27. Shinzo malhumorada

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Después de aquel terrible día las chicas se reunieron con sus amigos Iniesto y Dimitri para tomar su pequeña clase de equitación. Como no tenían la ropa apropiada para montar tuvieron que irse en sus uniformes. Se encontraron con los chicos en el bosque de la escuela, traían halando tres caballos de más para que las chicas aprendieran, cuando las muchachas vieron a los caballos se maravillaron. Tan hermosos animales, elegantes, dominantes y simplemente perfectos.

—¿Listas? —preguntó Dimitri.

—Algo —contestó desganada Esmeralda, aquellos exámenes consumieron toda su energía.

—¡Vamos! Los exámenes terminaron, olvídense de ellos que hasta mañana sabrán los resultados, así que... ¿Quién quiere ser la primera?

—Yo —dijo suavemente Shinzo.

—Bien, toma mi mano y te subiré poco a poco —indicó Dimitri acercándole uno de los caballos a ella, el chico le extendió la mano a la muchacha y Shinzo la tomó indiferente, como siempre, cuando se vio arriba se quedó inmóvil.

—¿Y ahora qué? ¡No me dejes aquí, soquete!

—Claro que no, muñeca, acaricia un poco al caballo para que te conozca y tú lo conozcas a él —explicó Dimitri.

—No me digas muñeca —reclamó Shinzo acariciando poco a poco al caballo, quien movía sus orejas de vez en cuando.

Dimitri e Iniesto se divirtieron enseñándoles a las muchachas cómo se montaba un caballo. Dieron un tranquilo recorrido por el bosque, a la mitad, los chicos dejaron que las muchachas tomaran el control total de sus caballos.

—Lo haces muy bien, muñeca —le dijo Dimitri a Shinzo que se encontraba a su lado.

—¡Te he dicho que no me llames así! —gritó la muchacha manoteando fuertemente con la rienda entre sus manos.

—No manotees así, el caballo lo puede malinterpretar y salir galopando.

—¡A mí no me dices qué hacer, tonto! Te he repetido más de una vez que...

—¡Deja de hacer eso! —interrumpió Dimitri pues la chica seguía manoteando de la misma manera.

—¡Yo hago lo que a mí me plazca! —Shinzo manoteo por última vez antes de que el caballo diera un relinchido, se inclinara ligeramente hacia atrás y saliera a toda velocidad.

—¡Shinzo! —Dimitri haló de Ánimus y el corcel salió disparado.

—¡Shinzo, no! —gritaron Esmeralda y Kimiosea.

—No se preocupen, Dimitri es un gran jinete, la alcanza en un segundo —las tranquilizó Iniesto.

—Apuesto a que tú también lo eres —dijo Nereida sonriéndole de oreja a oreja al chico.

El bosque era tan grande que Shinzo y el caballo pudieron haber ido en cualquier dirección. Dimitri se detenía de vez en cuando para ver si visualizaba algo, pero el esfuerzo era en vano. Continuó en línea recta a toda velocidad, cuando de pronto vio que una rama de árbol estaba rota, más o menos a la altura de él sobre el caballo. Se detuvo, miró atento y escuchó unos quejidos detrás del árbol.

—¿Shinzo? —preguntó Dimitri en voz alta.

—¡Baja de ahí y ayúdame, tonto! —se escuchó la débil voz de la muchacha, el chico bajó de Ánimus y caminó hacia ella.

—Ni siquiera porque te pasó esto te has deshecho de ese mal humor que te cargas —dijo el muchacho agachándose para revisarla—. Te torciste el tobillo.

—Duele mucho, no me puedo poner en pie.

—Mírate nada más, te arruinaste el uniforme —dijo Dimitri sonriendo.

—Dimitri, no seas tonto, me torcí el tobillo. ¿Crees que me interesa el uniforme?

—Era un chiste... ¡muñeca! —continuó riendo el muchacho—. No seas mal encarada y dame la mano.

Dimitri la ayudó a levantarse, sólo podía caminar con un pie, así que él la subió a su caballo y juntos se fueron tranquilamente de regreso. Sus amigas estaban preocupadísimas e Iniesto, harto de Nereida.

—¡Shinzo! ¿Qué te pasó? —preguntó asustada Kimiosea notando que su amiga cojeaba.

—Nada, sólo me torcí el tobillo.

—No se preocupen por ella, yo la llevaré con la señora Nerzo para que la revisen, sólo que es probable que la manden a su casa de una vez y en dos o tres días envíen sus calificaciones y sus maletas a sus padres —explicó el chico.

—Entonces, ¿ya no nos tendremos que despedir? —preguntó entre lágrimas Kimiosea.

—No te preocupes, Kimiosea, le daré a Dimitri mis datos para que se los entregue y podamos escribirnos.

—Te extrañaremos, Shinzo, cuídate —expresó Esmeralda abrazándola.

—¡Yo también te extrañaré mucho! —sollozó Kimiosea apretujando a su amiga.

—Te cuidas, Shinzo, te escribiremos —se despidió Nereida dándole un último abrazo.

—Y yo a ustedes, chicas, las quiero mucho, nos vemos —dijo Shinzo y con lágrimas en los ojos y la ayuda de Dimitri, entró a la escuela.

Iniesto dijo que tenía que regresar los caballos pronto, así que tomó rápidamente a todos los corceles, menos a Ánimus, y partió. 

La noche cayó sobre Cristaló. Les costó mucho trabajo conciliar el sueño, no podían dormir sabiendo que en la mañana llegarían sus calificaciones, cuando por fin lo lograron no había poder que las despertara y eso era bueno, pues un largo día las esperaba.

 Les costó mucho trabajo conciliar el sueño, no podían dormir sabiendo que en la mañana llegarían sus calificaciones, cuando por fin lo lograron no había poder que las despertara y eso era bueno, pues un largo día las esperaba

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-Sweethazelnut.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Where stories live. Discover now