28. Sevilla

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Seis de la mañana y una habitación de hotel. Lanzo mi mano derecha sobre el despertador que queda sobre la mesilla de noche y que no para de sonar de un modo insistente. Sé que debo levantarme o me arriesgo a perder el vuelo a Sevilla pero eso no quita que permanezca unos segundos de más en la cama. Miro al techo, la cama de matrimonio queda tan vacía desde que sólo estoy yo, aunque es algo a lo que estoy acostumbrada. Suspiro y me incorporo, mi pelo cae sobre mi rostro y lo aparto, recogiéndolo en una coleta rápida. Probablemente Macarena ya esté lista y esperándome pero hay tiempo de sobra. No puedo evitar que escape de mí un bostezo profundo mientras me pongo en pie. El suelo está frío aunque la alfombra lo amortigua. Avanzo hasta el baño. Mi rostro cansado se topa con el espejo, que me devuelve una imagen familiar pero a la vez extraña, a mi misma como nunca pensé que estaría. Me mojo un poco la cara y vuelvo a la habitación, mi vestido tiene que estar por algún lado. Metí toda mi ropa en la maleta de un modo precipitado en cuanto Macarena me dijo que definitivamente nos marchábamos a Sevilla, que se había librado de los tejemanejes de su marido y que teníamos vía libre para iniciar Velvet allí. La verdad es que para mí fue un alivio que así fuera, no sé que habría sido de mí si no lo llegamos a conseguir. Volver a Velvet, quizás, pero no estoy hecha ya para volver a ser jefa de taller, he cambiado demasiado como para volver a lo de antes. Sonrío para mi misma, que lejos quedan ya esos días. Doy con mi vestido, doblado sobre el brazo de uno de los sillones que quedan en la esquina de la ventana. Me gusta ese vestido, lo compré en Cuba cuando me di cuenta de que los míos apenas servían allí. Como no, sigue la tónica de la isla, que aquí queda bastante fuera de lugar pero me importa más bien poco. Lo dejo caer sobre mi cuerpo, queda algo más corto de lo que debería. Alcanzo mi neceser y vuelvo al baño. Nada más dejarlo sobre el lavamanos alguien llama a la puerta con dos golpes suaves. Arreglo mi pelo con prisa y llego hasta la puerta. Abro con calma. Macarena aparece sonriente al otro lado, cargada con su maleta y su bolso. Le sonrío.

—Buenos días, Blanca. ¿Cómo vas?

—Pasa, Macarena. Casi lista, me maquillo un poco y nos vamos.

—Perfecto, tengo un taxi ahí abajo. ¿Puedes creerte que estoy nerviosa?—ríe mientras deja la maleta en el suelo, al lado de la puerta—. No puedo creer que lo hayamos hecho, que al final mi hijo haya conseguido convencer a mi marido.

—Lo sé, cuesta creerlo...—dejo caer mientras vuelvo al baño y abro todo el conjunto de maquillaje.

—Que estoy segura de que Sergio le habrá ofrecido algo a cambio pero...bueno...si han llegado a un acuerdo...

—En quien no dejo de pensar es en Raúl, ¿cómo estará?

Me asomo desde el baño hasta la habitación ante la falta de respuesta. Macarena aparta la cortina y se asoma por una esquina de la ventana que da a la calle. Al verme vuelve a cerrar y sonríe.

—Cierto...supongo que bien, ya sabes como es el señor de la Riva, sabe arreglárselas solo, aunque sea en África...tú te fuiste sola a Cuba y aquí estás, sana y salva.

—No es lo mismo, Macarena...allí debe ser más complicado...pero sí, supongo que él sabe arreglárselas.

Vuelvo a mi posición anterior, alcanzo el pintalabios rojo y repaso con cuidado el borde de mis labios. Veo de reojo a Macarena, que se apoya en el dintel de la puerta y se cruza de brazos. Sé que me mira de un modo cariñoso.

—¿Qué pasa?

—Estaba pensando en lo distinta que estás, la diferencia que hay desde el día que viniste a verme por primera vez hasta ahora, no pareces tú. Estás muy guapa.

—He pasado por muchas yo a lo largo de mi vida, no sé si está será la definitiva.

Le sonrío y salgo del baño, dejando una cálida caricia sobre su antebrazo. Guardo el neceser y cierro la maleta. Cojo mi bolso y lo cuelgo en mi hombro mientras aprieto el asa de la maleta con la mano derecha. Estoy lista para dejar Barcelona atrás. ¿Lo estoy de verdad?

One shots!!Where stories live. Discover now