90. Antes de todo

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Al siguiente día, Esmeralda y Ezra bajaron a desayunar, como todos los días, con la señora Fibi. Esmeralda continuaba sin ánimo, movía su humeante comida de un lado al otro de su plato sin probar bocado alguno.

—¿Pasa algo, cariño? —preguntó la señora Fibi sonriente.

—No, nada especial —respondió la chica—. ¿Podrías contarnos más sobre la princesa Sofía? —pidió ella causando que su amigo le lanzara una mirada.

—Bueno, era una bebé preciosa, yo jugaba mucho con ella. Cuando se fue, la luz de este castillo se apagó —comentó con tristeza la tierna señora.

—Esmeralda, creo que tenemos que irnos, ¿no es así? —dijo Ezra tratando de lograr que no continuara el interrogatorio.

—Muy cierto —recordó la muchacha levantándose de su silla—. Nos veremos luego, señora Fibi.

—Adiós, queridos —se despidió sonriente la dulce ama de llaves.

Los muchachos caminaron ansiosos hacia la habitación de Esmeralda. Abrieron la puerta con cautela fijándose que no hubiera nadie que los estuviera vigilando. Cuando entraron, admiraron a Celta tendida sobre la cama de Esmeralda, tenía el cuaderno de Dulce entre sus manos.

—¿Cómo entraste aquí? —preguntó Esmeralda sorprendida.

—Dirijo todo un ejército y crees que no puedo entrar a una habitación —respondió ella tranquilamente—. Interesante cuaderno, ¿es tuyo?

—Para nada —dijo Esmeralda sentándose junto a Ezra en el sillón de su cuarto—. Era de la hermana de uno de mis ex profesores, después cayó en manos de una amiga y ella me lo regaló a mí... Pero no te emociones con él, está lleno de desvaríos, aunque admito que es muy interesante.

—¿Te molesta si me lo quedo? —preguntó Celta cerrándolo.

—Me sorprende que me lo pidas, cuando entraste a la fuerza a mi habitación —pronunció Esmeralda sonriendo—. Pero no, no hay problema, llévatelo.

—¿Qué es eso? —preguntó la pelirroja chica haciendo referencia al sonido de unos rasguños en la puerta de Esmeralda.

—No te angusties, conozco bien ese sonido —rió la chica y al abrir la puerta entró el peludo Seo y se acomodó al costado de Ezra.

—Bueno, a lo que vinimos. ¿No, señoritas? —recordó Ezra mirándolas a las dos—. ¿A alguien ya se le ocurrió algún plan?

—Bueno, yo había estado pensando que podríamos...

—Toma todo eso que pensaste —interrumpió Celta a Esmeralda— y tíralo a la basura. Aquí haremos lo que yo diga, ¿de acuerdo?

—¿Eso fue una pregunta normal o una retórica? —dijo el muchacho ganándose una mirada asesina.

—Entonces explica tu plan —pidió Esmeralda sentándose en el borde de su cama.

—No. El plan está estructurado, pero no les diré nada, al menos aún no —exclamó Celta paseando por la habitación husmeando las cosas de la rizada chica.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó ella.

—A que actuaremos en silencio —respondió Celta—. Seamos honestos, Ciro te ve como a una completa idiota, te dejará hacer casi cualquier cosa, en cuanto no sea nada significativo. Entonces aprovecharemos eso, haremos un ataque sigiloso, pero que detonará de un día a otro —explicó Celta admirando a sus compañeros confundidos—. Les enseñaré todo lo que necesiten saber para poder vencerlo, sólo tienen que ser pacientes, este proceso tomará un tiempo.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Where stories live. Discover now