Décimo Segundo Rugido

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La puerta del calabozo se abrió.

El caballero vió ante sus ojos un largo y estrecho pasillo hecho de ladrillos e iluminado por antorchas. Él levantó su escudo y sacó su espada de la funda que llevaba atada a su espalda. Unas risas macabras hacían eco por todo el lugar. Y también una voz que lo llamaba.

"¡Daniel!"

- ¡Descuida, mi amada! ¡Voy por ti! - vociferó el caballero con su espada en alto y corriendo a lo largo del pasillo. Mientras más se acercaba a la salida, más cerca podía escuchar a la voz gritando su nombre.

"¡Daniel, Daniel!"

De una patada, el caballero derribó la puerta al final del pasillo con tal fuerza que esta cayó al suelo. Entró en el calabozo apenas iluminado por antorchas y repleto de esqueletos vivientes con mirada maliciosa quienes, sin dejar de reírse, custodiaban a una dama encadenada a la pared.

La dama era una mujer de piel blanca de largo cabello lacio y azul con orejas de lobo en la cabeza. Llevaba un antifaz negro con blanco e iba vestida con un vestido blanco y largo pero con un corte del lado izquierdo, dejando ver su muslo de una manera para nada accidental.

- ¡Oh Caballero León Escarlata, salve mi vida! - dijo en un melodioso reclamo.

- ¡Descuide, princesa Sioux! - Dijo el caballero en un tono heroico. - ¡Pronto la rescatare!

Con una irreal maestría, el valiente hombre empezó a mover la espada con gran agilidad, cortando a sus esqueléticos oponentes sin esfuerzo alguno. La dama encadenada lo miraba alabando sus dotes con la espada, canturreando con condescendencia.

Pero de lejos, esta voz extrañamente familiar seguía llamándolo.

"¡Daniel, respóndeme!"

El héroe logró bloquear el ataque de uno de los esqueletos asesinos y, sujetando al monstruo por el tobillo, lo azotó contra una pared, desarmándolo por completo. El joven volvió a oír la voz llamándolo mientras veía a la princesa Sioux aun cantando alabanzas en su honor.

- ¿No era ella? - Murmuró confundido, mientras desarmaba el último esqueleto viviente de un solo puñetazo en las fosas nasales.

Rápidamente el héroe se acercó al altar donde su doncella permanecía encadenada, agradeciendo y prometiendo pruebas de amor demasiado indecorosas para repetirse, pero la voz seguía llamándolo, está vez con desesperación.

"¡DANIEL, HÁBLAME!"

Daniel una vez más las ignoró y rompió a espadazos las cadenas que retenían a la jovencita, quien cayó rendida a los brazos del héroe en armadura.

- ¡Oh gran León Escarlata, le agradezco eternamente por salvar mi vida!

- El honor ha sido todo mío, princesa Sioux. - Dijo el gallardo guerrero con una amplia sonrisa, quien luego se quitó el casco para acercarse a besar los labios de su amada...

Pero antes de acercarse, ella abrió los ojos, volteó la cara de su salvador, acercó sus labios a su oreja derecha y, con toda la fuerza de sus pulmones, gritó:

- ¡DESPIERTA, DANIEEEEEEEEEEEEEEEL!

*BAM!*

El fortísimo ruido de algo destruyendo la pared de su habitación logró al fin sacar a Daniel de su sueño. Claro que la mayor parte del trabajo de despertarlo la hizo el fuerte grito que dio Ngonni, el Kwami del Impulso, quien se veía algo exhausta.

- ¡¿Qué demonios pasa aquí?! - inquirió en voz alta el muchacho, levantándose de su cama de un salto y retrocediendo hasta la pared opuesta a la que tenía un enorme hoyo que daba al armario al lado del cuarto de Daniel.

Miraculous Chronicles - A Lion's TaleWhere stories live. Discover now