16. Memento mori

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Una mujer se arrodilla con dificultad frente a una tumba. Las modas han cambiado pero ella sigue siendo fiel a sus faldas de tubo aunque le limiten los movimientos. En la tumba apenas se distinguen ya las letras que sobre la piedra están escritas. No tiene foto alguna. La tierra humeda la cubre casi por completo. La mujer se deshace del ramo de flores ya marchitado que descansaba sobre la tumba y coloca uno nuevo, lleno de vida y vigor. Curioso contraste con el lugar que lo envuelve. La mujer mira al cielo, el sol radiante que había cuando ha salido de su casa ha desaparecido para dejar paso a unas nubes espesas y negras. Tenía razón el hombre del tiempo, se esperan fuertes lluvias. Aún así ella ha decidido salir.

A tan solo unos metros, justo detrás de un gran sauce de ramas fuertes y gruesas, escondido, un joven la observa. En realidad ya no es tan joven pero al verla recuerda cuando lo fue. Todos sus recuerdos se refrescan al verla. No esperaba volver a encontrarse con ella, forma parte de otra etapa de su vida. Coloca sus manos en los bolsillos y saca un cigarrillo.

—¡Papá! Ha dicho el médico que no deberías fumar

Una niña de unos 8 años se presenta ante él y le observa algo furiosa, con las manos en la cintura, en forma de jarra. Él no puede evitar sonreir. No sabe por que pero le recuerda a ella. Tiene su genio, tiene su autoridad, tiene su fuerza, y sin embargo, no tendría que ser así, no tiene nada que ver con ella.

—Es verdad, cariño. Perdona.

No tiene más remedio que apagarlo. Sigue con su mirada fija en ella. Sigue allí, de rodillas frente a la tumba. Le rompe el corazón verla allí.

La mujer se pone en pie. Considera que ya ha cumplido la visita diaria a la tumba de su hijo. Ha cambiado sus flores y ha hablado con él. Siempre le cuenta lo que nunca le pudo decir. Todos los días se despide de él con un "lo siento" que repite como el Padre Nuestro. Nunca ha sido especialmente religiosa pero prefiere creer que su hijo está en un buen lugar, uno mejor del que ella le dejó. Aunque pasaran dos vidas jamás podría perdonarse lo que hizo. Recorre la zona baja de sus ojos y seca con sus guantes el par de lágrimas que habían escapado de sus ojos sin darse cuenta.

Él continua observando sus movimientos. Quiere esperar a que se marche para acercarse a la tumba. No quiere entrometerse pero le gustaría saber que es de su vida, si continua trabajando, si tiene pareja, o simplemente si se acuerda de él.

—Papá, mamá quiere que vayamos allí—la pequeña señala otra zona del cementerio

—Espera un momento, cielo. Papá quiere ir a visitar a alguien

Da un paso al frente. Ella sigue allí de pie. Quiere hacerlo. Quiere observar de nuevo su rostro, quiere volver a ver esos brillantes ojos verdes, quiere volver a sentir lo que sentía tantos años atrás al mirarla. La pequeña le coge de la mano y le mira pero él ni se percata.

—Voy contigo

Cruzan el estrecho camino de tierra y gravilla que les separa de la zona más antigua del cementerio. Él avanza con firmeza, casi sin pensar, hasta llegar prácticamente a su lado. Ella siente una presencia a su espalda. Mira de reojo pero tan solo ve a una niña. Da un paso hacia su derecha y baja su mirada.

—Disculpe, estoy aquí en medio...

Decide mirar a esa visita inesperada. Él mira la tumba con tristeza mientras agarra a su hija de la mano. Ella se vuelve pálida al observar quien es el que está a su lado. No esperaba verle allí, nunca le había visto en esa tumba.

—¿Max?—le mira, curiosa y sorprendida

—Hola, Blanca

—¿Qué? ¿Qué haces aquí?

—El padre de mi mujer falleció hace dos días...

—Yo...lo siento...—se siente totalmente desubicada en aquella situación

—¿Cómo estás?

