Capitulo 23

200 19 25
                                    

Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sintiendo su corazón destrozarse en mil fragmentos que nadie ni nada podría juntar todos esos pedacitos y ir uniendo cada pieza con el mejor pegamento de Santa Cecilia.  Lo que estaba viviendo era realmente una pesadilla.

Es lo que realmente hubiera querido...

Sólo quería cerrar sus ojos y volver abrirlos a la cuenta de tres para darse cuenta que sólo estaba en una pesadilla y que nada de aquello que había oído era real.

Ellos le mentian...

Tenían que estarlo haciendo. Unos quejidos de dolor abandonaron sus labios húmedos que aquellas lágrimas de dolor iban deslizándose por sus mejillas siguiendo por sus labios hasta detenerse en su mentón y caer.

Con la voz quebrada y sus ojos llenos de dolor suplicaba en susurros dolorosos que le dijeran que sólo bromeaban...

Quería creer que todo estaba bien. Pero ver al pequeño bulto en los brazos de Enrique y la mirada de tristeza que recibió de Elena, la cual intentaba no llorar al darse cuenta de la realidad.

Sin más se quebró en llanto.

Con esfuerzo gritó, les gritó que mentian. Qué ese, ese bulto que su esposo llevaba en brazos con una expresión de dolor no podía ni quería creer que se trataba de su hijo.

Su hijo, su bebé...no podía estar muerto.

La vida a veces era muy cruel con las personas que ningún daño hacían. Y Luisa era un claro ejemplo de una madre llorando desconsolada con el corazón destrozado al enterarse que su pequeño bebé murió durante el parto.

¿Por qué?

Ellos mentian...

Ese pequeño no era su hijo.

Enrique se retiró de la habitación sin poder soportar aquél dolor en su pecho al oír los gritos silenciosos de su esposa al saber que la pequeña en brazos estaba muerta.

Sí, era una niña.

La cual tenían pensado nombrar cómo la difunta bisabuela coco. Al menos eso era lo que tenían planeado cuando se enteraron de que un pequeño bebé que no sabían aún su género estaba por venir al mundo a brindarles una infinita alegría.

Aunque en vez de eso...

La pequeña coco tan sólo trajo un infinito dolor y angustia.

La culpa, el remordimiento y el dolor creció aún más en Enrique. Sí sólo Luisa no se hubiera interpuesto en el camino y hubiera dejado que el se encargará de Miguel.

Ese niño...

Ese mocoso tenía la culpa.

El dolor en la família era muy notable. Elena puso aquél cartel donde en letras grandes se leía; Cerrado. Refiriéndose al taller de zapatos. No podían ni iban a trabajar ese día sabiendo que perdieron alguien importante de la família. Un pequeño ser inocente.

En la soledad y la oscuridad de la habitación, Luisa permanecía con los ojos cerrados, mientras se oían susurros por poco inaudibles que su bebé, su pequeña bebita no estaba muerta. Sólo estaba descansando.

Luisa, aquélla mujer de sonrisa y personalidad comprensiva y valiente, estaba sufriendo por la pérdida de lo mejor que pudo haberle pasado luego de concebir a Miguel. Perder aquella hermosa bebita era un golpe muy duro y la había dejado en shock.

En el fondo, muy en el fondo...

Ella sabía la verdad.

En el mundo de los muertos las cosas no iban tan bien. El esqueleto de cabellos azabaches al fin pudo alcanzar  a ese sabueso de lengua larga que estaba frente...

Recuérdame [Riveracest]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt