Capítulo 25

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—¡¿Qué mierda te sucedió en la cara?!

El grito de su padre le hizo retroceder asustado, o eso es lo que hubiera querido si no es que el mayor con fuerza y brusquedad le hubiera tomado del brazo acercandole a el con una expresión furiosa observando con detenimiento el rostro del menor.

Su débil cuerpo temblaba ante las manos de Enrique revisar cada parte de su cuerpo desnudo. Sabía lo que venía a continuación, aunque quisiera equivocarse y estar soñando.

La realidad para el pequeño era otra.

Todo se volvía a repetir...y sin que el pudiera evitarlo, otra vez.

Sabía que se veía horrible. Los cortes pequeños y otros profundos que se veían en su mejillas y en diferente parte de su cuerpo junto aquellas marcas notables en su pecho y cuello no era nada bonitas.

Se sentía sucio.

Era un niño terriblemente sucio.

Volvía a quedarse sumiso ante alguien más fuerte, y peligroso. Callado con la cabeza gacha escuchando los diferentes tipos de insultos que su padre decía de el.

—¿De quien fuiste la puta?—Preguntó seriamente, tomando de la barbilla al pequeño y obligando que le viera a los ojos.

El no...

Los ojos de Miguel se aguaron. Estaba cansado de llorar por cada comentario hiriente o por cada caricia en su cuerpo que le hacía temblar y evitar vomitar ahí mismo.

El menor negó levemente con la cabeza asustado de lo que su padre pudiera hacer. Y tenía razón de asustarse, pues ante la negación por su parte recibió una fuerte bofetada que le hizo girar la cabeza a un lado, sintiendo ardiendo su mejilla y que una lágrima silenciosa se deslizara por su mejilla.

—Miguel, mirame.—Pidió con los dientes apretados. El menor al no hacer caso perdió la poca paciencia que tenía.—¡Te dije que me mires, mocoso!—Gritó tomando con fuerza del brazo al niño.

Miguel trago saliva asustado y se atrevió a mirar a su padre. El hombre sonrió de lado al ver el efecto que causaba en el pequeño temeroso. Con una extraña delicadeza acaricio con suavidad la mejilla que golpeó con furia.

—Sabes que te amo, ¿Verdad?—Preguntó en un suave susurro. Miguel tan sólo asintió evitando que las lágrimas cayeran.—Todo lo que hago es por tu bien, Miguelito. Entiendelo.—Al terminar aquellas palabras plantó con delicadeza un pequeño beso en los labios de su hijo.—Por favor, no quiero que me odies.

Cada palabra que Enrique decía, Miguel...

El simplemente...

No le creía.

Es más un horrible miedo se apoderaba de su sistema nervioso y causaba que empezará a temblar, o que la respiración se le entrecorte. Tenía miedo de lo que pudiera hacer en contra suya si no le daba la razón en algo.

—Ven, ahora quiero que me hagas un favor.—Dijo con una sonrisa que no podía significar nada bueno.

Otra vez no...

Miguel trago saliva y asintió lentamente sin saber que más hacer o decir. No era suya la decisión. Todo sería peor si se negaba. Mejor seguirle la corriente a Enrique y aguantarse lo que estaba por venir.

Lástima que la inocencia del pequeño se fue hace mucho. El día en que Enrique le puso un dedo sobre su pequeño cuerpo.

Su primera vez...

Su primera vez fue con su padre y de la manera más asquerosa y brusca. Sin amor, sin delicadeza, sin importarle en dejar un trauma en el niño o que el pequeño músico no quisiera. Sin importarle en arrebatar su inocencia de niño.

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now