87. Otro corazón roto

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Cuando regresaron al castillo, Esmeralda tenía muy claro todo: amaba a Ciro. Estaba contenta debido a que Ezra estaba de nuevo con ella y ayudaría a las regiones de Alúan y Farblán.

Esmeralda aguardaba ansiosa en el estudio del Rey, junto a ella estaba Seo, el primero que había ido a saludarla y Ezra de pie junto a la puerta. Estaba lista para comentar todos los detalles de su viaje.

El joven y apuesto Rey entró al estudio en el que se encontraban los chicos. El hombre insistió en mejor pasar a su habitación en la que, según él, todos estarían un poco más cómodos.

Era un cuarto tan grande que no alcanzan las palabras para describirlo, pero había un elemento, uno solo que ambos muchachos reconocieron de inmediato: «El Gran Balcón» en el cual la familia real solía dar anuncios importantes, como por ejemplo, el nacimiento de algún nuevo miembro de la familia real.

El Rey pidió a Esmeralda que se sentara junto a él en ese precioso balcón.

—Ezra, ¿serías tan amable de traernos unos pasteles de cereza? —ambos muchachos se miraron sorprendidos por la petición del Rey. Era el sueño que habían tenido desde hacía mucho tiempo, estar ambos en el Gran Balcón comiendo, precisamente, pasteles de cereza.

—En seguida, su majestad —accedió el muchacho y se fue.

—Cuéntame, Esmeralda, ¿cómo te fue? —preguntó el Rey sonriendo tan cálidamente como siempre, sonrisa que causaba el revoloteo en el estómago de Esmeralda.

—Debo decir, su alteza, que me quedé muy sorprendida. Los pueblos de Alúan y Farblán se encuentran muy escasos de recursos —explicó Esmeralda con mirada preocupada.

—¿A qué te refieres? —preguntó el rey Ciro inclinándose hacia ella.

—Bien, pues escasos de comida y trabajo, yo realmente había estado pensando que podríamos crear un centro especial en el que...

—Aguarda un minuto, casi olvido comentarte que la reina de Yosai vendrá hoy a visitarnos, llegaremos a un acuerdo —interrumpió el Rey—. ¿Me acompañarás en la reunión, cierto?

—Por supuesto, majestad. ¿Cuándo contaremos con su presencia? —contestó la chica animada.

—Ya debería estar aquí —dijo el Rey con sobresalto.

—Entonces iré a refrescarme rápidamente y regresaré —anunció la chica al tiempo que se levantaba y hacía una reverencia, al salir se encontró con Ezra quien sonrió aliviado de que no hubieran comido el Rey y ella juntos.

La muchacha corrió a toda velocidad hacia su habitación, tomó uno de los finos vestidos con los que ya contaba y corrió al espejo para peinarse. Al encontrarse con su reflejo se preguntó: ¿qué era lo que estaba haciendo? Se había prometido a sí misma confesar su amor en cuanto llegara al castillo, pero ahora era demasiado cobarde como para cumplirlo.

Comenzó a sentir como un horrible sentimiento la inundaba, algo espantoso, rápidamente llamó a una de sus sirvientas para que le avisara al Rey que estaría indispuesta para la reunión y se recostó en su cama.

Estaba tan confundida, era una tortura pensar en Ciro; tan inalcanzable, pero al mismo tiempo tan cerca, tan cerca. Pero es que no podía evitarlo, siempre estaba presente, y nadie lo culpaba. Desde un principio robó su corazón, él siempre fue tan atento y amable con ella. ¿Él sentiría lo mismo? Jamás podría comprobarlo si no se lo decía.

Miró su ventana con mucha tristeza, estaba comenzando a perder el control de la situación y ahora Ciro era el que ganaba el partido, y lo peor de todo, con jugadas ingeniosas que dejaban paso a las debilidades de Esmeralda. Sintió como si alguien le estuviera rasguñado las entrañas, se sentó en su cama y trató de calmarse, pero era imposible, ya no podía más, debía comprobar lo que el Rey sentía antes de tomar cualquier decisión sobre el asunto. Ella estaba tan esperanzada con que su respuesta fuera positiva que impulsivamente se levantó de su cama y caminó decidida hacia donde estaba. Podría interrumpir la reunión si decía que ya se sentía mejor para estar en aquella auditoría.

Llamó a la puerta y uno de los guardias le abrió.

—Ya me siento mucho mejor, ¿me puedo integrar? —dijo Esmeralda mirando al Rey, quien se encontraba hablando con alguien cuya apariencia no se alcanzaba a distinguir.

—Por su puesto, querida, te quiero presentar a alguien que nos ayudará en la alianza frente a Nauqueliter. —El Rey se movió y Esmeralda terminó de entrar para ver a una chica extraordinariamente bella. Su piel era totalmente blanca y tersa, su perfecta boca la mantenía inexpresiva, sin sonrisas o mueca alguna; sus ojos eran rasgados y negros, traía maquillaje rosa a manera de líneas siguiendo el contorno de sus ojos y sus pestañas eran largas y espesas; el cabello lo portaba suelto hasta los hombros, negro y lacio, usaba adornos desde la nuca hasta las puntas de sus cabellos; tría un vestido que era ajustado de arriba y suelto de la parte baja, se parecía a la caída del uniforme del Coralli, pero este era blanco con adornos hechos a mano en los bordes color rosa suave—. Ella es la reina de Yosai, Tsukii Abawanda.

—Es un placer, soy la consejera de su majestad, Esmeralda Daar —dijo la joven tratando de sonar lo más amable posible. La Reina al parecer, no se esforzaba mucho, se limitó a inclinarse ligeramente hacia Esmeralda y siguió hablando con el Rey.

La reunión fue muy larga, la reina Tsukii era una mujer joven, de la misma edad que Esmeralda, pero con una sabiduría y seriedad reconocibles. Se sentaba totalmente recta y casi no gesticulaba al hablar, sus movimientos eran muy elegantes y sus comentarios y explicaciones muy acertadas y dignas de escuchar.

Al finalizar, se despidió formalmente de ambos y el rey Ciro se dejó caer en uno de los sillones luego de que se fuera.

—Es increíble —dijo Ciro.

—¿Qué es tan increíble? —preguntó curiosa Esmeralda, lista para hacer su gran confesión.

—Lo bella que es la Reina —contestó el Rey mirando al techo, su consejera se sintió a punto de desmayarse, se tuvo que dar fuerzas a sí misma para sonreír.

—Sí que lo es majestad —continuó la chica.

—Ciro, dime Ciro, pero más me ha impresionado su sabiduría, jamás vi a una dama más estudiada —dijo el Rey con una sonrisa tierna—. Creo que me enamoré de ella.

El corazón de Esmeralda quedó hecho pedazos justo el día en el que por fin confesaría su amor. Todo se fue a la basura.

Regresó a su recámara destrozada y con un extraño sentimiento, uno terrible, totalmente devastador. Se tendió en su cama y comenzó a llorar, el amor de su vida estaba enamorado.

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-Sweethazelnut.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Where stories live. Discover now