Capitulo 30

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Estaba jugando sucio, lo sabia. Pero serian muy ingenuos pensar en la posibilidad de que se sentía mal por eso. Al contrario, estaba orgulloso de que todo estaba saliendo perfectamente bien, tal y como lo calculo. No había ningún ápice de arrepentimiento o siquiera duda. Con todas las cosas que hizo en el pasado, seria hipócrita decir que se sentía un poco mal.

Fingir frente el dios de la vida fue muy demasiado fácil, una pequeña sonrisa y una mirada de tristeza, junto a una pequeña lágrima que se deslizaba por su 'mejilla' y un susurro pidiendo perdón bastaron para que le creyera. Sin embargo al dios de la muerte le costo, en sus ojos oscuros se veía perfectamente que no le creía ni media palabra de todo lo que dijo.

Se tuvo que arrodillar con la cabeza gacha, humillándose, para que Mictlán le creyera, y le permitirá regresar...

Realmente fue muy difícil. Ya estaba muerto, y aun así se atrevió a suplicar que se le diera una oportunidad. Una oportunidad luego de haber echo todas esas cosas horribles.

Vaya ingenuos eran los dioses...

Lastima que sin que se diera cuenta olvido un pequeño detalle; Nunca subestimes a un dios.

Quetzalcóatl sin dudar un segundo e ignorando las protestas del otro dios tomo a de la Cruz en una de sus enormes manos, para luego acercarlo a su cara con seriedad.

Ernesto intentaba no mostrar signos de temor sin que funcionara muy bien, pues comenzó a temblar de pies a cabeza por tener a un dios cerca de su rostro. Por un segundo pensó que se lo comería, pero algo sucedió...

Quetzalcóatl abrió su boca soplando con fuerzas en el mentiroso de Ernesto, causando que unos cuantos pétalos de cempasúchil volaran directo al rostro de la Cruz, envolviéndolo aquel manto dorado. Antes de que pudiera decir algo o que su vista comenzara a verse nublada por la oscuridad, escucho unas palabras frías ser susurradas cerca de el.

-Tienes una semana. Si en ese lapso de tiempo no consigues lo que buscas, regresarás a la tierra de los muertos. Y no volverás a ir, nunca más.

La voz de la diosa de la muerte le causo un escalofrío en la espina dorsal, simplemente asintió de acuerdo.

-Pero, si encuentras y consigues lo que tanto anhelas volverás completamente a la vida.

Una pequeña sonrisa se formo en los labios del esqueleto al oír el suave, pero frío susurro del dios de la vida. Conseguiría a cualquier costo lo que tanto deseaba. Volvería y ahora si que nadie podría detenerle. Pronto todo se volvió negro, y sintió que caía al vacío.

-

Al ver que el simple esqueleto desaparecía, la diosa de la muerte volteo seriamente hasta encontrarse con el rostro pensativo de su hermano. No comprendía que demonios pasaba por esa cabeza suya. ¡¿Mandar a un asesino a la vida?! era totalmente una locura. Su hermano no hacia esas cosas tan despreocupadamente. El dios de la vida, adoraba todo lo que se moviera, respirara o simplemente riera. Todo lo que tuviera vida. Mandar a Ernesto de la Cruz a la vida, solo traería problemas. Ambos lo sabían.

-¿Por que le permitiste regresar?-Pregunto, apretando los puños, mientras miraba seriamente a su hermano.

Quetzalcóatl sonrió, no una de esas sonrisas sencillas. Mictlán sabia perfectamente que cuando su hermano le regalaba aquella sonrisa, algo estaba planeando. Y aun así no entendía que pudiera estar pensando como para mandar a un muerto a la vida como si nada, y para peor, ambos sentían lo que deseaba hacer Ernesto. El adoraba la vida, nunca se atrevería a poner alguna vida inocente en peligro por un capricho suyo.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now