Capítulo 18 | Los adjetivos.

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Adam Houchein

— ¡Adam, sal de aquí! Ve con mamá— escucho a lo lejos la voz de un hombre.

Veo fuego, mucho fuego y humo. Casi no puedo respirar, siento que voy a morir aquí. La madera incendiada cae a montón y temo que pronto me pueda cubrir, apagando mi única oportunidad de seguir con vida.

¡Adam, sal de aquí! Nosotros estaremos bien— sigo escuchando la voz de un hombre y logro observar las siluetas de dos sujetos, parados uno frente al otro. Una de ellas es la que me grita: — ¡Adam, sal!

Sin embargo, yo aún sigo quieto en mi sitio. El miedo me tiene petrificado, temblando en cada hebra de mi cuerpo y con la mirada desplazándose a cada estructura que el fuego derrumbaba.

— ¡Adam, sal!— sigue gritándome esa voz—. ¡Adam!, Papá estará bien, ahora ve con mamá.

Del otro lado, entre tanto fuego, apenas puedo ver la silueta de mamá.

Lo siento... papáes lo único que le digo temeroso antes de salir corriendo hacia la silueta de mamá, que pronto se consume entre el fuego.

Oye, Adam, despierta— siento que me mueven de un lado a otro—. Es sólo una pesadilla.

Y cuando mi mente hace contacto con mi cuerpo, vuelvo a la realidad levándome de golpe. Otra vez esa pesadilla, tenía tiempo sin soñarla.

Cada vez estoy más seguro de que la pesadilla está tratando de recordarme el suceso del incendio. Los traumas definitivamente están regresando, pero algo me dice que está sucediendo con algo más de intensidad. Cuando tengo la pesadilla, un nuevo fragmento se une; el sueño se hace más largo y mi miedo aumenta. No obstante, este último fragmento me acaba de dejar con sentimientos comparados con la culpa. Sentía que yo había provocado algo y le pedía disculpas a papá por hacer eso.

¿Qué fue lo que realmente hice?

— ¿Estás bien?— pregunta una voz femenina al lado izquierdo de mí.

Me giro hacia esa persona y veo que es Daniela, la cual está con una vestimenta diferente a la de ayer. Me mira algo preocupada.

— Perfectamente— respondo ignorando mi pesadilla—. Creo que ya no tengo fiebre, eres una gran doctora— le sonrío.

— ¿Lo dudaste en algún momento?— cuestiona devolviéndome la sonrisa y con una ceja arqueada.

— Por supuesto que no, mi señora— bromeo.

— Por tu bien espero que sea así, mi esclavo— me sigue la broma—. Pero ya enserio, te traje el desayuno a la cama— dice señalando la bandeja que se situaba en la mesita de noche.

En ella reposaban unas tostadas, huevos y mantequilla, junto con un zumo de naranja y una manzana.

— Come, lo preparé con mucho esfuerzo e inexperiencia— dice con una sonrisa de superioridad.

— Si de verdad quieres que alguien le dé el visto bueno a tu comida, nunca digas eso— le informo con amabilidad—. La frase quedaría mejor si dijeras: "Lo preparé con mucho amor y cariño".

— Pero entonces estaría mintiendo, ¿Quieres eso?— cuestiona vacilante—. A la comida no se le puede besar y abrazar. Es más bien como si la estuvieras matando, ya sabes; la cortas, la quemas y te la tragas.

— Sólo es una metáfora.

— No me gustan mucho las metáforas desde que Ethan murió— me informa—. Él hacía eso.

Prometo encontrarme © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora