Capitulo 18

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No sabría decir con exactitud el sentimiento que se alojo en lo profundo del esqueleto de cabellos azabaches, el cual miraba nervioso a todos lados, sabiendo que un movimiento en falso y todo se sabría. ¿Por que se ponía nervioso que todos supieran los sentimientos del chamaco? no es que fueran sus sentimientos o que halla echo algo malo con un miembro de la familia y incluso vivo. El no correspondía aquellos sentimientos tan enfermizos. O bueno...era lo que Hector creía y estaba decidido a creer.

Era un miedoso por haber huido del pequeño musico, dejándole solo en la habitación. Pero el tiempo se le había gastado y debía regresar a su 'hogar' que era al lado de Imelda, su hija y con los demás esqueletos. Un minuto mas en el mundo de los vivos, y despertaría la furia de sus superiores. Pues a lo sumo podía permanecer un día en la tierra de los vivos ni mas ni menos. Las reglas debían ser respetadas.

Y pobre de aquel que no obedeciera. De tan solo imaginarlo un escalofrío recorrió todos su huesos. Lamentaba no haberle podido responder a Miguel. No estaba preparado para aquella confesión. Tampoco quería herir los sentimientos del chico, a pesar de que ya fuera demasiado tarde.

Eran familia, por dios...

No iba a decirle que de igual forma correspondía todo aquello que su corazón gritaba por el.

Hector pudo haber cometido millones de errores en el pasado, pero, enamorarse o corresponder los sentimientos de Miguel, no estaba en sus planes.

Estaban cerca, muy cerca de la casa de los Rivera. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios acompañada de una mirada triste. Tal vez le debía una disculpa al pequeño. Y de echo era así. Se podía imaginar al chamaco llorando a causa de el, de su rechazo indirecto. Le sorprendía que hubiera podido cruzar el puente, pues se esperaba que en una rabieta le hubiera sacado de su altar.

Estamos hablando de Miguel, ¿cierto? el nunca haría algo así. Era muy tonto pensar tan mal del niño. El cual en ese momento se encontraba con su familia reunida en silencio, frente las ofrendas. La mirada del pequeño musico se detuvo en una foto en especifica. La fotografía de mamá Imelda junto a su pequeña coco. Sin embargo...una vez mas no estaba Hector. Estaba vez faltaba no solo su cabeza sino que todo el cuerpo del compositor.

Estaba agradecido con su mamá por haberle echo un altar para su tatarabuelo, que bien era cierto ya que era pequeño, pero era lo suficiente para que si quisiera Hector pudiera regresar a casa. Solo había pasado un día desde que el esqueleto al que sus sentimientos eran dirigidos se marcho dejándole solo y confundido. Intentaba no llorar, pues se le correría el maquillaje de calavera que llevaba puesto.

"Por favor, hector. Lo siento...regresa..."

El pequeño miguel paso rápidamente sus manos por su rostro para limpiar aquellas rebeldes lágrimas que estaban por caer. Si le veían llorar, seria peor. Una mano en su hombro le hizo dar vuelta, para así encontrarse a su padre mirarle con una pequeña sonrisa. No pudo evitar estremecerse ante aquel tacto.

-Miguelito...-Murmuro llevando una mano a la mejilla del pequeño y acariciándola suavemente.-Te noto triste...

¿Como no iba a estar triste por todo lo que estaba sucediendo?

Aquella pregunta no la iba hacer en voz alta. Su padre estaba siendo hipócrita al decir esas palabras fingiendo amor y preocupación. Pero no importaba, para nada.

¿Acaso se quería engañar así mismo?

Le dolía ver como actuaba su padre cuando estaban en familia o había gente alrededor...

Nadie sabia lo que sucedía cuando se quedaban solos en la misma habitación...

Pero...no le echaba la culpa a su padre, pues, siempre seria la culpa suya y de nadie mas. Simplemente se enamoro de la persona equivocada. Que ingenuo fue...

Recuérdame [Riveracest]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora