Capítulo 26

174 15 31
                                    

Su mirada triste estaba puesta en aquella puerta, la cual no podía abrir por nada del mundo. Sus manos picaban por los fuertes deseos que tenia de girar el pomo de la puerta y pasar. Del otro lado de la puerta estaba la persona que mas deseaba poder ver. La mujer mas bella que conoció estaba detrás de aquella puerta que le impedía el paso. Del otro lado estaba su querida madre. Y sin embargo no podía pasar a saludarla ni hacerle compañía. Un suspiro abandono sus labios, mientras extendía una de sus manos hacia aquel pomo.

Antes de que pudiera siquiera girar el pomo, un fuerte golpe en su mano le obligo a alejarse asustado y algo dolorido. Miro con sorpresa y miedo a la abuelita Elena mirarlo molesta.

—Yo...yo, a...abuelita...—Comenzó nervioso, retrocediendo asustado, viendo a la señora enojada acercarse mas a el con la chancla en la mano.

—¿Cuantas veces tenemos que decirte que no puedes pasar?—Gruño, levantando la chancla para golpear a Miguel.

Por suerte el menor fue mas rápido y esquivo el golpe que iba dirigido a su rostro. No dudo un segundo antes de correr fuera del alcance de Elena e ignorando sus gritos enojados por su supuesta 'rebeldía' el no estaba en esa etapa. Solo...solo su familia le gustaba llamar así los maltratos que frecuentemente realizaban con el pequeño.

Estaba por salir por la puerta cuando accidentalmente choco contra el pecho de alguien causando que por poco y se caiga, pero por suerte la persona con la que había chocado le sostuvo con firmeza de los hombros así evitando aquello. Al levantar la cabeza preocupado, sus ojos se agrandaron en el susto provocado por la persona que tenia frente el. Su padre le miraba serio, sin intenciones de dejarle ir.

Puso algo de fuerza intentado huir de su agarre. Aun no le gustaba que le tocasen ni por mas mínimo que fuera. Todo aquel enorme trauma nadie se lo iba a sacar.

Había pasado ya una semana desde todo el asunto problemático que sucedió tanto en la tierra de los vivos que en la de los muertos donde involucraban a la fuerza al pequeño musico.

Oh, casi olvidamos un pequeño detalle.

Miguel había dejado de tocar e incluso cantar en la plaza del mariachi. Las personas se preguntaban que sucedía con el pequeño, pues era muy extraño, ahora casi ni se lo veía fuera de la casa, o haciendo algún mandado de parte de su admirada familia.

Si tan solo supieran que el pequeño niño de trece años estaba encerrado en la casa, sin poder salir, ni ir al menos al colegio. Siendo constantemente vigilado y por mas loco que sonara, la ventana del cuarto de Miguel en vez de aquella ventana que tenia antes, ahora había una de rejas negras reforzadas para que no se le ocurriera escaparse por hay.

El menor ya no tenia privacidad.

No podía protestar o oponer resistencia a algo que se le ordenase o dijera, porque el castigo seria de todo menos agradable. Por ejemplo, le dejarían un día sin comer o tres días dependiendo de que halla dicho o echo. Y golpes con un palo en su espalda. sin piedad si alguna vez llegara a levantar la voz o intentara escapar. Pero el peor castigo para Miguel era no poder tener la guitarra de Hector. Y como si quisieran que el chico recordara su error, le habían dejado todos los pedazos e incluso las cuerdas en un lugar de su cuarto, para que así entendiera que eso era una de las mitad de las cosas que perdería.

—¿Donde ibas?

Y una vez mas se repetía todo...

-

Estaba comenzando a dudar...

Tal vez no quería admitirlo, tal vez era eso. Pero...

No. Quizás era por culpa de todas esas cosas que Imelda le dijo en la cara. El no podía...

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now