Capítulo 38

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La había cagado y a lo grande.

Debería estar lamentándose y lloriqueando por todos los rincones de la pequeña casa mientras era observado y juzgado por las miradas de aquéllos que consideraba família. Pero la realidad era otra.

Se sentía menos pesado, sin una carga que estar llevando sobre sus hombros. A pesar de que aún faltaba la parte más difícil y la cual por supuesto no diría nada.

Ni aunque aquéllo le costase un buen golpe con la bota de Imelda diría que besó a su tataranieto, su sangre, su familia.

Oh, no...

Los remordimientos comenzaban a formarse en el a la vez que sus nervios aumentaban con cada segundo que pasaba lenta y dolorosamente. El silencio en la casa aún persistía. Nadie se atrevía a decir nada.

"Ay, no. Pero, ¿Qué hice?"

Había abusado prácticamente de un menor, de un niño, de su nieto. Fue sólo un contacto de...

¡Fue más que eso!

Profano sin miedos ni remordimientos esa pequeña boca que tanto le estaba tentando hace tiempo a pesar de que no lo quisiese admitir. Mordió con fuerzas sus labios junto a una expresión de arrepentimiento pura.

Su chamaco sentía lo mismo que el, y el le correspondía sin dudar. Entonces eso no estaba para nada mal. Claro si es que sacamos el pequeño detalle de que Héctor está muerto, tiene muchísimos años, es su tatarabuelo, tiene esposa, una hija, y el dato más importante, nadie aceptaría una relación así.

Era mejor olvidarse de esos sentimientos, pero, vamos, el era Héctor. Y no tenía pensado decepcionar de esa manera a su niño. Menos en los momentos que estaba pasando. Ninguno de ellos se imaginaba que le estaba sucediendo al pequeño guitarrista.

Y todavía además tenía una promesa que cumplir. Su tarea era cuidar a Miguel. Aunque hasta ahora estaba haciendo un pésimo trabajo. El padre de su chamaco hacía lo que quería con el niño, incluso estuvo cerca de matarle sin que pudiera intervenir.

Sus huesos se habían paralizado, y no podía apartar la mirada del cuerpo inerte de su nieto. Juraba que pensó que se murió y aunque quisiera estar a su lado, deseo que estuviera sólo inconsciente.

Detestaba no poder intervenir.

Odiaba estar muerto y ser un saco de huesos inservible. Incapaz de proteger a su pequeño chamaco.

-

No lo podía creer, su rostro pasó del shock a uno indescifrable. Sus ojos no mostraban ninguna emoción que pudiera delatar lo que estaba sintiendo.

Se acercó a su esposo, hasta estar frente el, unos centímetros los separaban. El hombre la miró sorprendido, y ella suspiró pesadamente antes de agarrar la mano de Héctor y tirar de el hacía la calle e ignorando a los demás que seguían en su asombro.

Su nieto, su propio nieto enamorado de su esposo...de alguien de su misma sangre.

No podía juzgar al menor ni a su esposo.

Pero sentía una especie de decepción. Estaba realmente decepcionada de ambos. Héctor por estar ocultando aquéllo y de Miguel por traicionarla. Por traicionar la confianza que había entre ambos.

Ella amaba a Miguel. Lo quería cómo sí fuera su propio hijo, sin embargo no podía entender cómo aquél pequeño niño no le dijo nada. Ni nunca comentó sobre cómo se sentía. No quería imaginarse de lo mal que lo debía estar pasando.

Una vez fuera de la casa, y bien lejos de la casa. Imelda soltó a Héctor, para luego voltear y mirarlo sería.

-¿Por qué no lo dijiste?-Preguntó aguantando las ganas de pegarle con su bota.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now