9. ¿Qué haces aquí?

561 14 0
                                    

Llegué temprano a casa de Esteban. No sé muy bien por qué pero estaba terriblemente nerviosa. Aún no me había acostumbrado a eso de acudir a cenas y bailes de la alta sociedad. Me resultaba extraño. Yo había dirigido la confección de muchos de los trajes que llevaban aquellas mujeres y eso me recordaba, una y otra vez, que yo nunca estaría en su posición por mucho que Esteban se empeñara en repetirme que yo era "mejor que ellas". Yo no pertenecía a su mundo, eso lo tenía más que claro, aunque debo reconocer que me gustaba saborearlo de vez en cuando.

Arreglé mi vestido, aquel vestido rojo que Raúl había confeccionado para mí, y llamé a la puerta. Esperé unos segundos hasta que tras la puerta apareció la sonrisa de Lucía.

-Hola Lucía
-Buenas noches, doña Blanca...

Sabía que estaba incómoda. Lo sabía porque yo también lo estaba. A veces era extraño separar el trabajo y la vida diaria. En el trabajo yo era la jefa pero ahora no tenía poder sobre ella. Sonreí amable, en un intento de llevarme bien con ella.

-Mi padre está arriba...bajará enseguida, ¿le llamo?
-No te preocupes...

Me guió hasta el salón y me invitó a sentarme. Volví a sonreir y me senté. Ella ocupó un sitio a mi lado.

-Está muy guapa...
-Muchas gracias, Lucía...tú también

Se escucharon unos pasos por las escaleras y ambas nos giramos hacia la dirección de donde procedían. Esteban bajaba con la pajarita deshecha y las mangas abiertas.

-Estás aquí, menos mal...¿me ayudas?
-Desde luego eres un desastre...

Llegué hasta él y abroché sus gemelos. Llevé mis manos hasta su cuello y él me miró, cómplice. Sonreí con cierta desgana. Últimamente me había empezado a plantear muchas cosas de mi vida y eso le incluía también a él. No sabía si me veía en el futuro con él. Creo que nuestras vidas eran muy distintas. Ya no éramos unos jóvenes alocados que se empeñaban en luchar por su amor, en un vano intento de ir en contra de las normas establecidas. Ahora ya poco quedaba de aquello. Ahora éramos dos adultos enfrentándonos a la dura realidad que la vida nos había servido a cada uno.

Até la pajarita en cuestión de segundos, práctica, supongo, y apoyé mis manos en su pecho.

-Listo
-¿Qué haría yo sin ti?

No respondí. El sonido del motor del coche nos recordó que debíamos salir si no queríamos llegar tarde. Los tres llegamos hasta aquel largo y elegante coche negro, poniendo rumbo al hotel Ritz.

Nada más llegar Esteban me ayudó a bajar del coche y entramos. Todo era de una elegancia exquisita. Grandes lámparas de cristal adornaban aquel salón inmenso, decorado en tonos ocres y azules. Me sentí extraña, toda aquella belleza llegaba, incluso, a agobiarme.

Esteban no tardó en acercarse a un grupo de hombres de charlaba animadamente mientras fumaban y bebían. Lucía me cogió de la mano. ¡Gracias a Dios porque estaba totalmente perdida!

-Venga conmigo...los negocios suelen ser bastante aburridos...créame

Asentí. Nos juntamos a un grupo de mujeres de variada edad, todas elegantemente vestidas, algunas incluso demasiado.

-¡Lucía! Has venido...ya pensábamos que no ibas a venir...
-No podía faltar...Les presento a Blanca...

Todas me miraron. Sentí que mis mejillas se volvían cada vez más sonrosadas. Tomé aire y sonreí. Debo reconocerlo, fingí mi sonrisa.

-Un placer...
-¿Así que es usted la que ha conquistado el corazón de Esteban Márquez? La felicito por ello...es un gran partido...

No supe que decir. Lucía me miró. Era una mirada entre comprensiva y divertida, como diciéndome que me tomara aquello con humor.

