Capítulo 33 | Tatuaje.

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Dylan Sprause

Viernes, 8:38pm.

Con todo en mi contra por la proporcionalidad de nuestros cuerpos, el miedo aún persistiendo en mí, y las miles de interrogantes que invaden mi cabeza, llego a casa con Lydia a mis espaldas.

Esto se sentía sólo, pero pude captar una presencia en el piso de arriba.

— ¡Papá!— exclamo en un grito desesperado, Lydia ya había perdido la consciencia hace un rato.

Mi padre inmediatamente aparece al escuchar mi grito de auxilio, al parecer estaba ocupado con unos proyectos de mecánica, ya que llevaba un lápiz en su oreja, y tenía unos cálculos marcados en su brazo. Extraño, pero te acostumbras.

Aunque deja de importarle todo cuando ve que cargaba a Lydia, y de una forma que ninguno de los dos esperó.

— ¡A Lydia le dispararon!, no sé qué le pasa, no reacciona— balbuceo con rapidez, tratando de resumir lo ocurrido.

—Tranquilízate, Dylan— trata de reconfortarme él, pero no lo logra. Nadie podría lograrlo, salvo que ella mágicamente pudiera levantarse.

Papá, con una agilidad sobrenatural, quita a Lydia de mi espalda y rápidamente se desplaza a la cocina para acostarla en una cama quirúrgica improvisada. Es decir, el comedor.

Esperé que mi padre empezara a reaccionar de una manera que yo no puedo lograr en este instante, pero en realidad sucedió todo lo contrario. No se movía, no comenzó a hacer nada, sólo se quedó petrificado en su lugar, examinando de una manera terrorífica a Lydia.

No me inspiraba confianza.

— ¡¿Qué haces?! ¡Haz algo!— tuve que gritar otra vez, como último recurso y probablemente arruinando aún más la situación.

El hecho de que papá pasara de estar tranquilo a aterrorizado en cuestión de segundos, no ayuda a que mi miedo y desesperación desciendan. En el lugar dónde le dispararon a mi hermana, está saliendo un líquido negro, y la abertura se está haciendo más grande, lo que demuestra que no está sanando. Al contrario, ella está empeorando cada segundo.

— Esto normalmente lo hace tu mamá, yo no sé qué hacer— me dice él, claramente asustado. Luego se coloca ambas manos en el rostro, sin dar ayuda aparente.

Y eso estaba mal, pero aún había esperanza. Pequeña e insignificante, pero la había; saqué mi celular del bolsillo y llamé directamente a su teléfono, con la ilusión de que me pudiera dar las indicaciones por esta vía.

Pero nada, mamá tenía el teléfono apagado, probablemente su vuelo al destino sorpresa ya había salido.

Con rabia e impotencia, tiro el aparato con toda mi fuerza al piso, volviéndolo añicos. Y ahora todo estaba en contra; papá consternado, yo con miedo, Aris probablemente aún tirada en el bosque, mi celular muerto, y Lydia a punto de pasar a segunda mejor vida. No se me ocurría nada, mi inteligencia se apagó de pronto ante la incertidumbre, sólo esperaba lo peor.

Hasta que escucho que tocan la puerta principal, y ni siquiera utilicé mis sentidos antes para ver de quién se trataba, sólo abrí la puerta. Tenía la expectación, en ese preciso instante, que cualquier cosa era buena.

Prometo encontrarme © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora