Adam Houchein perdió a su padre en un incendio de su antigua casa cuando apenas era un niño y desde entonces vive con su madre Elizabeth Houchein y su Tía, Samantha Clambet, en la gran ciudad de Nueva York. Su infancia y parte de su adolescencia la...
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Adam Houchein
—¡Maldigo el día en el que se creó San Valentín! —grité a los cuatro vientos de forma furtiva, enojado conmigo mismo. Tenía un desastre emocional y físico—. ¡Me importa tres kilómetros de mierda que un sacerdote haya muerto por casar jóvenes! ¡¿Que no pensó en los que no somos creativos para estas situaciones?! No, por supuesto que no lo hizo.
Sí, estaba molesto con mi mente. Tan eufórico, que no me importó hacer un drama en la casi vacía casa de los Sprause. No me había ido a la mía todavía, ya hasta tenía una habitación y todo aquí. Estaba caminando de un lado a otro en ella, por cierto.
El punto es que no sirvo en el amor. O bueno, mejor dicho, no sirvo para dar obsequios de amor o representaciones materiales de que quiero estar hasta la eternidad con Daniela. Yo puedo ser bien cursi y filosófico si me lo propongo, pero detalles y esas cosas, no. Es irónico, si se analiza, porque se supone que yo soy alguien creativo, alguien con una imaginación que no posee límites.
Y parece que me acabo de estrellar en el muro llamado: Día de San Valentín.
Estúpido día. Se supone que el amor se debe de celebrar todos los días, y no en una fecha en específico. Benditos estereotipos que rigen a la sociedad.
Luke, quien era el único que rondaba por la casa entre la hora de cacería de la familia de vampiros, es el que escucha mi histeria y aparece asomado en la puerta de mi nueva habitación con un bate de béisbol en la mano, en signo de protección.
Su cabello estaba alborotado y llevaba un pijama. Y es que, a pesar de que él no puede dormir, quiere hacer el efecto de que lo hace en las noches y parte de las tardes. Es un imbécil, pero he aprendido a tolerarlo con sus mañas raras y todo. Casi lo considero como el hermano que nunca tuve. Casi.
Lo que sí me di cuenta es que parecía asustado y confundido. Posteriormente, su entrecejo se frunce cuando me ve solamente a mí en la solitaria habitación.
—¿Qué onda contigo, Bro? —cuestiona, tirando el bate a algún lado del lugar cuando nota que no hay peligro—. Creí que Drake había resurgido entre sus cenizas con un nuevo nombre llamado Valentín. Es raro, pero creo que podría ser posible.
Abrí mi boca, pero siguió hablando cuando me señaló de forma potente.
—O no, espera —abrió un poco más los ojos, detallando cada cosa a nuestro alrededor—. Puede que haya vuelto como una presencia fantasmal maligna y quiera poseerte. ¿Es eso, no? Drake quiere poseerte para que nos incineres a todos y lo acompañemos en el infierno porque él se siente solín solito.
