81. Más de una sorpresa

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Las luces se encontraban tenues en un magnífico y amplio salón en donde se llevaría a cabo aquel baile. Comenzaron a llegar personas de la más alta posición económica y social de Imperia, princesas, príncipes, damas, entre otros. El salón tenía sillas a los alrededores, un espacio para bailar y un candelabro colgando desde lo alto.

Cuando todos los invitados ya se encontraban en el salón llegaron un montón de guardias y mucamas que abrieron camino a alguien que Esmeralda esperaba ver desde hacía mucho tiempo. Esmeralda miró al rey Ciro y se inclinó respetuosamente ante él, al igual que todos los presentes, tan lento que se pasaron los minutos como horas. Volver a verlo fue como regresar a aquel día en el que, lamentablemente, murió su madre. Seguía luciendo tierno, pero ahora tenía un aire un poco más autoritario, como su padre. El Rey la miró y le dirigió una sonrisa, todos se quedaron inmóviles.

—¡Bienvenidos a todos! —anunció el rey Ciro sonriente abriendo sus brazos—. Me complace que hoy nos encontremos reunidos para conmemorar a nuestro reino. Un lugar lleno de prosperidad y victorias. No me queda otra cosa más que decir: ¡Que comience el baile!

Los invitados reverenciaron de nuevo y comenzaron a bailar. El Rey se sentó a lo lejos y fue rodeado inmediatamente por un grupo de damas solteras que anhelaban su mano. Esmeralda quería acercarse pero la cantidad de hermosas jóvenes le resultó bastante intimidante.

La muchacha estaba desganada, un príncipe invitó a Bisnia a bailar y Esmeralda se quedó por un largo rato sentada sin nada que hacer ni nadie con quien hablar, hasta que Diesta se acercó a ella.

—Esmeralda no quiero estar aquí, logré perder a Nana pero pronto me encontrará —explicó la pequeña.

—Diesta, yo tampoco quiero estar aquí pero no puedes hacerle eso a Nana, tenemos que estar aunque no nos guste —respondió la chica acomodándose un poco en su silla.

A los pocos segundos salió Nana como loca buscando a Diesta, la cual fue víctima de un regaño épico por parte de la niña. Esmeralda solo rió por lo bajo y siguió en su papel cuando de pronto vio a Seo que se paseaba por ahí. Todos estaban bailando mecánicamente una canción monótona y triste, así que la muchacha se escabulló y encontró al animalito.

—Hola, Seo. ¿También te mandaron aquí? —preguntó Esmeralda acariciando a su peludo amigo, cuando le vio el hocico, notó que traía algo y se horrorizó cuando vio que era el collar de la Lirastra Fidanchena, el que estuvo buscando toda la tarde—. Con que tú fuiste el ladrón.

Al decir eso la chica intentó quitarle la joya pero el ingenioso bandido escapó corriendo por un pasillo. Esmeralda se quedó pensando un momento si ir o no, pero debía recuperar el collar, así que corrió tras el camino de su presa.

Seo pasó por el pasillo que desembocaba en el comedor, pero antes de llegar a él se dio media vuelta en la misteriosa puerta que vio Esmeralda al llegar; con su fuerza la mascota la empujó y se abrió, siguió escaleras abajo.

—Seo, pequeño rufián. ¡Ven aquí! —susurró Esmeralda y al no recibir respuesta comenzó a bajar con miedo.

Seo corrió por otro gran pasillo, dio vueltas y vueltas en lo que parecía un laberinto. Esmeralda corría lo más rápido que podía, pero el peludo Seo era más rápido que ella. Después de un largo recorrido Esmeralda se detuvo horrorizada, pues llegó un punto en el que vio en las paredes pequeñas manchas de sangre, se asustó y volvió a llamar a Seo, pero el animal se había quedado viendo algo y ya no se movía.

—Seo, ¿qué haces? —preguntó Esmeralda alcanzándolo por fin y quitándole el collar.

El perro miraba afligido y la chica, aunque no quería, volteó. Había un calabozo, en el piso, un hombre tirado en el suelo, parecía muerto, pero no se admiraba bien por la oscuridad.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Where stories live. Discover now