-Si que lo es

La vi esconder una sonrisa y yo contuve la mía. Después de aquella tensa presentación la situación se fue calmando y se llenó de comentarios banales sobre moda, diseñadores, próximos matrimonios y prensa rosa. Aquellas mujeres no tenían nada más en la cabeza. Pensé en su vida, debía ser bastante aburrida.

Todo iba bien hasta que le vi. Me quebré por dentro. Al principio sólo era un joven camarero que iba sirviendo entre los grupos de gente pero todo cambió en el instante en que se acercó al nuestro. Llegó con la mirada baja, como asumiendo su posición, y aproximó la bandeja de copas. No le presté atención hasta que levantó la mirada. Nuestros ojos se fundieron en uno. Mi corazón empezó a acelerarse y sentí una enorme presión en el pecho. Tenía que salir de allí. Él apartó la mirada e hizo ademán de marcharse. Al hacerlo, la única copa que quedaba en la bandeja, la mía, se escurrió por una de las esquinas y terminó en mi vestido, manchando parte del pecho y la falda.

-¡Cuánto lo siento! Déjeme que le traiga algo para limpiarselo
-Eso limpielo cuanto antes o no conseguirá sacarlo-comentó una de ellas
-No se preocupen...ahora mismo lo arreglamos...

Todo sucedió muy rápido. Recuerdo que se dirigió a mí con una servilleta, dispuesto a limpiarme. Le lancé una mirada furiosa, recordándole los límites y no tardó en detenerse.

-Será mejor que vayamos al tocador a limpiarlo...
-No te preocupes Lucía, seguro que este joven tiene algún producto para casos de emergencia...
-Por supuesto, si me sigue...

Fui tras él. Dejamos atrás todo el barullo de la fiesta y llegamos hasta la zona de los trabajadores. Miré a los lados, no había nadie, así que le cogí del brazo y tiré de él, sacándole a la calle por una de las puertas de emergencia.

-¿Se puede saber qué haces aquí?
-Trabajo
-¡Qué casualidad!
-¿Qué quieres? Tengo que volver al trabajo
-No quiero nada, sólo que no creo que esto haya sido una coincidencia. Tú sabías que iba a venir
-¿Pero qué dices? ¿Crees que te voy persiguiendo por todo Madrid?
-¡A mí no me grites!

No pude decir nada más. Max se lanzó sobre mí, me pegó a la pared y me besó. Me besó de un modo salvaje, apasionado, como nunca antes lo había hecho. Me dejé llevar por completo. Aquel muchacho tenía algo, me resultaba tan atrayente, que al verle mi cuerpo empezaba a encenderse sin que yo pudiera evitarlo. Mis manos se trasladaron a su rostro y me agarré a su pelo mientras las suyas recorrían mis piernas por debajo del vestido.

-Te odio por esto...-suspiré

Empezó a besarme el cuello. Me desarmó por completo. Mi cuerpo pedía a gritos más y más de aquello pero mi mente sabía que era un error.

La voz de Lucía gritando mi nombre me detuvo. Recé para que no abriera aquella puerta.

-Tengo que irme...
-Blanca, espera

Me tendió un pequeño papel blanco con algo escrito que yo guardé en mi bolso sin mirar.

-¿Qué es?
-Mi dirección. Por favor, ven a verme cuando te canses de este papel que ahora interpretas...
-Yo no interpre...

Me cortó con un beso rápido que yo intenté alargar.

-Sé que me sigues deseando, porque yo también te deseo a ti...y ahora vete, no vaya a ser que te metas en un lío. Ah, siento lo del vestido...

Tuve que contener una sonrisa. Estaba claro que Max había madurado. Me acerqué a él una última vez y le volví a besar. No sé que tenían sus besos pero me hacían perder el control. Me separé y llegué a la puerta. Le lancé una última mirada y salí, encontrándome con Lucía.

-¿Está bien?
-Sí, sí Lucía no te preocupes
-¿Ha conseguido limpiar el vestido?
-Pues no, el chico no tenía nada para limpiarlo...no pasa nada...

La envolví con mi brazo y pusimos rumbo a la fiesta. Me giré ligeramente y le vi, al fondo del pasillo, con las manos en los bolsillos y guiñandome un ojo. Sonreí para mí misma.

One shots!!Where stories live. Discover now