Capítulo 32 | Dependencia.

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Soy un maldito impulsivo que luego se arrepiente de sus acciones.

Bueno, técnicamente no me arrepiento de lo que hice, que fue enfrentar al enfermo padre de Thomas, más bien estoy reconsiderando todo lo que hablé, o grité. Él en ningún momento nombró a los Sprause, yo lo hice, y no sé si eso atraería alguna consecuencia, ya que pude haber afirmado cierta sospecha que tendría él, o que trataba de ocultar Thomas.

Definitivamente tengo que calmar esta angustia que no provoca más que un sabor agrio en mi paladar. Confío en que los Sprause controlarán cualquier posible amenaza, así sea ese señor.

Observo por enésima vez el gran reloj de aguja que reposa en una de las paredes del aeropuerto, y me indican que son las 5:30pm. No ha pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vi, pero el esperar me desespera. Y cabe recalcar que aún falta treinta minutos de auto tortura cognitiva, pues esa es la hora a la que sale el vuelo a París. Mamá hizo todo lo posible para arrastrarme temprano hasta aquí, pues dice que primero se muere antes de perderse el vuelo.

Tiene alguna clase de fetiche raro con la puntualidad, pero así se le quiere.

Muevo los pies al ritmo de la música que se escucha en tono bajo a través de las bocinas del aeropuerto, no es que sea la mejor, es más bien alguna clase de ritmo para calmar el rato de espera, pero en realidad está logrando todo lo contrario. Considero pasar a la siguiente página mental de mis angustias, que sigue en el marco de la vida de Thomas y su aparente profesión familiar que no había analizado muy bien.

Cazadores.

Desde pequeño sabía que existían, y también reconocía de lo que eran capaces, de hecho, lo descubrí cuando fui a parar en el canal de Animal Planet. Si no mal recuerdo, estaban haciendo un documental en contra de ese tipo de personas, que son las culpables de que muchas especies sean extintas.

Pero de nuevo; ellos no matan animales, matan criaturas sobrenaturales. No obstante, ¿Eso no sería igual? ¿Cuál es la diferencia? Los seres sobrenaturales pueden llegar a ser igual de inocentes que los animales, ellos también pueden extinguirse, y necesitan de la supervivencia del más fuerte para al menos así poder comer. El único contraste que puedo hallar, es que uno tiene conciencia y razonamiento, el otro no; a lo que llevaría a cometer actos que, a través de nuestros ojos, se verían horrorosos.

En otras palabras, si un león mata a otro león para comérselo, a nadie le importaría. En cambio, si un humano mata a un becerro para poder comer, entonces sería, irónicamente, alguna clase de inhumano.

Creo que así funcionaría la gran e infaltable lógica en este caso, ¿Cierto?

Bien, esto no está llevando a ningún lado. Tal vez debería de distraerme con lo que sea que mamá me está diciendo desde hace rato. Pero, como siempre, ella se adelanta a los hechos y me hace una pregunta que me deja descolocado por no tener información previa:

—¿ No lo crees, cariño?— mi madre me mira directamente con una vacilante sonrisa, y mis nervios actúan antes de procesar la oración.

— Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo contigo.

Ella abre los ojos más de lo normal, como si lo que hubiera dicho fuera lo más espantoso e inadecuado del mundo. Definitivamente venía el regaño, aunque, por esta ocasión, ligado con indignación.

Prometo encontrarme © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora