Vigésimo Quinto Rugido

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Ingrid estaba nerviosa mientras ponía la mesa. Tenía unos diez minutos hasta que Daniel viniera para tener al fin a verla a su casa.

Si bien lo habían prometido como segunda cita, no había momento para  que Daniel la visitara a su hogar, pues los padres de Ingrid siempre estaban en casa. Pero esa tarde era la oportunidad perfecta. Su padre fue a una entrevista de trabajo en un laboratorio mientras su madre había ido a ver a unos amigos, aunque la chica no estaba segura si eso era cierto o su mamá en realidad solo se había inventado una excusa para ayudarla a tener la casa sola, algo que Ingrid agradecía sinceramente.

La chica se había estresado un poco al preparar la comida que hizo para ella y su novio. Ingrid se sentía algo torpe pues, por muy hábil que fuera, la cocina no era lo suyo. Había seguido los consejos de su madre tan bien como pudo, aunque estaba segura de que el arroz se le había pasado de cocción. Tal vez eso no era tan malo. Quizá a Daniel le gustase así.

Y entonces, notó que no sabía mucho sobre él.

Ingrid comenzó a notar curiosidades sobre su relación con Daniel. Llevaban más de una semana juntos y después de la primera cita habían salido otras tres veces a pasear tomados de la mano o comiendo más de sus helados gratis e incluso se llamaban todos los días, y en todo ese tiempo él no habló de su casa, o de su vida en general. No hablaba de su pasado, ni del hombre del cual se escondía el día que se conocieron, ni de su hombro vendado, ni de la razón por la que su cabello crecía tan rápido, ni de las mujeres que a veces oía discutir detrás de él durante sus llamadas. Ingrid en especial quería saber sobre la chica que hablaba con un acento africano y voz muy aguda.

Naze?(*) - Preguntó en voz baja mientras dejaba los platos y cargaba la olla arrocera, la cual sin querer rozó con el dorso de la y le dejó una rojiza y pequeña ampolla.

Kuso!(**) - Maldijo la joven malhumorada, llevando la zona lastimada a sus labios y succionándola con delicadeza para mitigar el dolor, tal como había hecho las otras 4 veces.

Definitivamente, la cocina no era lo suyo.

De la nada, captó con el rabillo del ojo a a Winggs acercándose al plato de gomitas que tenía en la mesa con obvia intención de llevárselo.

- ¡Ni te atrevas! Eso es para mí y para él... ¡Vuelve adentro!

Winggs gruñó enojado a la chica y se marchó evidentemente enojado, mientras ella miraba su celular.

- Bueno... Ahora a esperar. - Se dijo.

                                                      . . .

Daniel caminaba apresurado. Sabía que estaba llegando tarde a su cita.

Se reprochaba a sí mismo el haber salido de casa tan tarde, pero no se esperaba que el tráfico estuviera tan pesado ese día. 

Claro que no tenía idea de lo que ocurría en el centro...

Por suerte, su cuerpo ya volvía a ser el de antes, por lo que podía caminar rápido como siempre. La medicina hecha por Alya y Ngonni ya había cerrado la herida de su hombro y, salvo ciertas molestias y mucha comezón en él, ya podía moverlo sin problemas. Esta medicina era extraña. En palabras de la misma Ngonni "al entrar en contacto con la herida, ponía al herido a dormir tanto como pudiera mientras forzaba a las células del cuerpo a moverse más rápido y acelerar la curación natural."

- Eso explicaría por qué me siento más viejo... - Murmuró.

No estaba seguro de cuánto, pero parecía que había crecido algunos centímetros y su cuerpo era un poco más ancho, eso sin contar que su voz era un poco más grave y su cabello ahora era tan largo que debía amarrarlo para que no le moleste la vista. Si el kwami tenía razón sobre cómo funcionaba esa pasta rara, eso significaba que haría al cuerpo desarrollarse más rápido de lo normal.

Miraculous Chronicles - A Lion's TaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora