Capítulo 23 | El cazador.

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— Lo sé, pero Dylan es mal perdedor— responde con un guiño.

— ¿Y cómo están?— pregunté en general, no sabía absolutamente nada de ellos desde hace un año. Ella alza sus cejas, demostrando que sabía que tenía una pregunta aún más específica, así que la suelto: — ¿Cómo está Daniela?

— Ella está sobrellevando el destino. Ha estado dolida estos meses, pero creo ha habido mejoramiento puesto que ahora al menos sale de casa. Se mejorará pronto, aunque no creo que lo supere pronto— contesta lentamente, mirando a un lado de mí. Creo que es su forma de buscar las palabras adecuadas para que no me duelan los recuerdos de Ethan, aunque luego vuelve a posar sus orbes en mí, cierta seguridad y preocupación en ellos: — ¿Y tú cómo has estado?

Bien— vacilo un poco, pero ella luego lleva su mano a la gasa que tengo en mi mejilla izquierda y la acaricia un poco. Sabe que miento—. He estado peor, no es nada nuevo.

— Aún no entiendo cómo un padre puede maltratar a su hijo— confiesa ella, aunque algo me dice que piensa en voz alta—, pero no comprendo más que tú no quieras hacer nada al respecto.

Los Sprause conocían la verdad acerca de mis múltiples contusiones, yo se los conté después de que llegaba a visitar su hogar en un estado grave. Ellos también tuvieron una actitud de desprecio hacia mi padre, a pesar de que nunca lo vieron personalmente. Mi padre tampoco sabe que ellos existen para mí. O al menos hasta ahora, ya que cuando le iba a hablar a Aris, su voz demandante suena a mi lado.

— ¿Tienes algún problema con mi método de enseñanza?— cuestiona y mi cuerpo se tensa por el miedo. Aris se levanta y desde entonces no le quita la vista al hombre de contextura musculosa que interrumpió nuestra agradable conversación—. Porque si es así, déjame decirte que él es mi hijo, y tú no puedes hacer nada para impedirlo. Además de que no eres quién para juzgar.

La rubia mira con algo de sorpresa a mi padre, parece que su cerebro trabaja a mil por hora para encajar las piezas de algún rompecabezas. Desplaza su vista de mi padre a mí en múltiples ocasiones, creo que no haya las palabras para decir en esta situación. Hasta que simplemente mi padre agarra mi muñeca con una gran fuerza y me lleva a rastras a su auto.

— Ahora todo tiene sentido— fue lo único que escuché de Aris antes de perderla de vista.»

Obviamente no sabía lo que estaba pasando en aquel entonces; el por qué Aris dijo aquello, el por qué ella no detuvo a mi padre a pesar de que evidentemente él quería meterme al auto en contra de mi voluntad, el por qué mi padre apretaba con demasiada fuerza el volante del auto mientras íbamos a casa; y el por qué me ordenó que entrenáramos a pesar de que ese día no tocaba ese tipo de sufrimiento para mí.

Sin embargo, lo reconocía; algo iba mal. Él estaba molesto conmigo, me daba cuenta de esas señales que me lanzaba. La pregunta era, ¿Qué hice mal? ¿Contarle a los Sprause? ¿Pasármela con ellos sin decir nada? ¿Agarrarles más aprecio a ellos que a mi mismo padre? Porque nada de eso me pareció mal, pero su pensamiento es diferente al mío.

Y cómo advertí, ese día el entrenamiento se volvió algo más; un castigo. Uno con bastante tortura y en dónde la habitación se llenó con mis gritos de agonía pura. Me golpeaba sin parar, sin dejar que me defendiera; me tiraba al suelo, sin oportunidad de levantarme; me gritaba como si fuera un animal y no su hijo; y como si fuera poco, agarró la maña de las pistolas eléctricas. Y supe en ese instante que él no tenía la intención de parar, que preferiría matarme a que su hijo fuera alguien débil. Y él no tenía esa decisión sobre mi vida, yo mismo soy el que guío mis pasos. No él, ni los Sprause, ni Ethan. Ellos sólo fueron un empujón.

Prometo encontrarme © (Completa)Where stories live. Discover now