Capítulo 43 | Parte de algo.

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— ¿Qué creen que le sucedió?— pregunto finalmente en voz fúnebre, mirando al nuevo visitante.

El señor William no se encuentra para nada bien. Y eso lo pude deducir antes de que cayera al suelo y lo reafirmé después de que Margaret, en su porte de médico profesional, se dispusiera a tratar de sanarlo.

Lo habíamos traído al sofá de la sala para recostarlo allí. Mi ídolo se encontraba en la inconsciencia, pero sus heridas hablaron por él; le había sucedido algo que estaba fuera de lo normal. Solo cargaba un pantalón de vestir a media vida, desgarrado, y un zapato. El pie que no tenía calzado estaba lastimado y sucio, como si hubiera corrido varios kilómetros hasta aquí y no le interesara las piedras, objetos, y temperatura del camino. Quizás tenía como primordial salvar su vida, pero, ¿De qué específicamente? ¿De los allegados del líder? Creí que William estaba en Tokio. En algún momento de seguro tocó Milán para tratar de encontrar a Augustus también, y se consiguió con las peores condiciones.

Pero ese es otro continente. ¿Cómo llegó aquí?

Repaso mi vista hacia las otras irregularidades de su piel. Cuando llegó, su brazo aún tenía una manga de su camisa de vestir que era aparentemente blanca, pero llegó entre un tono marrón y rojo. Margaret se la despojó para también limpiar por esas zonas, pero la evidencia de que le rompieron esa prenda en un acto de salvajismo estaba intacta. En su pecho y torso tenía unas heridas abiertas que la médica curó y saturó al instante. Además de eso, hay rasguños, moretones, golpes que casi le desfiguraron el rostro, labios partidos, nariz torcida que creo necesitará operación, le arrancaron dos uñas de las manos, y pues…

Sí, no quise seguir viendo.

En vez de eso, desplacé mi vista a la vía que iba desde el brazo de mi ídolo hasta una bolsa de sangre que Margaret había sacado del refrigerador. Le estaban haciendo una transfusión de emergencia porque perdió mucha sangre en el camino. Intuí que los Sprause no bebían sangre humana, pero sí tenían en su hogar en caso de que cosas como estas sucedieran.

Lo interesante y curioso de todo es que, en este momento, se puede notar a la mayoría de la familia de vampiros apartados de la situación. Están incómodos. Incluso Julián, que bajó para ver qué sucedía, estaba estático en la entrada de la cocina. Habíamos decidido mentalmente, o por respeto, no sacar el tema que se estaba discutiendo con él. Haríamos como si eso no acaba de suceder, pero lo conservaría en mi memoria hasta que volviera salir a la luz.

Los únicos que estábamos en el juego de muebles eran; William, la víctima; Margaret, que lo seguía limpiando y curando; Nicholas, quién asistía a su esposa; mi persona, que estaba sentado en uno de los sofás individuales mientras reconsideraba si sentir este olor a sangre era normal, ya que me estaba mareando; y Lydia, que estaba ahí parada mientras ambas de sus manos se posaban en la frente de William. Lo que hacía la vampira de particular cabello azul era tratar de usar su don para saber qué fue lo que le sucedió al multimillonario empresario.

Sus ojos estaban cerrados, se mantenía concentrada. Y eso me pareció, de alguna forma que no puedo explicar, fascinante. Supongo que ya estaba acostumbrado a la faceta de «Odio a todo el mundo» de Lydia. Y que se mantuviera distante, le pareció algo inusual a mi cerebro.

El problema de la situación, es que ella estaba intentado usar su empatía para saber qué le pasó. Pero la empatía no es lo mismo que la telepatía, según Daniela. Ella siente las emociones y sentimientos, los telepáticos leen mentes. No puede saber concretamente el suceso, pero, según lo que dijo la misma familia, a veces los sentimientos son tan fuertes que hablan por sí mismos.

Prometo encontrarme © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora