Capítulo 27

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Su cuerpo temblaba entre sueños, el frío se colocaba en su cuarto congelando cada partícula minúscula de su pequeño cuerpo sudado. Se removía inquieto en la cama de un lado a otro con el ceño fruncido sin dejar de sostener en sus manos aquel pedazo de papel. Aquella foto que en sus manos se aferraban como si eso, le protegería de la pesadilla que estaba teniendo.

Pequeños quejidos de dolor abandonaban sus labios, mientras unas pequeñas lágrimas se deslizaban por sus párpados, cayendo al colchón. Murmuraba cosas sin mucho sentido a la vez que seguía removiéndose dando pequeñas y pausadas patadas, queriendo golpear a alguien inexistente. 

Tengo que marcharme, Miguel...

—No...—Susurro en aquel sueño que parecía tan real. Mas lágrimas se avecinaban.

Sus ojos se abrieron de golpe al igual que se levantaba jadeando y asustado. Miró sus puños apretados con la respiración irregular.

"Fue una pesadilla...no fue real, no fue real..."

Intentó tranquilizarse así mismo. Un suspiro pesado abandonó sus labios, pasando una mano por su frente para limpiar aquéllas pequeñas gotitas de sudor.

Estaba bien, se encontraba en medio de la habitación, rodeado de la oscuridad. Unos grillos se oían fuera de la casa. No tenía nada que temer, al menos no por ahora.

Miró aquella foto que la luz de la luna iluminaba. La foto de papá Héctor. Su único recuerdo más aquéllos pedazos de guitarra que estaban puestos sobre una silla de madera. Un pequeño puchero se formó en sus labios mientras sus ojos se entrecerraban aguados. No quería volver a llorar.

Pero...

Extrañaba tanto a Héctor.

Quería tenerlo a su lado y escuchar todas las bromas y ideas locas que el mayor soltaba siempre. Necesitaba tenerle a su lado mientras le cantaba una canción, una suave y hermosa melodía a la vez que le abrazaba y permitía que pusiera su cabeza en su pecho.

Pues extrañarle se había convertido en su necesidad. No podía dejar de vivir en la desesperanza de saber que ya no volvería más. Miguel sobreviva por pura ansiedad con aquél nudo en la garganta y es que no podía dejar de pensar en el. En ese esqueleto que era su difunto tatarabuelo.

Acaso...¿se había enfermado por la necesidad de tenerle aunque sea cerca?

Y es que poco a poco su corazón iba perdiendo la esperanza.

Héctor estaba muerto, y era su tatarabuelo...y estaba casado. Y el sólo era un niño necesidado de amor. Un pobre y pequeño niño que pedía a gritos silenciosos que aquél hombre le viera y o notará...

El sería muy feliz de que sólo Héctor le regalara una de sus sonrisas únicas que causaban un torberllino en su estómago.

No debía seguir perdiendose en esos pensamientos que a ningún lado le llevaría.  No quería seguir haciéndose falsas iluciones y que su corazón terminará más destrozado si eso es que era posible.

Esperaba que Héctor le salvará de la oscuridad.

Era su última esperanza...

Una silenciosa lágrima se deslizo por la mejilla de Miguel, quién no podía apartar la mirada de la foto que seguía en sus manos temblorosas. Hubiera seguido en esa misma posición de no ser que una luz brillante le llamó la atención.

Miró con sorpresa a cierto lugar de la habitación sorprendido a la vez que pasaba su mano por sus ojos, limpiando las pequeñas lágrimas que estaban al borde de caer.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now