Capítulo 3

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Le dolía el alma...

Las lágrimas se deslizaban en silencio por sus mejillas. Mantenía la cabeza gacha, mientras llevaba el contenido de la cuchara a su boca haciendo esfuerzos enormes para no vomitar. La capucha de su chamarra ocultaba su cabello. Intentaba que sus manos no temblaran cada vez que su padre le dirigía aquella mirada amenazante.

Quería borrar de su cabeza aquellos recuerdos que le venían atormentando hace días. En las noches se rompía al abrazar su almohada y dejar que sus sentimientos salieran a flote. De día tenía que fingir una pequeña sonrisa. No quería preocupar a su madre. Bastantes problemas ya tenía.

Cada vez se sentía más sucio, asqueroso y sentía que ya nadie le quería. ¿Qué diría su papá Héctor cuando le viera y se diera cuenta en el niño cochino que se convirtió?

Después de todo en éstos tiempos nadie se enamora de unos ojos tristes ni de un alma rota.

Lo único que reflejaban los ojos del pequeño músico era todo el dolor, la humillación y el asco que sentía muy dentro de el. Todas las cosas que tuvo que soportar, oír y ver por un pequeño descuido suyo. Estaba todo claro ahora.

Sí no hubiera escrito esas canciones de amor que escondía en su cajón de luz, su padre nunca se hubiera enterado y su família seguirá queriendole sin barreras. Su madre las había encontrado cuando acomodaba la habitación de Miguel.

No la culpaba. Ella no tenía nada que ver en aquel asunto. Era más, ella amaba muchísimo a Miguel. Lo apoyaba en su decisiones, a pesar de estar un poco decepcionada por no haberle contado antes.

Contarle que estaba enamorado de Héctor Rivera, su tatarabuelo.

La expresión de sorpresa de su madre era todo un poema. Miguel estaba muy avergonzado de sus sentimientos, sentía que estaba muy mal y que ella al igual que los demás le daría la espalda. Pero para su felicidad y sorpresa le abrazo con tanta fuerza dejando libre sus lágrimas y susurrando palabras de contención, brindando su amor maternal.

Sí tan sólo pudiera olvidar todo lo que sentía su corazón...

Olvidar a Héctor y seguir adelanté como sí nunca le hubiera conocido.

Su familia no comprendía como aquel niño de ojos oscuros y piel morena podía estar enamorado de su propia sangre...¡De un familiar y para peor muerto!

A las espaldas o estando en precensia del pequeño, murmuraban lo enfermo que estaba por sentir todas esas aberraciones por aquel famoso compositor.

—Ya termine...¿Puedo ir a mí habitación?—Preguntó en voz baja sin levantar la mirada.

Mordió sus labios con fuerza, limpiando su rostro con una de sus manos, no quería que notarán sus lágrimas. El ruido de los cubiertos y las voces se detuvieron al oír la pregunta susurrada del pequeño Rivera.

—Mirame a los ojos.

Ante la orden de Enrique, no le quedó de otra que levantar la cabeza de golpe, no quería que se enojara y se desquitará con el por una tontería como esa. Intentó sostenerle la mirada, pero rápidamente la bajo otra vez. Aún no podía quitar de su cabeza aquello.

—Recoge los trastes y vete a estudiar.—Al ver que el menor no respondía, golpeó con fuerza la mesa con su mano.—¡Responde carajo!

Miguel lo miró asustado y asintió rápidamente.—S...si p...pa...papá.—Se levantó bruscamente de la silla causándole un fuerte dolor en la parte baja de su espalda.

—¿Qué tienes mijo?—Luisa miró preocupada a Miguel. Estaba por levantarse y ir hacía su pequeño hijo, pero la mirada de su esposo la detuvo.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now