24. Averías

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—¡Mierda! ¡Otra vez no!

Golpeó enfadada el volante ocre con las palmas de sus manos. El coche la volvía a dejar tirada. Estaba harta de aquel viejo coche pero lo necesitaba más que nunca. Sus constantes viajes de Madrid a Barcelona le hacían vital mantenerlo y por el momento no podía comprar uno nuevo. 

Salió furiosa del coche y miró a su alrededor mientras descansaba sus manos en la zona de las caderas, gesto que repetía siempre que estaba enfadada. Se sintió totalmente perdida, en medio de la nada, ni siquiera sabía donde estaba. Observó la carretera. Ni un solo coche en lo que la vista le alcanzaba.

—¡Mierda!

Subió e intentó ponerlo de nuevo en marcha. Nada. Ni un solo chasquido, ni un movimiento, ni un mínimo ápice de que fuese a funcionar. Nada. Suspiró profundo y recorrió su rostro con las manos. ¿Qué iba a hacer ahora?

Miró su reloj. Llevaba allí casi una hora, sin ningún movimiento en la carretera hasta que escuchó el sonido de un motor a lo lejos, como una especie de zumbido. Esperó en el borde del camino, con los brazos cruzados, dispuesta a detener al primero que se dignaba a pasar por allí. Vio en la distancia y de un modo algo borroso una especie de camión. Se sintió aliviada por momentos. 

—¡Eh! ¡Aquí!

El desconocido se detuvo al llegar más o menos hasta su altura. No era un camión, era una grúa.

《¡Gracias al cielo!》

—¿Qué le ha ocurrido?

—El coche, me ha dejado tirada desde hace un buen rato. No consigo volver a ponerlo en marcha.

—Suba. Le llevaré el coche a un taller que está cerca. Es de un amigo. 

—¡Muchísimas gracias!

***

—¡Max! ¡Aquí te traigo una avería! ¡Nos vemos! ¡Ah, gracias por prestarme la grúa! Él estará por ahí, entre.

Blanca entró en aquel taller lleno de grasa y apartado de la mano de Dios, viendo desaparecer al simpático desconocido que le había salvado la vida. Miró a su alrededor, un par de coches y piezas sueltas de motor, puertas, ruedas y algún que otro cachivache que ella no había visto en su vida. El que supuso sería el encargado de aquel taller no aparecía por ningún lado. Se adentró un poco más de manera tímida.

—¿Hola? ¿Hay alguien?

—Un momento. Ahora salgo.

Se cruzó de brazos. Era su posición inconsciente de espera. Él miró hacia su derecha, desde debajo de un coche que intentaba arreglar. Pudo ver un par de piernas largas y estilizadas, cubiertas por unas medias casi transparentes, una falda negra que le cubría hasta las rodillas y unos tacones de aguja.

Salió de su medio escondite. Ella le observó de arriba abajo. Un joven fuerte, de ojos azules, pelo castaño, con un mono azul de trabajo por la cintura y una camiseta blanca de tirantes cubierta de grasa. Mordió su labio inferior por la zona interior.

《¿Qué haces, Blanca? Contrólate》

—¿Qué le ha ocurrido?

—Pues...la verdad es que no lo sé...

—Tranquila, ahora le pego un ojo

—Suele dejarme tirada bastante a menudo, llevo ya unas cuantas reparaciones, sobretodo del motor...

—Haré todo lo posible por dejarlo como nuevo, y a ver si así no hacen falta más reparaciones.

One shots!!Where stories live. Discover now