25. Robo

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—¡Vete a la mierda! ¡Me voy! ¡Ya no quiero saber nada de ti!

Abre la puerta, furiosa, sin preocuparse de que dé contra la pared. Él la sigue, intenta calmarla aunque en su interior continua pensando que no servirá de nada. La coge del brazo. Ella le mira, aún más furiosa.

—¡Déjame!

Llega hasta el rellano. Alguien sube por las escaleras en ese momento. Una mujer de mediana edad que se detiene en el último escalón al intuir la discusión. Dobla el pequeño papel con algo escrito que sostiene entre las manos y lo guarda en el bolso. Ella la mira unos segundos de arriba abajo pero no tarda en pasar por su lado y desaparecer escaleras abajo.

Él se asoma al rellano. Está cansado ya de sus discusiones, sabe que lo más probable es que vuelva en cuestión de horas, cuando se canse de dar vueltas por la ciudad. Algo hace que se detenga. Algo le petrifica por dentro. Ella. Allí, observándole con algo de miedo y vergüenza.

—¿Max?

—¿Blanca? ¿Eres tú?

Ella baja su mirada y su rostro como asentimiento. Siente cierto reparo a acercarse a él. Después de tantos años, no llega en un buen momento.

—Yo solo quería hablar contigo pero...creo que no es el momento ideal...así que será mejor que...

—No, por favor. No te vayas, pasa.

—Podemos hablar otro día...no quiero interrumpir...

—Insisto, pasa.

Ella dibuja una media sonrisa y acepta. Entra en la casa. Él la sigue y cierra la puerta a su espalda. ¿Es ella de verdad? ¿Qué hace allí, justo en el centro de su salón? No sabe como actuar. Ella se gira y le mira, no han pasado los años para él, sigue tal y como su memoria le dibuja. Max se acerca a ella, no está seguro pero la abraza. A Blanca le pilla por sorpresa pero le deja hacer.

—¡Vaya! ¡Qué sorpresa! No me lo puedo creer, ¿de verdad eres tú?

—Me temo que sí—deja caer mientras sonríe

—¿Qué haces aquí? En Barcelona, me refiero...

—¿No te has enterado? Ana ha abierto tienda aquí y bueno, me pidió que viniese y me hiciese cargo y aquí estoy...

—Eso es genial, me alegro mucho por ti. Siéntate, por favor. ¿Quieres algo de beber?

—No, gracias. Max, necesito hablar contigo...es algo...complicado...por eso te he buscado...

—Dime, si puedo ayudarte lo haré. Al fin y al cabo supongo que será importante si te has dedicado a buscarme después de tantos años...

Max se sienta a su lado en aquel sofá azulón que preside el salón. Ella apoya sus manos sobre su falda. No sabe como decir lo que tiene que decir.

—Necesito que me hagas un favor muy grande...

—Suéltalo

—¿Te atreverías a robar en la tienda?

—¿¡Qué!?

—Lo sé, suena descabellado pero...

—¿Por qué quieres robar en el mismo sitio en el que trabajas?

—No es eso...—ella baja la cabeza como atacada por una vergüenza repentina por lo que está pidiendo—Es para acusar a alguien. Sé que es arriesgado y no sé muy bien por qué te lo he pedido, ni siquiera sé por qué he venido

Se pone en pie, dispuesta a marcharse. Él se levanta también, cogiéndola de la mano. Ella le mira y mira sus manos, unidas. La última vez que le vio le pidió a base de gritos que no la tocara, que no la volviese a tocar jamás. Pronto se había arrepentido de esas palabras.

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