29. La Vuelta

493 12 6
                                    

—¿Sabes todo lo que tienes que hacer, verdad?

—Por supuesto. Sabes que soy el mejor encargado de compras que has tenido en años.

Max sonríe de forma pícara. Tiene la suficiente confianza con su jefe como para hablarle de ese modo. Más que su jefe se ha convertido poco a poco en su amigo. Él le ayudó a salir adelante cuando no tenía nada, cuando dejó Velvet sin saber que le depararía el futuro, él estuvo ahí y confió en él. Arturo se pone en pie y sonríe. Rodea la mesa y coge un puro, lo enciende y le tiende a Max una carpeta marrón con varios folios en su interior.

—Este trabajo es de los fáciles. Les convences de que es lo mejor que les puede pasar, que una gran empresa se haga cargo de su negocio les vendrá bien. Ya no estamos en los 50, la moda avanza, todo avanza y ellos siguen anclados en esos años, así que se lo ponemos en bandeja.

—Lo sé. Haré que firmen sin apenas darles tiempo a pensarlo. Les conozco, he trabajado con ellos y estudiado como funcionan. En los últimos años les ha ido bien en Barcelona pero Sevilla ha sido un pozo sin fondo para ellos. Le tienen cariño a las galerías de Madrid pero conseguiré que se deshagan de ellas.

—Sé que sabrás hacerlo.

Max se levanta y alcanza el minibar, sirviéndose una copa. Por fuera aparenta una total tranquilidad y una serena seguridad que para nada siente por dentro. Recuerda, mientras toma un sorbo de whisky, sus días en Velvet. No puede jugársela a Alberto, le conoce demasiado. Sabe que este negocio va a ser diferente, que debe ir de frente. Tiene demasiados sentimientos encontrados como para hacerlo de otro modo. Termina su copa de un solo sorbo y la deja, contundente, sobre la mesa. Alcanza la carpeta, la ojea con algo de prisa y la guarda bajo el brazo.

—Te voy informando de todo.

—Eso espero.

Max sale del despacho y suspira. Debe poner rumbo a las Galerías Velvet. No se siente preparado pero debe hacerlo. Hasta algún tiempo después de dejar Velvet intentaba evitar pasar por allí, incluso por la Gran Vía. Daba vueltas y vueltas por las calles más estrechas para evitarla a toda costa. No estaba listo para reencontrarse con ella pero tampoco lo está ahora. En realidad desconoce lo que ocurrió allí tras su marcha, quizás fue peor de lo que siempre ha imaginado o quizás no. Perdido entre sus pensamientos llega hasta la calle y alcanza su coche. Nunca en los últimos años se ha planteado tantas cosas como en ese momento. Para la empresa no es más que una transacción, una empresa mediana que pasa a engrosar sus filas, nada más. Es algo que se compra, se reforma y dado el caso se vende. Para él lo llevaba siendo durante años pero con Velvet era tan distinto. Debía volver a entrar ahí, recorrer ese hall que tantas veces había recorrido bajo la atenta mirada de don Emilio, revisar los talleres a los que en tantas ocasiones había bajado solo para ver a Blanca, para observarla desde las ventanas y verla trabajar, moverse con gracia entre las mesas y ordenar con estricta seriedad los rulos de tela, debía volver a subir a los despachos de dirección, a esos despachos casi inalcanzables a los que solo se subía por dos motivos si eras un simple trabajador, haber hecho algo bien o haberla cagado hasta el fondo. Suspira cuando se da cuenta de que ya ha llegado a las puertas de las galerías. Ya no hay vuelta atrás. Detiene el coche junto a la acera y baja. Eleva la vista. Ahí están, tan imponentes como siempre. Coge su sombrero y se lo pone, seguido por las gafas de sol. Espera que así nadie le reconozca. Aprieta el asa de su maletín y respira profundo. «Vamos, Max, tranquilo, todo va a salir bien. Seguro que ella no está aquí. Solo entrar, firmar y salir.» Entra. Empuja las puertas giratorias y se adentra en el hall. Todo parece seguir igual aunque en realidad no lo es. No se escuchan las sentencias pesadas de don Emilio, ni las risas ni cuchicheos de sus compañeros, ni la mirada atenta y hábil de Carmen. Se fija en los dependientes, le da la sensación de que no conoce a nadie pero entonces se cuela frente a él un rostro familiar. Sonríe y baja sus gafas. Por él está dispuesto a ser reconocido.

One shots!!Where stories live. Discover now