Especial

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Cabe aclarar que cualquier situación o lo que sea, que pueda llegar a suceder en éste pequeño especial. No afectará en nada a la historia.

¡Comencemos!

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El niño más conocido de toda Santa Cecilia por tener la voz más hermosa y por ser tataranieto del mejor compositor de todo los tiempos se encontraba en la plaza del mariachi con su traje charro azul puesto impecable y acariciando las cuerdas de la guitarra a la que le perteneció a su tatarabuelo, Héctor Rivera.

Lo que más destacaba en el pequeño era su enorme sonrisa y el brillo de emoción en sus ojos cafés. Sus dedos le sacaban bella melodía a la guitarra, mientras el se dedicaba a bailar, moviéndose en hermosa armonía.

La gente se reunía a su alrededor, aplaudiendo, y animando al pequeño guitarrista a seguir con el show. ¡Era impresionante!

El chico no sólo era bueno bailando y tocando la guitarra, sino que, su voz era hermosísima. Parecía la de un ángel. Todos pensaban igual. No podían apartar la mirada del pequeño mariachi.

Señoras y señores,
buenas tardes, buenas noches.

Buenas tardes, buenas noches.
Señoritas y señores.

Miguel mantenía su bella sonrisa, sin dejar de tocar con pasión la guitarra. Daba pequeñas vueltas, junto algunos saltos. Su voz traía toda la atención de aquéllas personas.

Le gustaba la atención que las personas le estaban dando. Un pequeño sonrojo adorno sus mejillas, y le guiño el ojo a su público en una sonrisa divertida.

Su sueño era convertirse en el mejor músico de todos los tiempos. ¡Igual que su tata!

Y sí seguía así. De seguro llegaría muy pronto a cumplir su tan esperado sueño.

Todos le apoyaban, y creían en el.

Está noche estár aquí es mí pasión
Que alegría, pues la música es mí lengua
Y  el mundo es mí família.

Las farolas iluminaban a la perfección su rostro, mostrando cada expresión de pura alegría y nostalgia que invadía su rostro por cortos lapsos de tiempo.

No había quien no se deleitase con la voz angelical que poseía el muchacho de trece años recién cumplidos. ¡Hasta Dante! El perro estaba ladrando y dando vueltas alrededor de Miguel, su cola se agitaba feliz.

Pues, sí Miguel era feliz, ¡El igual!

    Pues la música es mí lengua y
El mundo es mi familia.

Pues la música es mí lengua y
El mundo es mí família.

La alegría invadía cada pequeña parte de su cuerpo juvenil. Aquélla canción le recordaba muchos momentos vividos en la tierra de los muertos, y en especial todas esas aventuras que vivió junto a Héctor.

El mejor esqueleto que pudo haber conocido.

Inconscientemente sus mejillas se enrojecieron aún más, recordando la sonrisa que tenía aquél esqueleto que tenía por tatarabuelo.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now