13. Arte

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I.

Se había enamorado de ella. Estaba total y completamente enamorado. De ella. De la mujer que él mismo había creado. De la mujer que su cabeza había inventado, que sus ideas habían ido conformando hasta perfilarla por completo. ¿Se estaba volviendo loco? Aquello se le escapaba de las manos. 7 días y 7 noches encerrado en un taller.

La observó. Observó lo que había creado. Ojos claros, verde aceituna, pelo castaño, labios carnosos, pómulos marcados, aspecto rígido y angelical, cuerpo perfecto.

Perfecta armonía que se enmarcaba en un espacio tenue. Aquella era su obra maestra. Tenía que serlo. Se dejó caer ante ella. Sonrió. Nunca había sentido ese amor y, sin embargo, no era real.

Miró por la ventana. ¿Era de noche? ¿o media mañana? Se acercó a su mesa, todo estaba revuelto. Buscó un paño ya sucio y raído con el que limpiarse las manos. Le dio un nuevo vistazo, ¿qué tenía aquella mujer? Su mirada directa y penetrante no podía dejarle indiferente. Por eso estaba enamorado, ella era todo lo que él nunca podría ser.

Salió a la calle. Era de noche. No sabía de qué día, ni de qué hora. La luna era llena. Su luz iluminaba todos y cada uno de los rincones de aquellas calles abandonadas.

II.

No le gustaba vender su obra. En absoluto. Pero debía hacerlo. Debía desprenderse de todos y cada uno de sus lienzos para sobrevivir. Excepto de ese. Ese nunca iba a escapar de sus manos.

Lucía expuesto con el resto pero no estaba a la venta. “Sin título”. No había sido capaz de titular su obra. No había palabras para describirlo o al menos él no las conocía.

Curiosos se acercaban a él, lo observaban, lo analizaban. Sabía que no podían sentir lo que él sentía al mirarla. Nunca podrían hacerlo. No hasta que llegó ella.

III.

Ella. Distinguida. Elegante. Esbelta. Grácil. Fuerte y delicada. Observaba la pintura atónita. Él la observaba atónito a ella. Era ella.

No pudo apartar su mirada. Quería entrometerse en sus pensamientos, descifrar lo que pensaba acerca de su obra pero no lo hizo. No se acercó a ella.

La observó desde lejos. Desde una esquina. Esperó a que se volviera para comprobar si efectivamente era ella. Y lo era. Sonrió. Era su obra hecha vida. Esos ojos verdes, ese pelo castaño, ese aire de fuerza, seguridad y delicadeza.

No le dijo nada. Sabía que ella sí había podido descifrar su obra. La había entendido porque ella era su protagonista.  

IV.

Que poco sabía él de su obra pese haberla creado. La mujer no era fruto de su imaginación, aquella mujer era real.

Solo que él no recordaba que un día, por azares del destino, habían cruzado sus miradas en plena calle, como dos auténticos desconocidos.

One shots!!Where stories live. Discover now