Décimo Tercer Rugido

69 6 5
                                    

El hormigueo en mi hombro izquierdo parecía extenderse, pero yo no pensaba en otra cosa que no fuera el terror que me invadía. Pude oír otra lanza acercarse a mí y la esquivé a tiempo antes de llegar a un techo bastante alejado.

- ¡Dios... Dios! - Repetía una y otra vez. - Maldición, ¿Qué está pasando aquí? ¡No puede ser él! ¡¡EL NO PUEDE SER MI PADRE!! - Dije en voz alta y saltando hacia otro techo.

Pero al mirar por encima de mi hombro, las pruebas estaban justo ahí. El rostro que me miraba con indiferencia desde niño, ahora me observaba con odio y con ganas de matarme. ¿Era el terror el que me hacía moverme de forma más lenta y torpe? No lo sabía, pero mi padre estaba por alcanzarme. Tomé mi arma y salté hacia un tanque de agua en un techo, el cual derribé con el poco de fuerza que tenía, por lo que mi padre fue incapaz de seguirme. Por mi parte, yo seguí saltando por unos minutos y acabé escondiéndome en un edificio en construcción para descansar.

- GAH! ¡MALDICIÓN! - Grité al caer de forma pesada en medio de la construcción. Me escondí detrás de una pared a medio terminar y me senté en el suelo. Miré a mi hombro izquierdo y pude notar como éste ya empezaba a sangrar por debajo del traje. Mientras sobaba mis costillas para poder normalizar mi respiración, mi rostro bañado en sudor y lágrimas descansaba apoyado en una pared. A lo lejos, unos indigentes que también usaban el edificio como guarida me miraban atónitos.

¿Qué está pasando aquí? - Dije en voz alta. - Se supone que papá no sabía nada... ¡Se supone que Ngonni me contaría todo! ¡¿Por qué no me dijo que mi padre quería este Miraculous?!

- Porque no me lo dará voluntariamente. - Dijo una aterradora voz detrás de mí.

Con una fuerza increíble la pared en que me apoyaba, aun siendo de ladrillos, había sido derribada sin problemas. Mi padre salió de los escombros, sonriendo como una aterradora bestia infernal. La caída de la pared asustó tanto a los indigentes que corrieron aterrados.

- De... ¿De qué hablas? - Balbuceé asustado.

- Ah... Tu madre ya me había explicado que eres bastante torpe, ¡Pero no me dijo a qué punto! - Dijo el hombre poniendo los ojos en blanco en señal de hastío. - Una vez que Ngonni consigue un Portador, no obedecerá a nadie más mientras este siga con vida y desee usar el Miraculous.

Mi padre se acercó a mí mientras hablaba. Mi cuerpo, por instinto, retrocedía arrastrándose.

- Mientras tú estés vivo, yo no puedo tomar ese Miraculous. Así que, en cuanto vuelvas a la normalidad... Te arrancaré la cabeza y tú collar será mío.

- No... ¡No! - Repetía mientras retrocedía en el suelo.

¡Vaya héroe que era! En el suelo, herido, humillado, y cegado por el terror, solo atinaba a retroceder arrastrándome asustado. Podía sentir mi cuerpo hormigueando por alguna razón y sintiéndose más pesado. Hasta ese punto había ganado, con ayuda o por pura suerte, pero había ganado cada pelea que había tenido desde la primera vez que me convertí en K.Lion.

Pero mi padre tiró esa pantalla que había creado para esconder mis miedos y volví a ser el niño asustado que siempre fui. Aquel que Nanna siempre dijo que no debía ser. Trataba de levantarme y pelear, pero mi cuerpo temblaba tan fuerte que pensé que se romperían mis huesos por ello, y cada intento de levantarme me hacía caer al suelo de nuevo, por lo que opté por seguir arrastrándome. No tenía a dónde huir; no podía pedirle ayuda a nadie. Nadie vendría por mí... Sólo estábamos él y yo.

Y un poder especial.

- ¡IMPULSO! - Dije tocando mi pecho, y mi cuerpo salió disparado por una ventana fuera de la construcción. Podía sentir mi cuerpo volando por encima de las calles de New York. Podía oír a la gente señalándome o mirándome muy sorprendidas desde el suelo... El cual por alguna razón se acercaba más y más a mí. Tardé unos segundos en darme cuenta que era yo quien me acercaba al suelo, y solo podía ver aterrado como me desplomaba hacia las calles de New York.

Miraculous Chronicles - A Lion's TaleWhere stories live. Discover now