Capítulo 37

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¿Qué carajo?

Su mirada estaba puesta sobre la espalda de aquél extraño que estaba acariciando lo que era suyo. Fruncio el ceño sin entender que demonios hacía ese tipo ahí cómo si nada quién por su casa con total tranquilidad.

Intento mantener la calma, apretando ligeramente su muñeca la cual estaba algo roja y dolorida por el agarre de minutos antes. Sin dudar un segundo camino hasta quedarse detrás del tipo, para luego colocar una mano sobre el hombre corpulento en una silenciosa advertencia la cual al parecer comprendió a la perfección el hombre.

Observo sin quitar su mirada del tipo cómo se levantó dejando al menor libre. Todavía las palabras resonaban en su cabeza.

Tenía que ser alguna estúpida broma. ¿Ese tipo quería comprar al mocoso?

¿Qué clase de estupidez era esa?

-Mí hijo no está en venta.-Dijo controlando las ganas de echar a patadas al tipo frente el.

-Oh, es una pena...-Susurró con una torcida sonrisa y los ojos oscurecidos.-Una verdadera pena.-Volvió a repetir después de unos segundos.

Ambos se quedaron mirando fijamente a los ojos, siendo rodeados por un silencio incómodo. Ninguno se percató del pequeño niño que les miraba con temor, mientras se levantaba con dificultad del suelo, y intentaba mantenerse en pie.

Estaba muy equivocado sí creía que le iba a vender su hijo a cualquier extraño. Sí no le permitió a Luisa que alejara a Miguel de el, menos se lo iba a permitir a cualquiera.

Un quejido de dolor, llamó la atención de ambos adultos, qué dirigieron sus miradas sorprendidas al pequeño que estaba nuevamente en el suelo, intentando cubrirse con la camisa que le quedaba algo grande.

Enrique fue rápidamente hacía el menor, tomandolo en brazos, miró el rostro pálido de su hijo, y suspiró. Lo que hacía, no era por el bien del enano. Sólo un idiota pensaría eso. Y Miguel creía cada una de sus palabras.

Al menos era lo que creía.

—Mamá, llévate a Miguel.—Pidió mirando a la mujer que no salía de su asombro y que no podía apartar la mirada del hombre.—¿Mamá?

Elena parpadeo un par de veces y desvío su mirada a su hijo y a su nieto. Miró por unos segundos a Enrique en sus ojos, buscando algo, y procesando toda la información que estaba recibiendo. Sin pensar tomó del brazo a Enrique, sorprendiendolo por la fuerza que estaba aplicando en su brazo.

—Acepta.—Eso sí que lo tomó por sorpresa. La miró por un momento sin entender a que se refería y negó con la cabeza.—Hazlo, Enrique. ¡Tienes que aceptar lo que esté hombre te está ofreciendo!

Las insistencias de su madre le hicieron dudar de su decisión, mirando a su madre a los ojos y para luego volver a mirar aquél hombre de aspecto extraño. De algún lado le parecía familiar, sin embargo no recordaba.

—Está usted equivocado sí cree que le voy a regalar a mí hijo.

Ernesto tan sólo sonrió más y dejó escapar una pequeña risa, mientras con una mano y  Su cabeza negaba en desacuerdo.

—¿Quién dijo sobre regalar?—Preguntó con una ceja alzada y una expresión divertida.—Esto le beneficiará a usted y a su familia. Además el muchacho estará en muy buenas manos.—Aseguró sin borrar su sonrisa. Aquella sonrisa que ninguno de los dos Rivera presentía que fuera sincera o buena.

Enrique le dio en brazos a Miguel a su madre. El pequeño se había quedado dormido en los brazos de su abuelita con la cabeza sobre el hombro de la mujer que le daba igual sí el mocoso se quedaba.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now