Capitulo 20

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Estaba completamente seguro y consciente de lo que estaba por cometer. Y debía admitir que llevar a un niño vivo inconsciente en sus brazos no fue lo mas fácil del mundo, menos cuando frente el estaba un esqueleto preguntándole si tenia algo que declarar. Sin embargo era una gran suerte que se tratara de Ernesto, y que con solo darse cuenta le dejara pasar un tanto temeroso de ver al mismísimo, traidor, farsante y asesino en persona. El hombre con traje de oficial ni siquiera le pregunto que era aquello que traía consigo.

Estaba orgulloso de si mismo. Todo estaba saliendo tan bien. Ni un percance en la trayectoria a su lujosa mansión. Algunos esqueletos le miraban asustados, otros con asco y odio, pero solo ignoraba a todos aquellos estúpidos, no podía perder tiempo con gente como ellos. Debía llevar a cabo la otra mitad de su plan. El cual era por supuesto encerrar al muchacho en aquella casa enorme que se podía visualizar perfectamente a lo lejos.

Se podía imaginar el rostro asustado de miguel cuando despertara en una casa que no era suya, y encerrado sin escapatoria de todo lo que tenia en mente para el.

No sentía ni una pizca de arrepentimiento y mucho menos culpa.

Una vez dentro, no había salida.

De la cruz sabia que esas palabras las aprendiera muy pronto el tataranieto de su ex mejor amigo. Todos en especial Hector y el pequeño chico iban a odiarlo mucho mas. No se preocupaba por ello, era mas, era lo que mas quería. Ser odiado y temido.

Temido por Miguel y odiado por Hector.

Ya era odiado por todo el mundo, y estaba seguro que esos dos, de igual forma le odiaban o eso creía. No estaba tan alejado de la realidad. Sonrió de forma que no traía nada bueno, cuando dejaba en aquél sofá verde largo y ancho al pequeño muchacho, quitándole la manta y dándosela a uno de sus guardaespaldas.

—Prepara todo, para cuando regrese quiero que este listo.—Ordenó sin quitar su mirada del chico.

El guardia asintió antes de salir de ahí y cumplir la orden que se le fue encomendada por su jefe. Una vez que estuvo solo. el esqueleto dejo a un lado su sombrero y acerco su mano a la mejilla de Miguel acariciándola con lentitud y suavidad. Le miro por unos segundos antes de reír y negar con la cabeza, sabiendo lo que pasaría cuando Miguel despertara. Si supiera lo que pasaría en las siguientes horas...

De uno de sus bolsillos, saco un pañuelo azul, y con ese mismo pañuelo lo paso con algo de delicadeza por el rostro de Miguel, pues aun no quería que el niño se despertara. El pañuelo se mancho de negro, por culpa del maquillaje que llevaba puesto.

Observo con seriedad como el muchacho se movía en sueños con el ceño fruncido, mientras susurraba cosas sin mucho sentido. ¿Una pesadilla, tal vez?

La pesadilla a penas comenzaba, y era algo de lo que debería ya saber o ir enterándose.

"¿Que harás viejo amigo cuando te enteres lo que le haré a tu nieto?"

Tantas cosas nada santas que tenia en su retorcida cabeza...y no sabia con que comenzar el pequeño calvario de ese niño tan bonito. Con una ultima sonrisa y una caricia por sus labios, se alejo del muchacho y comenzó a caminar hacia las enormes escaleras que lo dirigían hacia una de sus habitaciones. En el tercer escalón volteo con una pequeña sonrisa, observando el pequeño cuerpo descansando en su sofá con la respiración tranquila.

Solo era una venganza tonta y absurda. Pero...

Para Ernesto lo era todo. Y no descansaría hasta ver sumidos en el dolor y la desesperación al niño y aquel inútil esqueleto al que una vez considero 'mejor amigo'. Había que admitir algo, solo quería ver a Hector en el dolor de saber que no hizo nada para evitar todo el sufrimiento que estaba por causarle a Miguel. Verle retorcerse en su propia desgracia. Y observar el rostro del pequeño manchado de sus propias lágrimas. Hacerles pagar a ambos todo lo que le causaron tiempo atrás.

—Cuidare muy bien de ti, mi muchacho.—Susurro con una sonrisa cínica, mientras se volteaba y comenzaba a subir los escalones.

Oh, pobre pequeño, duerme en aquél sofá, ajeno a todo lo que esta sucediendo fuera de su sueño. En ningún momento se le llego a cruzar por la mente lo que su ex ídolo, aquel hombre que tanto llego admirar y que defendió con su corazón hasta que se supo la verdad fuera capaz de hacer todo aquello que estaba por vivir en vida. Sabia que era un asesino, un asesino sin miedo a hacer lo que fuera por llegar a la cima, pero...era totalmente surrealista lo que estaba por suceder.

Era capaz de cualquier cosa. Matar, y lo que fuera necesario. No importaba que tuviera que hacer, si era necesario hacer lo que tenia planeado con ese mocoso, pues estaba dispuesto para que aprenda con quien debe y no debe meterse. Tal vez, si el pequeño no se le hubiera interpuesto en su camino y destruido lo que mas amaba, se lo perdonaría y le dejaría en paz, viviendo su querida niñes. ¡Pero no!

Destruyo su reputación, su fama, su gloria...le destruyo a el, llevándolo muy cerca del olvido.  No, no se lo perdonaría. Antes necesitaba y iba a sacarle sangre de lágrimas y le obligaría a desear que nunca se hubiera metido con el. Que nunca le hubiera conocido.

El hombre de traje blanco de mariachi suspiro antes de sonreír y arreglar su cabello con ambas manos, entrando en la habitación, la cual de vez en cuando usaba para descansar y recuperar energía. Miro una guitarra que permanecía oculta debajo de un montón de almohadones, y la tomo, sentándose en la orilla de la cama.

Hace mucho había dejado de tocar y cantar, había empezado a odiar la musica. Todo lo que tuviera que ver con ese sonido insignificante. Su odio por la musica comenzó cuando la gente comenzó abuchearlo en el escenario luego de que supieran que el no era mas que un farsante y que las letras no pertenecían a el sino aquel esqueleto que estaba por ser olvidado a causa suya.

Unos toque es la puerta le hicieron levantar la cabeza, mientras acariciaba las cuerdas de esa vieja guitarra. Frente el estaba su guardaespaldas.

—Señor, ya esta todo listo.

Fue todo lo que necesito oír mas un grito venir de algún lugar de la mansión.

—El...el niño vivo, despertó.—Dijo con una expresión de preocupación.

—Oh, no se preocupen por el...yo me encargare de mi pequeño invitado de honor...—Río levantándose de su cama y caminando hacia la salida de la habitación.

Los gritos y ruidos cerca de ahí no se detenían. Supuso que estaba en una de sus habitaciones de las tantas que estaban en la mansión. Pobre, Miguel...debe estar asustado al reconocer el lugar en el que se encuentra. Ernesto comenzó a tararear en voz baja, oyendo los ruidos mas cercas. Al detenerse en una puerta de madera, sin dudar la abrió, encontrándose con una muy bonita escena frente sus ojos.

—Hola, Miguel.



Como buena que soy, subí este cap 7w7 narrándola claramente desde el punto de vista de Ernesto.

Ay, Miguelitito el destino que te depara, pequeño :'0

Espero que lo hallan disfrutado. ¿Que habrá pasado con Luisa o Hector y los demás?

Pd: No se preocupen...preparen sus pañuelitos :3

Recuérdame [Riveracest]Where stories live. Discover now