Después de tanto tiempo, no sabe que responder a esa pregunta. No sabe como está. ¿Sola? ¿Triste? ¿Jubilada? Opta por lo más fácil.

—Bien...y tú, ¿qué tal estás?

—Bien, supongo...Me alegro de verte tan...tan...igual

—¿Igual?—sonríe algo tímida

—Estás tal y como te recuerdo

—Permíteme que lo dude...tú no estás igual, has crecido

Le observa de arriba abajo. Viste de traje, un traje negro que de haber continuado trabajando en las Galerías Velvet no hubiese podido comprar. Le sienta muy bien. Su rostro es ahora mucho más duro, más curtido por los años pero sus ojos azules siguen estando ahí, tal y como ella los recordaba.

—He madurado...me casé, conseguí un trabajo, tengo una hija maravillosa...Saluda hija.

La pequeña mira a su padre algo desconcertada. ¿Quién es esa mujer? ¿Quién es el que está en la tumba? ¿Y por qué ella se llama como la mujer que ahora la observa con ojos grandes y brillantes? Le da la sensación de que no conoce a su padre.

—Hola

—Hola pequeña...¿cómo te llamas?

—Blanca

—¿Blanca?

—Me gustaba el nombre, y estuvimos de acuerdo...en que...

—Claro, claro

—Además se parece a ti. Tiene mucho genio—él ríe ligeramente—y un corazón enorme

Ella sonríe. Ya había olvidado lo que sentía al tenerle frente a ella. Mira rápida la tumba de su hijo. Ahora él sería como Max, tendría mujer e hijos, un hombre hecho y derecho. O quizás no, ¿quién sabe?

—Leí en los periódicos que habíais abierto en Barcelona...pensaba que estarías allí, con Carmen

—Oh, sí, estuve un tiempo...pero cuando lo dejé volví a Madrid, me siento más cómoda aquí

—Claro...¿qué tal todos? ¿Sabes algo de ellos?

—Todos están bien, cada uno con su trabajo, su familia, en fin...

Él asiente. No sabe que más preguntar. Ya todo le parecen banalidades sin sentido. Quiere, por un instante, perderse en su intemporal belleza. Le gustaría volver a años atrás, a sus noches a escondidas, a sus encuentros furtivos, a sus besos, a su cuerpo, a todo aquello que tuvo que dejar atrás.

—Bueno...yo...debería irme...

Ella también duda. Puede adivinar lo que él está pensando y no sabe si le gusta o lo aborrece. Coge su bolso con fuerza y lo cuelga en su brazo derecho.

—Claro...me quedaré un rato aquí...con Eduardo...espero que no te importe

—Claro que no. Al menos tú le conociste más que yo...

Él le tiende la mano. Quiere romper la lejanía que han mantenido durante los cortos minutos de conversación. ¿A quién pretende engañar? Quiere volver a sentirla, aunque solo sea una pequeña parte de ella. Ella mira su mano, se deshace de su guante y se acerca a él. Duda unos segundos pero se lanza. Agarra su mano. Como una visión, se traslada a su habitación en las Galerías, a sus besos con Max, a sus arañazos, a su fuerza desmedida, a sus cuerpos siendo uno. Respira profundo y le mira a los ojos.

—Durante estos años, ¿has pensado en mí?—él sabe que no pero lo intenta de todos modos—Porque yo sí he pensado en ti.

—No es bueno vivir en el pasado...pero sí...han sido muchas las veces en estos años en las que he pensado en ti.

Ambos sonríen. Ella vuelve a colocarse el guante y baja la mirada. No quiere alargar eso más.

—Debo irme

Se gira dispuesta a emprender su camino de vuelta a casa pero la voz de Max la detiene, haciendo que tuerza su rostro.

—¡¿Si pudieras cambiarías nuestro pasado?!

Ella no responde. Tan solo se limita a sonreír mientras desaparece en la neblina gris que las espesas nubes han ido creando.

One shots!!Where stories live. Discover now