Capítulo 40

135 10 5
                                    

Estaba desesperado, necesitaba sentir al pequeño chamaco entre sus brazos para asegurarse que estaba en una pieza y que se encontraba bien. Quería sentir al niño, y saborear sus dulces labios.

Sus brazos no abandonaban la cintura de Imelda mientras la pegaba más a el, sin que pudiera ver su expresión de dolor. ¿Desde cuándo tenía semejante necesidad de permanecer cerca del menor?

Por un segundo en vez de sentir entre sus brazos a la mujer que estaba traicionando, le pareció sentir a su pequeño chamaquito. A ese niño sonriente. Un suspiro brotó de sus labios a la vez que sonreía y apretaba más a Imelda contra el ignorando su quejido de dolor y su advertencia.

De esa forma, quería sentir al niño, verle, besar esos tentadores labios. Observar cada expresión que cruzaba su rostro.

Y a la chucha la familia y quién sea que le gustaría volver a matarlo por segunda vez al estar 'abusando' del chico.

Se separó un poco, observando aquellos ojos, mientras acercaba su rostro al de Imelda. la mujer le miraba confundida, por un segundo pensó en sacarse la bota y pegarle para ver si así quitaba esa mirada que le daba miedo. Pero...

Héctor y Imelda se unieron en un beso de muchos sentimientos, bueno, al menos por parte de Imelda fue así. El sentimiento que rodeaba a la mujer de vestido violeta fue el amor. ¿Y el de Héctor?

La necesidad y sobre todo el deseó.

No era consciente de sus acciones ni mucho menos de sus verdaderos sentimientos. No se daba cuenta que con cada cosa que hacía o decía podría llegar a romper la confianza que sostenía aún con su esposa. Y no solamente con ella.

Los ojos del hombre estaban oscurecidos, sus manos se mantenían firmé en la cintura de su mujer, sin siquiera intentar alejarse de ella.

Necesitaba a Miguel.

Lo necesitaba tanto que por culpa de su idiotez no se daba cuenta que estaba haciendo. No se daba cuenta, la gran estupidez que estaba cometiendo. Sus sentimientos no eran seguros.

Amaba a Imelda, la amaba tanto. Era la madre de su hija y la mujer más bella con la que se pudo casar.

Y por otro lado estaba su chamaco.

Quería muchísimo a Miguel. Sus ojos reflejaban la inocencia que aún poseía y su sonrisa era lo más bello que podía tener además de su pequeño cuerpo. Y esos labios que quería maltratar y amar a la vez.

Vaya problema...

Se sentía atraído hacía su esposa y también de igual forma a Miguel.

Estaba en un buen problema. El niño tenía sentimientos por el, y un paso en falso y lograria romper su corazón. De igual forma con Imelda. Ella más bien lo mataría si era necesario a pesar de ya estar muerto.

Miró a los ojos de Imelda, llevando sus manos a sus mejillas y acariciandolas con una expresión preocupada.

Frente el a centímetros de su rostro lograba ver a Imelda mirándole con amor, pero...

Más cerca, podía ver a Miguel a travez de ella. Eso le asustaba. ¿Ya se había vuelto completamente loco?

Negó con la cabeza separandose de golpe de su esposa, suspirando con brusquedad y una mirada preocupada.

—Lo siento, Imelda...—Susurro antes de darse vuelta y comenzar a caminar lejos de su esposa.

¡¿Cómo se le ocurre pensar en Miguel mientras besaba a Imelda?!

No lo entendía. No lo quería ver, y mucho menos entenderlo. Sentía la sensación de querer estar al lado de Miguel y no dejarle ir más. Quedarse a su lado sin importar que.

Recuérdame [Riveracest]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu