Capítulo 18 | Los adjetivos.

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— En mi defensa, lo conseguí en una convención de libros a un precio razonable.

— Digamos que te creo, porque no es así— se limita en emitir. Luego baja el libro de sus manos y agarra una hoja medianamente grande y fina. Supe lo que era al instante: — Cosa número dos, sabía que uno de mis dibujos faltaban, pero nunca creí que lo tendrías tú.

Creo que ya sé por qué a las mujeres no les gusta que acomoden su habitación. Era una de las últimas páginas del libro, aunque puede, o no, ser una de las que no son reales según Daniela.

— Puedo explicarlo, te lo iba a devolver— articulé.

— Si tuvieras intensión de devolvérmelo, ya lo hubieras hecho. Y no te preocupes, no me molesta— sonrió levemente—. Lo que me sorprende es que no esté en el basurero para ser reciclado. Es decir, no es uno de mis mejores dibujos; el contraste está mal, no usé el tipo de carbonita correcto en algunos lugares y lo hice muy apresurada. Agregando que, con mi buena memoria, sólo los vi unas tres veces.

— ¿Estás loca? Es increíble. Y te lo está diciendo un chico que vivió en la gran ciudad; donde había grandes artistas en cada esquina— le animo—. De hecho, si tendría que calificar ese dibujo en tres adjetivos como lo haría un jurado en un museo, sería: Brillante, perspicaz y curioso.

— ¿Y eso a qué vendría?— exige saber.

Brillante porque sólo necesitaste mirarnos una sola vez para captar nuestra esencia y, a pesar de que digas que no, los tonos negros, grises y pálidos se fusionaron y quedaron en perfecta sincronía para crear tan hermosa obra de arte como lo es ese dibujo. Perspicaz porque representaste cada detalle perfectamente, incluso aquellos que ni nosotros, como modelos, pudimos ver. Curioso porque, si observas bien, el dibujo tiene ciertas cosas que no todo el mundo podría entender en un principio. Como por ejemplo, Thomas tiene un arma— explico—. Al principio tenía miedo de que tal vez en realidad sí llevara un arma consigo, pero luego me di cuenta de que no era así. Tal vez ese detalle sólo represente el hecho de que el chico tiene muy buena puntería, algo que no todo el mundo conoce.

— O tal vez represente el hecho de que el padre de Thomas le haya enseñado a usarla a los diez años— insinúa.

— El padre de Thomas debe de ser alguien estricto como para enseñarle karate a su hijo y que luego aprendiera a usar un arma a tan corta edad— reconozco mientras me volteo de nuevo hacia el armario—. Es eso, o el padre es un policía que quiere heredar el trabajo a su hijo.

— No es un policía, pero sí afirmo que es el demonio personificado. Pero no estamos aquí para hablar de la familia de Thomas— informa de pronto. No obstante, cuando quiero voltearme de nuevo hacia ella, dos manos que se posan en mi cintura me lo impiden—. Hay una tercera cosa sorprendente que descubrí cuando saliste del baño— susurra la castaña en mi oído y luego la siento cerca de mi cuello. Tal y como lo hacía en la biblioteca, lo cual provoca que me ponga rígido; sobre todo porque yo aún no llevo nada puesto y su tacto está rozando parte de mi piel desnuda.

— ¿Y qué es esa cosa?— pude articular a través de tartamudos.

— Que no entiendo cómo no llamas la atención de las chicas con la excelente figura que tienes— confiesa con picardía jugando en sus cuerdas vocales. Sentía que todo el color del rostro se me había ido y casi podía entrar en cortocircuito, hasta que ella besa levemente mi cuello y escucho una risita que descifré al instante como una inofensiva broma: — Considera eso mi venganza por hacerme pasar un mal rato con Christine. Te dejo para que te vistas.

Y no llego a reaccionar bien, cuando ella ya no se encuentra en la habitación. Trato de calmar mi pulso al instante y otras partes de mi cuerpo para no entrar en un estado que no pueda controlar hasta desmayarme. Y sólo cuando cumplo con mi objetivo, proceso las últimas palabras que emitió.

Prometo encontrarme © (Completa)On viuen les histories. Descobreix ara