Décimo Octavo Rugido.

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Y caminé.
No estaba seguro de por cuánto tiempo estuve en la calle. New York era una ciudad enorme, y aunque haya nacido en ella, no la conocía por completo. Según un policia al que pregunté, estaba en Manhattan. Moverme por la ciudad de por sí era muy confuso, sin contar que me dolía la cabeza y el hombro no me dejaba de hormiguear.

Mientras daba torpes pasos por la ciudad, acomodaba mi ropa: un suéter delgado color negro, los mismos pantalones que llevaba cuando me eché a dormir después de derrotar al Tríclope y un par de zapatillas, cortesía del hotel al igual que el suéter. 

Seguro Alya se enojaría por hacer pedidos a su cuarto, sin contar que estaría muy preocupada por haberme escapado. Pero no podía estar ahí... 

Mientras caminaba con la mano izquierda en mi bolsillo (para evitar que se mueva y el hombro me empiece a doler otra vez), mi mente trataba de repasar todo lo que me había pasado. El Tríclope, las otras heroínas en la ciudad, mi padre... Dios, lo de mi padre. Sabía que mi familia no era la más confiable de todas, pero demonios. 

- ¡Demonios! - Murmuré, mientras dos chicas me miraron preocupadas mientras cuchicheaban entre ellas. Cuando cruzaron sus miradas conmigo, las chicas se fueron silenciosamente apurando el paso, mientras yo me quedé en mi lugar cuando algo captó mi atención.

Sin querer mi mirada se dirigió a una enorme ventana detrás de ellas, la cual me devolvía mi reflejo: mi cabello estaba hecho un desastre. Mi cuerpo se veía más delgado y, aun cuando Alya me había dicho que me la pasaba durmiendo, mis ojos se veían bastante cansados, con ojeras muy marcadas Ahora entiendo por qué me miraban así. De no ser por la ropa nueva, seguro que parecía un vagabundo.

Sacudí mi cabeza tratando de alejar esos pensamientos, y me di cuenta de que estaba frente a la entrada de un minimarket que había visitado unos días atrás, cuando regresaba a casa con Ngonni de habernos enfrentado al Tríclope varios días atrás. 

- Estoy cerca... - Murmuré para mí mismo.

Este minimarket estaba cerca tanto del trabajo de mi padre como de mi casa. Sentía el cuerpo muy cansado y caminar se hacía muy agotador así que opté en entrar a la pequeña tienda a descansar. Oí que hubo un accidente cerca al hotel de Alya, así que supuse que, a donde sea que hubiera ido ella mientras me quedé dormido, no estaría de regreso en mucho tiempo así que podría regresar a casa sin que tenga que preocuparme porque ella estuviera buscándome.

El Minimarket era un reducido espacio de paredes grises que sólo tenía unos cuatro estantes, un par de mesas al frente  y varios refrigeradores con bebidas de todo tipo, además de haber unas cuantas personas comprando. En el mostrador estaba una chica al lado de la caja registradora, de piel muy blanca y cabello teñido de un intenso violeta, sólo me miró fríamente unos segundos antes de volver a su celular, momento en que aproveché para sentarme lentamente.

Respiré hondo y me senté en una de las mesas con las piernas separadas. Trataba de que mi brazo izquierdo se moviera lo menos posible, pero aun así el dolor me sacaba de quicio. Tenía que pensar qué decir en casa. ¡Me había desaparecido una semana entera! Pero dejando de lado que mi madre podría seguir enojada conmigo por huir... ¿Estaba bien volver?

Sí. Yo estoy recuperándome, y mi padre debe estar igual. ¿Y si ambos estamos camino a casa? ¿Y si él ya estuviera ahí? No podía sólo entrar y ya. Ya intentó matarme una vez. Lo intentará de nuevo, y hasta podría poner en peligro a mi madre y hermana sólo por estar ahí.

- ¡Es una locura! - Murmuré. - ¡No es justo! ¿Por qué me pasa esto? ¿Debería ir? ¿Será peligroso? ¿Qué debería hacer?

Por mera costumbre tomé una de las muñequeras que mi abuelo me había regalado; normalmente me hacían pensar en él y me tranquilizaban.

Miraculous Chronicles - A Lion's TaleWhere stories live. Discover now