Décimo Cuarto Rugido

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Le Gran Paris era un hotel gigantesco muy lujoso y elegante, recomendado como uno de los mejores del mundo gracias a sus amplias y cómodas habitaciones, en las cuales predominaban sus paredes color melón y su mueblería color rojo intenso. Incluso las sedes de New York, las cuales recién habían abierto hacía unos años, se esforzaban en traer la elegancia Parisina. Cada uno de sus trabajadores y servicios se enfocaban en darle todas las comodidades a su distinguida clientela cumpliendo con todas las peticiones posibles: desde lo más simple como suites equipadas con cocina o lavandería propia, hasta el servicio de "cazadores", trabajadores dedicados exclusivamente a obtener productos de todo tipo a petición del inquilino y llevarlos al cuarto del mismo.

Servicios que agradecía tener la inquilina del departamento 709.

*TOC TOC*

- Servicio a la habitación, señorita. - Dijo el trabajador del hotel, con la fingida condescendencia con la que estaba obligado a atender a la clientela. - Traigo la lista de ingredientes que solicitó hace unas horas.

La puerta se abrió rápidamente mostrando a la joven alojada en la habitación: una chica de tez morena y cabello rojizo y ondeado, aunque ligeramente alborotado. Llevaba sus lentes sostenidos por el puente de la nariz y se veía agitada.

- ¿En serio? ¡Vaya, gracias! - Dijo con una amplia sonrisa mientras tomaba la ancha bolsa de papel en sus manos. - Creí que habría problema por haber hecho el pedido tan tarde...

- Descuide, señorita. Por suerte nuestros proveedores y  nosotros tenemos un servicio de veinticuatro horas. Disculpe, ¿Podría preguntarle algo?

- Claro, ¿Qué ocurre?

- Pues, me encargaron buscar los ingredientes que solicitó en su lista precisamente por mis conocimientos en botánica. Y aunque no reconozco muchos de los productos, no pude evitar percatarme que varias de estas plantas e insumos se usan en medicina africana. ¿Necesita de algún remedio por casualidad?

- ¡N-no, para nada! - Dijo ella, fingiendo tranquilidad. - A mi madre le gusta la comida extravagante, y me pidió comprar estas cosas para cocinar juntas mañana. Por eso lo compré cuanto antes.

- Entiendo, disculpe la intromisión. Que tenga buena noche, señorita Cesaire.

Alya Cesaire despidió al hombre con un gesto de la cabeza y cerró la puerta lentamente. Apoyó su espalda en la puerta un momento y dió un suspiro. De pronto, una estela roja vino volando a gran velocidad y se detuvo frente a su rostro.

- ¿Y bien? ¿Consiguieron todo lo de la lista? - Preguntó Ngonni, el Kwami del Impulso, con un rostro de preocupación.

- Sí. - Respondió, mientras secaba el sudor de su frente. - Hasta a mí me sorprendió que pudieran conseguirlo tan rápido, considerando que son como las cuatro de la mañana.

La joven empezó a caminar hacia el dormitorio mientras el Kwami flotaba al interior de la bolsa de compras para revisar cada producto.

- ¿y bien? ¿Todo eso nos ayudará? - Preguntó Alya, mientras cruzaban la sala de estar.

- Sí, pero debemos prepararlo pronto o no servirá. - Dijo Ngonni con el ceño fruncido. - Me temo que necesitaré manos más grandes, ¿Me ayudarás?

- Llevo ayudándolos desde hace rato, ¿Recuerdas? - Dijo la joven al entrar al dormitorio.

Alya se quedó parada unos momentos en el umbral de la puerta mientras Ngonni salía de la bolsa de compras para luego flotar hacia su Portador, el cual yacía en la cama.

Cada camiseta que Alya había traído en su equipaje estaba debajo del hombro izquierdo del ahora inconsciente Daniel Furaha, el cual tenía una profunda herida que lo atravesaba de lado a lado. Aun cuando el Kwami y la joven habían tratado sus heridas, el sangrado y su fiebre se mantenían ahí. Persistían sin importar qué.

Miraculous Chronicles - A Lion's TaleWhere stories live. Discover now