Capítulo 17

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El día tan esperado había llegado, la família Rivera iba de un lado a otro, preparando los adornos para el día de muertos a la vez que el pequeño de los Rivera acompañaba a Luisa hacer los últimos preparativos, la mejor parte. Poner las fotografías de sus antepasados sobre la ofrenda para que así ellos pudieran regresar a casa cruzando el puente de cempasúchil.

Luisa con la ayuda de su pequeño hijo colocaba las ofrendas en los respectivos cuadros. Las cosas que alguna vez llegaron amar en vida.

Sin embargo la mujer de cabellos negros noto algo muy diferente en su hijo, Miguel. El pequeño no parecía tan emocionado. Mas bien lucia triste y con la mirada perdida, su cabeza estaba gacha, mientras acariciaba inconsciente una foto que sostenía en sus manos. No pudo divisar de quien era la foto, pero la respuesta le llego muy rápida al mirar la mesa en la cual estaban las demás fotos junto a las ofrendas.

Unas pequeñas gotitas cayeron sobre la foto, sorprendiendo a Luisa al ver llorar a su pequeño hijo.

Entendía en silencio por el dolor que el pequeño musico debía estar pasando. O tal vez no tanto, pues no se imaginaba que su hijo conociera de verdad al padre de, que descanse en paz, mama coco.

Las pequeñas lágrimas de Miguel caían sobre el rostro de Hector en la foto que sostenía en sus manos. ¿Fue tanto tonto de pensar que quizás, tan solo quizás...papa hector le correspondería?

La realidad para el pequeño niño era, que nunca debió conocer a Hector Rivera, para su gran tristeza de saber que si nunca le hubiera conocido probablemente ya no estaría en la tierra de los muertos. Pero...

Hubiera sido todo muy diferente...

El no estaría sufriendo el gran rechazo de saber que sus sentimientos no eran correspondidos por su querido y respetado tatarabuelo.

Los pensamientos del niño volvían hacer oscuros y tristes, el brillo en sus ojos ya no estaba. Su rostro seguía igual de pálido que cuando contrajo aquel resfriado, las pequeñas ojeras eran mas visibles bajo sus párpados y la ropa era exactamente la misma de hace un año. Su chamarra roja casi nunca se la sacaba. Y su andar era muy lento. Ya no comía tanto. En la familia se habían dado cuenta de aquellos cambios en el pequeño de la familia. Sin embargo no hacían nada.

Debe de estar en la rebeldía.

Era lo único que decían, y lo ignoraban (como todos los días) a veces el padre de miguel, lo obligaba a comer por la fuerza, abriéndole la boca o tirando de sus cabellos dolorosamente hasta conseguir que el muchacho probara la comida. Miguel intentaba no vomitar, mientras era forzado a comer todo o seria castigado de una manera, que le hacia vomitar de tan sólo recordar.

—Miguel, tu sabes que no podemos colocar su foto, mijo...—Acaricio la cabellera del pequeño susurrando aquellas palabras causando que los hombros de Miguel temblaran.

Lo había olvidado...

La familia no quería que se pusiera en el altar la foto de aquél hombre que tachaban de 'la maldición de la familia'

—Mamá...

Su voz suplicaba con aquellos ojos tristes mirando a Luisa en un silencioso permiso que tanto gritaba con la mirada. Pero...

Seamos realistas.

¿Se iban a riesgar de que los demás vieran la foto de Hector en el altar y descargaran la ira en Luisa o Miguel?

La respuesta era clara...

—Deja que yo me encargue, mijo.—Sonrió con una mirada triste, tomando la foto de hector y mirándola por unos segundos. Ella no podía decepcionar a su pequeño hijo.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now