85. La mejor noticia

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Poco a poco la chica se fue acostumbrando al castillo, ahora era casi como un hogar. Pasó el tiempo y la amistad de Ezra y Esmeralda no tardó en volver a renacer de las cenizas en las cuales se habían transformado debido a los años que estuvieron separados.

Seo era ya casi propiedad de Esmeralda, siempre se la pasaba junto a ella y Ezra, así que era prácticamente su mascota. La relación con Celta no mejoró, la encargada de encabezar al ejército de Imperia era sumamente difícil de tratar, así que solamente intercambiaba un par de palabras con Esmeralda en las situaciones más extremas.

Se reunía todos los días con Ciro, estaba al tanto de cada movimiento que se realizaba en el reino, o al menos eso creía ella. Y con cada día que pasaba crecía un poquito más el amor que le tenía en secreto al Rey. Dudaba si decirle o no, ya no podía aguantar las ganas de gritar a los cuatro vientos lo que sentía por él, pero la detenía el temor a ser rechazada.

Aquel día Esmeralda se preparó como normalmente lo hacía y siguió al pie de la letra su nueva rutina. Se reunió con Ezra en la cocina de la señora Fibi para desayunar y después se dirigió al estudio del rey Ciro para mantener su reunión diaria. Cuando entró al lugar no estaba solo, junto a él estaba el hombre que conoció el primer día que llegó al palacio. En todo ese tiempo no había intercambiado más que algunas palabras con él, como un saludo o un gesto solamente, ella no podía evitar que la recorriera un escalofrío terrible cuando estaba cerca.

—Buenos días, Esmeralda —saludó sonriente el rey Ciro—. ¿Ya conoces a Othel?

—Sí, señor, es un honor verlo de nuevo —dijo la muchacha reverenciando.

—Igualmente... Ciro, nos reuniremos luego, yo creo que deberías pensar un poco mejor lo que te comenté —concluyó Othel reverenciando y despidiéndose.

—Esmeralda, Othel me ha comentado que el viaje a Farblán y Alúan debería adelantarse, por desgracia yo tengo que quedarme a revisar unos asuntos; pero tú, como ya te lo había dicho, sé que me ayudarás viajando a esas regiones. Dialoga con los dirigentes y, si puedes, con el pueblo, pero ten mucho cuidado, es gente peligrosa —advirtió el Rey tranquilamente.

—¿Cuándo tengo que partir? —preguntó Esmeralda de inmediato.

—El próximo mes, es indispensable que estés lista —explicó el rey Ciro mientras tomaba el hombro de la chica causándole sensaciones extrañas en el estómago—. Confío plenamente en ti, Esmeralda.

—No lo defraudaré, majestad —respondió la muchacha sonriendo sonrojada.

—Yo sé que no, pero dime Ciro, por favor —pidió el Rey mientras le dirigía una tierna sonrisa—. No me gusta que te refieras a mí como superior.

—¿Por qué?

—Bueno... Yo siento como si fueras ya parte de mí —confesó Ciro mirando a la muchacha intensamente—. Simplemente ya no puedo imaginar una vida sin ti a mi lado.

Con esto el Rey dejó helada a su consejera, ella trataba de decir algo, pero el impacto no dejaba que ella se moviera ni un centímetro de su lugar, así que Ciro tuvo que cambiar el tema de conversación por uno un poco más serio de un momento a otro.

Cuando salió de aquella reunión estaba llena de emoción, ahora podía decir con seguridad que el Rey se sentía de la misma manera en la que ella se sentía por él. Después de la reunión que tenía con Ciro, que usualmente era muy larga, quedó de verse con Ezra en el kiosco de piedra que habían descubierto el primer día; claramente la chica tendría que pasar por donde se realizaban las prácticas del Ejército Rojo.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Where stories live. Discover now