Capítulo 41 | Tres personas.

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Adam Houchein

Hubo un ataque terrorista en Milán. Una bomba explotó en el interior de un establecimiento.

Eso era de lo que hablaba la reportera que se representaba a través de la pantalla del televisor de la sala de mi casa, o, más bien, lo que pude captar. El suceso era sumamente atormentador, y por un segundo todo lo que estaba a mí alrededor decidió desaparecer, dejando un silencio interno en el que solo sentía a mi corazón palpitar constantemente y con fuerza; pero eso no se debía al humo espeso y negro que se representaba detrás de la reportera que mostraba el final de una catástrofe y el inicio de otra, como lo eran las ambulancias y los paramédicos llevando sacos negros con cadáveres hacia todos lados, sino por lo que se leía en la parte inferior de la pantalla, el cual se presenciaba horizontalmente y de forma veloz:

«Augustus Sprayberry, hijo del famoso empresario, William Sprayberry, se encontraba modelando en el establecimiento en donde ocurrió el suceso. No obstante, aún no se ha encontrado su cuerpo o cadáver. Fuentes informan que salió antes del acontecimiento, pero sus cercanos no tienen información sobre su paradero. ¿Pudo haber sido este un secuestro provocado por los terroristas? Aun no hay detalles al respecto»

Eso me derrumbó y, aquella culpa que había desaparecido al ver la estabilidad de Thomas, apareció de nuevo en mí con fuerza y no vino sola; me sentía hipócrita, farsante y sucio por reír y ser feliz cuando un amigo mío sufría al mismo tiempo en que yo fingía que todo estaba bien, cuando en mi interior reconocía que nada acabaría hasta cerrar el capítulo con lo que sea que quiera Christine y su comitiva.

Mi pecho subía y bajaba, y mis manos ejercieron fuerza hasta que se convirtieron en puños, tratando de buscar valor mientras que repasaba todo lo que me ha ocurrido y sigue ocurriendo.

Era la tarde de un lunes cualquiera, Daniela y yo acabábamos de llegar del instituto porque ella “gentilmente y sin ninguna razón aparente” decidió acompañarme en el corto recorrido a mi hogar, también quiso quedarse un momento conmigo en la tarde. Ella había estado apegada a mí todo el día, y de verdad creí que eso se debía a que estábamos obteniendo una nueva y mejor evolución de confianza mutua, o, en menor caso, porque sus hermanos no asistieron hoy al instituto, cuando ellos siempre hacían todo junto como el clan que era.

Qué estúpido fui.

Seguía siendo un ingenuo.

Me volteo hacia ella cuando, sin querer seguir viendo, apago el televisor. En ese momento en el que me di cuenta de sus acciones para ocultarme todo esto, transformé toda mi vulnerabilidad en furia. Y aquel Adam que nunca quise mostrar delante de ella, salió sin permiso y no quería volver a ser encerrado.

Me sentía traicionado. Y quizás ni siquiera la palabra «furia» enmarcaba todo lo que sentía, porque todo en mí era una mezcla de pensamientos y sentimientos buenos, malos, y terribles. Sabía que la culpa era mayoritariamente mía por ilusionarme y creer que lo nuestro avanzaba y ya no me mentía o me seguía ocultando cosas, pero no me importó.

— ¿Ataque terrorista?— le cuestioné con sarcasmo. Mi sonrisa debió ser la más escalofriante y tétrica que se ha representado en mi rostro, porque Daniela se estremeció, o al menos eso pareció.

Que Thomas haya despertado, que Christine aún no haya actuado, que Daniela me ocultara el suceso, que Augus haya desaparecido; todo en ese preciso instante parecía casualidad, y por suerte o desgracia yo no creía en las casualidades. Nuestro enemigo había hecho un inteligente movimiento, y nosotros estábamos hechos un desastre.

Prometo encontrarme © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora