detrás de ella, que la alcanzan y se detienen a su espalda. Max sonríe y se acerca a ella, a su cuello, para dejar un beso sobre él con cuidado. Al sentirlo, Blanca se asusta, se gira y grita tan rápido como puede, dejando un bofetón sobre la mejilla de Max.

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