Capítulo 34

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Tan sólo se veía rodeado de una completa oscuridad. No sabía donde se encontraba, pero una profunda paz invadia cada parte de su cuerpo en especial su mente. Se sentía bien. Quería que aquélla sensación perdudara por siempre y jamás volver a su desesperación por sobrevivir.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios al ver a un gatito de multicolor, era un alebrije. Sin pensar un segundo corrió detrás del guia espiritual sin borrar aquélla sonrisa que demostraba verdadera felicidad.

El pequeño animal corrió lejos del muchacho, cómo si quisiera guiarle a algún lugar que para Miguel era completamente desconocido. A lo lejos una luz blanca cego momentáneamente sus bellos ojos sorprendidos. Se detuvo de correr sin saber si seguir o quedarse en la oscuridad.

No sentía ningúna sensación de que corría peligro.

El pequeño alebrije cómo sí sintiera la inseguridad del pequeño, volteo a el llamándole en un pequeño maullido y siguiendo corriendo quedando a un paso de la luz brillante.

¿Debería ir?

No tenía el porque desconfiar de un pequeño guía espiritual. Con seguridad y una pequeña sonrisa comenzó a caminar sorprendiéndose de no sentir ningún dolor en su cuerpo. Estaba agradecido de eso.

"¿Qué lugar es éste?"

Se detuvo a un lado del gato, le miró por unos segundos y volvió su atención al frente. Vaya sorpresa se llevó al observar que el puente de flores estaba detrás de esa luz. Sólo tenía que cruzar y sus pies tocarían el puente.

Y cómo sí el pequeño gato hubiera leído sus pensamientos cruzó la luz. Pronto observo al alebrije en el puente, cómo sí esperara que cruzara.

Miguel sintió la verdadera necesidad de cruzar la luz y llegar hasta el puente. Sin pensar dio unos pasos adelante, pero antes de poder cruzar o que alguna parte de su cuerpo pasará aquella luz blanca, una mano en su hombro lo de tuvo.

Al voltear sorprendido y algo asustado se encontró con un joven de piel morena, ojos cafes claros y cabellos azabaches, era muy alto, tenía una mirada sería. No le prestó mucha atención a la ropa que llevaba puesta. Sus ojos permanecían en aquél desconocido.

Debería sentir miedo...

Pero no. El pequeño sonrió cómo si conociera aquél extraño. Y para sorpresa el sujeto de cabellos azabaches le sonrió al pequeño.

—Tú no debes estar aquí.—Su voz era sorprendentemente fría, y sus ojos no abandonaban los de Miguel.

—¿Qué es éste lugar, señor?—Preguntó sin poder contener su curiosidad, volviendo haber atra vez de aquella luz blanca.

El gato seguía esperando a Miguel, sus ojos amarrillos estaban fijos en el pequeño mientras lamía una de sus patas.

—Las personas que mueren vienen a parar aquí, Miguel.

El muchacho abrió los ojos enormes y volteo sorprendido a ver aquél joven que le miraba con una mirada cálida a diferencia de su voz que era fría.

Un momento...

¿Cómo era qué?

—¿Cómo...cómo sabes mí nombre?

El joven dejo escapar una pequeña risa, mientras ladeaba su cabeza y dejaba caer su mano del hombro de Miguel a un lado suyo.

—No hay nada que no sepa, sé todo lo que te sucede, puedo oír tus pensamientos, incluso se cuáles son tus miedos.

Lo dijo tan naturalmente que el pequeño niño le miró asombrado sin saber que decir. No entendía que hacía en ese lugar sí no debería estarlo.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now