21. Dudas

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Una mujer abre sus ojos como puede. Le cuesta hacerlo. Los siente pesados, igual que su cabeza. Todo le sigue dando vueltas. Una pequeña náusea se apodera de ella pero consigue controlarla. Traga saliva. Su boca es espesa y aún nota el sabor a alcohol en sus labios. No está acostumbrada a beber y la noche anterior le ha pasado factura. La noche anterior, ¿qué pasó la noche anterior?

Mira al techo. Es la posición en la que ha permanecido toda la noche. Temía moverse y echarlo todo. Gira levemente su cabeza. Le cuesta. Está hecha una mierda. A su lado derecho, una mesilla de noche blanca, con una lámpara roja, y sus cosas, su teléfono, sus llaves, sus pendientes y su alianza.

Intenta focalizar sus ojos algo más allá. Un ventanal ahora cubierto por unas cortinas oscuras. Pasa sus manos por su pelo. ¿Dónde está? Esa no es su casa.

Mueve sus piernas por la cama, estirándolas. Está en una cama grande, de matrimonio, de sábanas blancas y funda nórdica marrón chocolate. Mira hacia abajo. Tan solo la ropa interior cubre su cuerpo, un sujetador y un tanga negros. Su ropa descansa sobre un sillón justo enfrente de la cama.

Decide que es hora de girarse hacia su izquierda. Lo hace pero no hay nadie. Está sola en aquella cama enorme. Aparta las sábanas y se sienta en el borde del colchón. Todo su estómago se revuelve. Baja su cabeza y la descansa entre sus rodillas. Maldito alcohol. Se pone en pie y observa bien la habitación. No tiene la menor idea de donde está. ¿Tanto bebió anoche como para no recordar nada? ¿Y si ha hecho algo mal?

Su vista se topa con una camisa blanca, que no duda en coger para cubrir su cuerpo. Sale de allí. Frente a ella un largo pasillo, con habitaciones a ambos lados. Lo recorre despacio, temiendo lo que pueda encontrar. Escucha sonidos no muy lejos de ella. Parece una televisión. Se asoma a lo que cree es el salón de aquella casa.

—¡Hey! Estás despierta, ¿cómo estás?

—Bien...¿qué hago aquí?—señala hacia el pasillo

—Anoche querías coger el coche para volver a casa, pero ninguno te dejamos. Lo cogí yo y vinimos aquí, estábamos más cerca. Me dijiste que no había problema.

—¿Hemos...? Quiero decir, ¿pasó algo...?

—No, tranquila, no. Yo no podría...—él se alarma ante la pregunta

—¿Y por qué me he despertado en ropa interior?

—Bueno, eso...te tuve que desvestir para que durmieras mejor...y por si te daba por echar todo lo que habías bebido...pero te prometo que solo fue eso...

—Claro...¿y tú dónde has dormido?

—Aquí, en el sofá

Se sienta a su lado. Al lado de aquel joven al que conoce bien. Fue su compañero de trabajo. Empieza a recordar cosas. La despedida, la fiesta, los chupitos, el champán. Reza para que de verdad no pasara nada, no podría perdonárselo nunca. Ya no tanto por ella, sino por su marido. Está muy enamorada de su marido.

—Me siento fatal...no vuelvo a beber así nunca más...

Él ríe y la mira. No es capaz de confesarlo pero ella le gusta. Es una mujer maravillosa. Pero sabe mantener las distancias. Debe hacerlo.

—¿Quieres algo? ¿Agua?

—¡Sí, por favor! Un vaso de agua...Por cierto, ¿qué hora es?

—Deben ser sobre las doce...—intuye él mientras se pone en pie, en busca del vaso de agua

—Oye, gracias por lo de anoche

—Para eso estamos

—Siento lo de la pregunta de antes...es que me he despertado y...

—Tranquila, no te preocupes...pero deberías mirar tu instagram, quizás lo tienes algo saturado...

—¿Por?

—La foto de anoche, ha dado mucho de sí...—sonríe al tiempo que se acerca a ella y le tiende el vaso

Las fotos, querrás decir

Coge el vaso y da un sorbo. La pequeña cantidad de agua fría corre veloz por su garganta. La agradece como nunca había agradecido un vaso de agua. Él se vuelve a sentar a su lado.

—¿Hice mucho el ridículo?

—Nada que lamentar

—Menos mal, porque luego tengo que volver a ver a esa gente

—Había quien iba peor que tú

Ella no sigue la conversación. Se instala un silencio incómodo. Él la observa mientras apura el vaso de agua.

—Tienes un poco de rimel...—señala la parte baja de sus ojos

—No me he mirado pero debo llevar unas pintas—deja caer mientras sonríe

—Que va, estás preciosa

Ella hace caso omiso a las últimas palabras de él. Recorre con sus dedos sus mejillas y sus ojos.

—¿Así mejor?

—Espera

Él se acerca algo más a ella. Las yemas de sus dedos llegan hasta sus ojos. Aprieta ligeramente para apartar las dos zonas negras, restos del maquillaje. Ella le mira a los ojos, esos ojos. Sin darse cuenta están más cerca de lo que deberían. Ambos cierran los ojos. Ya se han besado antes, pero de un modo muy distinto. Sus labios se juntan. Al sentirlo, ella abre sus ojos. No puede hacer eso.

—Perdona, debo irme ya. Pensarán que me ha pasado algo.

—Claro...claro...sobre la mesilla tienes todas tus cosas...

La ve desaparecer por el pasillo. Sabe que la ha cagado y se maldice a sí mismo por ello. Con ella no, con ella no puede intentar nada. Se deja caer en el sofá y cierra los ojos.

—Yo...me voy...gracias de nuevo por lo de anoche...

—De nada

Ella alcanza la puerta. Ni siquiera se ha fijado en si lo lleva todo, pero solo quiere huir. Él se pone en pie y llega junto a ella.

—Hablamos...

—Claro, adiós.

Sale a toda prisa de allí. Coge el ascensor y sale a la calle. Su coche está en la acera de enfrente. Llega hasta él y se sienta. Apoya sus manos en el volante y suspira. No debe tener en cuenta ese beso, no ha sido nada, no ha significado nada. Intenta recordar la noche anterior. ¿De verdad no haría nada? No está segura, pero tampoco lo puede saber a ciencia cierta.

Arranca el coche, camino a casa. Por mucho que lo intente no es capaz de recordar. Deberá vivir siempre con esa duda.

One shots!!Where stories live. Discover now